La coherencia en el lenguaje arquitectónico, todos estamos de acuerdo, es una de las señas de identidad que nos permiten reconocer ese concepto tan difuso que conocemos como “buena arquitectura”. Aunque, hablando de términos difusos,
¿qué es eso de la “coherencia en el lenguaje”?
Mi lenguaje es coherente –aunque mis ideas no siempre lo sean- porque básicamente, siempre hablo y escribo en un castellano más o menos correcto, porque uso a menudo las mismas palabras, porque intento que la construcción de estas sea inteligible… los neologismos absurdos, las palabras robadas de otros idiomas, las muletillas y las faltas de ortografía, le restan coherencia a mi lenguaje.
Bien. Pasemos al “lenguaje arquitectónico”. Sustituyamos las palabras por formas, huecos, fachadas y cubiertas, las frases por la composición de estas, y la corrección lingüística por la construcción precisa, funcional y, a ser posible, económica –la economía de lenguaje entre los arquitectos, tanto el hablado como el formal, podría dar para un interesante debate- si intentamos establecer un paralelismo un tanto simplificador, el uso correcto e inteligible de estos elementos otorgaría coherencia a mi forma de hacer arquitectura. Digamos pues, que los pastiches, las referencias anacrónicas, y sobre todo las faltas de ortografía arquitectónica –la escayola es el “tipex” de nuestros edificios- son los grandes protagonistas de nuestras incoherencias del día a día.
Nota: Disculparán ustedes el incoherente neologismo de la frase anterior. Considérenlo una licencia artística…
El caso es que, si Mies se pasó toda su vida repitiendo el mismo detalle de esquina –cosa que no es verdad, pero ya digo que estamos en plan simplificador- por qué no voy yo a hacer lo mismo, que además, para eso tengo un Pritzker.
Y sí. Es probable que el emir de Catar haya estado en Barcelona –o incluso que tenga conexión a internet y sepa usar la wikipedia- pero si le da por preguntar por qué la torre nueva se parece tanto, pero tanto tanto tanto, a la Agbar, le podemos decir que para nada, que la de Barcelona está inspirada en las montañas de Montserrat y esta bebe de las fuentes de los alminares musulmanes, que además, para eso le hemos puesto una fachada de celosías que ríete tú de la Alhambra.
“Esto.., Jean, tío.., que esa ya se la colamos al alcalde de París con el IMA”.
“Calla, calla, que esto es coherencia de lenguaje…”
Hay que reconocer, que puestos a plagiar, siempre viste más plagiarse a uno mismo, que no hay que preocuparse por los derechos de autor. Aunque claro, siempre podemos apelar a que estamos experimentando con los procesos semióticos de intertextualización, que para eso somos arquitectos y cualquier cosa vale para explicar un proyecto.
En cualquier caso, piensen ustedes si este es el camino a seguir, aunque solo sea porque el monográfico de El Croquis va a quedar de lo más monótono…
Alberto Ruiz. Arquitecto, docente e investigador
Madrid. Julio 2013