En 1959 el concepto de corrección política todavía estaba por inventarse, así que aún era posible que un periódico de tirada nacional, en este caso Blanco y Negro —suplemento cultural de ABC— publicara un artículo con este rotundo encabezado.1 El artículo cumplía todas las premisas para llamar la atención: titular polémico, composición gráfica llamativa y, sobre todo, firmante de reconocido prestigio; en este caso, Miguel Fisac.
Esta profesión se queja regularmente de que la sociedad tiene una imagen distorsionada de la labor de los arquitectos. Se nos identifica con el tópico del profesional caprichoso y pagado de sí mismo, que resulta más un estorbo que un agente útil en el proceso de construcción de la ciudad. En un vistazo rápido a la prensa actual española es fácil localizar columnas periódicas dedicadas a la crítica de cine, moda, música o arte, pero, salvo contadas excepciones, la difusión de la labor de los arquitectos se limita a alguna sonada inauguración o a algún —no menos sonado— escándalo inmobiliario. Si bien es cierto que, de unos años a esta parte, los suplementos culturales de la mayor parte de los periódicos tienen una sección dedicada a este asunto, la buena arquitectura, medida, sensata y responsable —que la hay— resulta difícil de encontrar entre noticias que tendrían mejor acomodo en las páginas de sucesos o en las de prensa del corazón.
Por otra parte, también existe la creencia de que el arquitecto no considera la opinión que sobre la arquitectura tienen los ‘no iniciados’. Buena muestra de ello es el poco interés que siempre ha mostrado el colectivo por difundir su trabajo entre el público más generalista. Demasiado a menudo los arquitectos nos servimos de un lenguaje deliberadamente críptico, aprendido y asimilado ya en las aulas que, aunque puede entenderse por una gran parte de la profesión —y aún esto es discutible—, resulta, cuanto menos, complicado de entender para el resto de la población.
Si a día de hoy se abre cualquier revista especializada, pueden localizarse descripciones como la que sigue, referidas al proyecto de un edificio de viviendas en el centro de Madrid:
«El futuro claustro resultante, o plaza interior, anticipa y promete la felicidad de una fusión morfológica, con el fin de compartir lo mejor: el alma colectiva y arbolada de la manzana. Ese alma aventada y fresca (ya que mira y respira por los huecos de doble escala a la calle) constituirá un espacio panóptico y fluyente que convertirá lo que era simple patio en una homotecia invertida y ampliada de la vivienda de doble rostro»
Este texto, que podría resultar poético y evocador para muchos, no parece, sin embargo, demasiado asequible para un lector que pretenda comprender y apreciar lo que, por otra parte, es un magnífico proyecto de arquitectura. Así que, ¿dónde radica realmente la distancia entre los arquitectos y la sociedad? Por una parte, parece que la arquitectura como tal no interesa y, por otra, se diría que los propios profesionales nos empeñamos en alejarla de la comprensión de la gente.
Este artículo de Fisac da mucho más de lo que promete en su titular. Habla de acercar la arquitectura a la gente, de tenerles en cuenta a la hora de diseñar las ciudades en las que van a vivir, de abandonar este florido ensimismamiento que nos ha convertido en ese agente incomprensible del que ahora renegamos. Habla de que, a fin de cuentas, no deberíamos estar encantados de haber inventado el frigorífico, sin pensar en que quizá, sólo quizá, la gente preferiría seguir usando el botijo.
Alberto Ruiz. Arquitecto, docente e investigador.
Madrid. Octubre 2016.
Notas:
1. «El urbanismo y las amas de casa». Este artículo apareció en la edición del día 24 de enero de 1959 en la revista Blanco y Negro.
¡Gracias por la aportación y por compartir el post!
Hola Aberto,
Creo que el diagnóstico (hace tiempo…) está más que claro: los arquitectos estamos lejos de la gente y la sociedad, pero me asombra este articulo de 1959 ya advirtiéndonos de los mismo. Creo que depurar y simplificar nuestro lenguaje es clave, aunque solo una parte de estrategia para revertir esta situación. Divulgar nuestro trabajo es importante, pero obviamente de manera simple y práctica, mostrando siempre los beneficios de la arquitectura. Lo bueno es que hoy, más que nunca, el acceso a internet nos permite tener un alcance global para acercar la arquitectura a la gente.
Me gustaría compartir contigo y tus lectores un artículo que escribí como invitado en el blog de StepienyBarno, y que me parece se complementa con tu post de hoy.
«Llegar a Todos: Nuestro gran desafío en los próximos años es popularizar la arquitectura». Espero os guste y te animes a compartir vuestra opinión. Saludos!
Ver post: http://bit.ly/2f0LCY5
¡Disiento en la afirmación de que «nadie te toma en serio» José Ramón. Me aventuro a decir que mucha más gente de la que tú crees, no hay más que comprobar las lecturas de tu blog y tus comentarios en las RRSS. Además un poco de humor nunca viene mal porque a veces nos ponemos demasiado serios y trascendentales cuando hablamos de arquitectura. Un abrazo.
P. D. Los que no le leéis, no esperéis más y hacerlo.
Sobre cómo nos expresamos los arquitectos, puedo decir por experiencia propia que intento escribir siempre lo más llanamente posible, e incluso con humor, pero con eso consigo que casi nadie me tome en serio.
La gente rimbombante e importante suele escribir, como decía Antonio Machado, «los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa», en vez de «lo que pasa en la calle».
Pero ese «ataque de importancia» le da a mucha gente. Los periodistas deportivos, por ejemplo, son muy dados a ello. «La climatología es adversa» por «hace mal tiempo».
(José Ramón).