La cualidad más valiosa de toda acción propositiva es disponer de un medido enfoque y una cuidada intención con la que conmover emocionalmente. Conseguir despertar asociaciones que estimulen el pensamiento. Ser capaz de entender la solución de una manera acertada y conveniente. Distinguir recursos ventajosos y encontrar las claves que expliquen la solución óptima a partir de un ejercitado sentido de la oportunidad.
Saber detectar y hacer valer la oportunidad, esa condición con la que encontrar una apertura a una excepcional solución favorable, se emparenta siempre con una particular actitud pragmática. Con un impulso creativo y estratégico que tiene como vehículo esencial la invención, utilización y aplicación de nuevas verdades y que mantiene como finalidad el ensalzamiento de lo útil para conseguir el éxito.
El método pragmático se aleja premeditadamente del científico. Es preferentemente experimental y se contrapone a lo únicamente racional. Es puro individualista, y se distancia intencionadamente de lo entendido como social o colectivo. Es espontáneo y evita una excesiva planificación.
Practicando el oportunismo de la conveniencia, es decir, tomando ventajas instantáneas sobre las eventuales circunstancias propicias, toda realidad deja de ser científica, irrefutable y única, para pasar a ser una creación abierta y circunstancial del que practica una particular forma de idealismo subjetivo. Todo objeto se somete entonces al intangible factor humano, mostrándose alejado del mundo únicamente material.
Desde su dimensión práctica, ese incisivo aprovechamiento de la oportunidad consigue ser un método aplicado a la inteligencia creativa, anti intelectualista y empático, que evoluciona gracias a la decidida supresión de dogmas o doctrinas. Un actuar ventajoso, en tiempo y forma, que renueva y reinterpreta las verdades preconcebidas mediante la adaptación constante de las creencias desde una atenta aplicación de las experiencias individuales.
Practicando una confrontación, una constante crítica y una flexibilidad de acuerdos que viene a escenificarse mediante la definitoria dinámica de la conversación, de la disponibilidad de llegar a la verdad a través de la experiencia particular al ser contrastada sistemáticamente con las de los demás. Frente a la objetividad colectiva científica se presenta la subjetividad individualista pragmática.
Abandonando, por tanto, la búsqueda de la certidumbre y la integridad y reposicionando la labor del arquitecto dentro de un contexto heterogéneo e inestable en el que se puede dar una fluida y adaptativa creatividad. Con ello, el saber abandona conscientemente lo teórico y pasa entonces a ser, además de eminentemente crítico, técnico y metodológico. Adaptado en todo momento a las condiciones cambiantes del presente. Ese presente individualista y relativo que se traduce en no deber nada al pasado ni a ningún destino colectivo.
Se impone cultivar las cualidades que provienen de la oportunidad y llevarlas a cabo mediante un lúcido ejercicio de innovación. Cuando el utopismo dejó de significar lo irrealizable, pasando a ser todo aquello que promoviese una lectura imaginativa para proponer acciones que optimizaran el mundo, se impuso el pragmatismo que aceptó como posible todo lo que puede significar el máximo beneficio.
El valor de un acto se juzga por su oportunidad.
Sergio de Miguel, Doctor arquitecto
Madrid, abril 2017
Publicado en Grupo docente y de investigación para la arquitectura Grupo 4! de la ETSAM.