Un pequeño encargo profesional me ha llevado estos días a la búsqueda de carreras con futuro. Era mi primera vez. Confieso que la información hallada tras una primera búsqueda, alcanza una mayor relevancia en cuanto a la tendencia que dibuja que en cuanto la información en sí: carreras al alza vs carreras en declive, competencias vs vocaciones, técnicas vs pensamientos, prácticas vs teorías, ciencias vs humanidades. Claro está, el «primero» de los dos factores arrasa sistemáticamente en la red. Llegados a este punto, tal vez alguien pueda pensar que a continuación se va recomendar estudiar arquitectura, una de las titulaciones que hoy languidecen fuera del foco pero que en el fondo merece la pena por esto y por aquello. No es nuestra intención, pueden seguir leyendo con toda paz.
Cuando se orienta a los jóvenes hacia la especialización técnica, práctica o científica, y se hace además desatendiendo o minimizando las áreas relacionadas con la inmensidad del pensamiento, la creatividad y las humanidades, entonces -créanme- se habrá formado una burbuja peligrosa y monumental cuyas consecuencias -probablemente- no queramos ni imaginar. En palabras de Félix de Azúa:
«La clase dirigente piensa que la cultura es algo ornamental, cuando es la espina dorsal de un país».1
La espina dorsal del Mundo, añadiríamos. Tras años de recortes sistemáticos en las horas y contenidos relacionados con la plástica, la filosofía, el teatro, la poesía, la historia del arte, y no digamos la arquitectura, en los colegios e institutos, decimos, tras años de desamparo cultural en forma de cuatrienios descabalados e inconexos, los datos de los empleos con futuro nos advierten de lo acertado (¡oh sorpresa!) de estas seudo-políticas para tecnócratas: pocos reclaman hoy con urgencia perfiles relacionados con esas disciplinas displicentes, materias de lo humano peligrosamente hoy infravaloradas.
La educación se traduce siempre en riqueza en cualquier parte del mundo.2 Al margen ya de las fronteras y de las patrias, estrechos lugares que habitan entre dos paisajes extranjeros, el equilibrio entre los conocimientos técnicos y humanistas debería garantizar espacios múltiples y compartidos para una sociedad crítica y creativa, resolutiva y reflexiva, práctica y solidaria. Bien nos vendrían algunos de estos «segundos factores» para acometer decididamente algunas de nuestras actuales crisis.
¿Tanto nos hemos equivocado? No olvidemos que los muros se levantan desde la técnica, técnica de carreras con futuro, pero mucho antes lo hacen –no en mi nombre– como parte fundamental de una cultura: la cultura (no solo europea) de los estados legitimados y sus relucientes vallas de espino hilvanado meticulosamente.
La cultura con olor a napalm del Akropolis Now.3
Miguel Ángel Díaz Camacho. Doctor Arquitecto
Madrid. Marzo 2016.
Autor de Parráfos de arquitectura. #arquiParrafos
Notas
1 Félix de Azúa a pocos días de ocupar el sillón H de la Real Academia de la Lengua, El País 14 de marzo de 2016.
2 «España ha recibido en ayuda estructural europea desde 1986 el equivalente a dos planes Marshall, pero lo ha gastado en infraestructuras […] lo que no parece haber sido de gran ayuda para el desarrollo económico. Por el contrario, la inversión casi exclusiva en educación, que fue la experiencia irlandesa, parece haber sido mucho más eficaz». César Molina y Fernando Ramírez, «Brexit, convergencia y democracia en Europa», semanario Ahora, 11-17 de marzo.
3 «¿Hueles eso? ¿Lo hueles muchacho? Es Napalm hijo. Nada en el mundo huele así. ¡Me encanta el olor a napalm por la mañana!». Apocalypse Now, Francis Ford Coppola, 1979; guión basado en la novela de Joseph Conrad «Heart of darkness«, 1899.