Como sin querer queriendo, nuestros queridos Bea y Paco (corrección política mediante la de colocar a Beatriz delante) arrancan su último artículo para La Ciudad Viva1 con una referencia cultísima, de las de la ETSAM castiza, a un artículo dede los ‘50.
Desde ese balancín de funambulista, en el que pocos pueden maniobrar, saltan sin despeinarse a citar a Argan, introduciendo en su virtuosismo investigador cierta referencia cruzada a lo paramétrico que prefiero soslayar para no enturbiar con mi pataleta lo que considero realmente potente de su texto. Aún en el aire, aterrizan en otro de un autor de cuyo nombre no puedo acordarme y con el que terminan de construir la cimentación del discurso. Me traigo su frase de enlace para usarla como pilotaje para el mío.
En todo caso, todos estos análisis no representan sino aproximaciones a una realidad compleja que tratamos de entender a partir de la aceptación de códigos y etiquetas que la simplifican y la hacen abarcable, al menos para los arquitectos.
La categorización que tan bien desgranan de los dos textos que usan como referencia es clave para entender el pensamiento moderno. Es epistemología pura. Clasificación cerrada, pautada. Estructura coherente con la función fundamental, como ellos bien dicen, de hacer abarcable la complejidad. En la modernidad la realidad se loteaba.
Si estabas en un sitio no podías estar en otro. Si eres de aquí, no puedes ser de allí. O estás con nosotros, o contra nosotros.
¿Qué pasa en la contemporaneidad?¿qué hay de diferente?
El cambio es básico y todavía se está asimilando.
Las categorías ya no tienen sentido.
El pensamiento pasa a ser informacional, los servidores ya no son lugares, son nubes. Los textos no son textos, son entradas acumuladas en bases de datos. El tiempo y el espacio son simplemente coordenadas GPS y un timestamp, en lo informacional equivalentes y equipolentes.
Podemos ser de aquí y de allí, podemos ser altos y bajos, feos y guapos, gordos y flacos.
Ya no es O, ahora es Y.
Las categorías ya no son cajas cerradas, son simples etiquetas que adosamos a la realidad para enriquecerla y hacerla compleja, ya no abarcable. Ahora se trata de desplegar, no de encerrar. De tejer redes, no de abarcar.
¿La dificultad? Lo relacional el siguiente paso evolutivo. Cuando todo es equipolente, cuando todo es plano, cuando todo es igual,… depende de nosotros, y sólo de nosotros, relacionar esas micropartículas de información y hacerlas conocimiento, el conocimiento sabiduría, y la sabiduría felicidad.
Depende sólo de nosotros. Ahí está el poder de la información. Pone en nuestras manos la capacidad de rearticular la realidad para darnos cuenta de que Schumacker tiene parte de razón, de que la Casa del Chófer es una joya cuyo traje de lunares pocos hemos tenido el gusto de ver en vivo, de que la verdadera ontología de la arquitectura es mucho menos trascendente de lo que creemos…
Miguel Villegas, arquitecto
Editor en arquitextónica
Sevilla, marzo 2014
Notas:
1 A cuenta de un excelente artículo de bRijUNi arquitectos.