“Construir un muro con piedras sin labrar, sin mortero, en seco, puede que haya sido el primer paso que los hombres dieron en busca de aquello a lo que hoy llamamos arquitectura” 1.
La idea del muro como tercer espacio, como frontera profunda, sólida y material entre dos mundos, fue progresivamente aligerada desde la aparición de las estructuras metálicas, no sin recorrer un interesante camino de transición que podríamos identificar en proyectos como el Home Insurance Building de Chicago2: armazón de acero y fachada de piedra o el grabado del muro en hondura tras un nuevo andamiaje. La generación posterior de tecnologías “en seco”, ha favorecido el ensamblaje de componentes ligeros frente al apilamiento de masas pesadas, una nueva gramática industrializada que parece desatender los orígenes del muro como mediador autorizado por la Historia.
Numerosos arquitectos contemporáneos han reivindicado el papel fundamental de la tradición pre-industrial de la arquitectura de fábrica frente a la delgadez de las membranas herederas de la modernidad:
“una de las razones de nuestro interés por el muro es precisamente el rechazo por este tropo moderno. Ésa sería la heurística negativa, mientras que la explicación positiva es que los muros diferencian lo interior de lo exterior, y siempre nos ha interesado el interior. Siempre hemos pensado que la idea de que son la misma cosa es otro de los tópicos modernos” 3.
Muro y espacio interior, el reverso de la manifestación del espesor hacia el exterior, hacia el afuera público4. Adam Caruso pone el acento precisamente, en el muro como instrumento de construcción del espacio interior:
“si miras las obras de Miguel Ángel, Soane, Schinkel o Webb, te das cuenta de que dedicaron como mínimo el mismo tiempo al interior que al exterior […] La idea de la casa Dom-ino, que no es otra cosa que la continuidad entre espacio exterior e interior, es muy, muy problemática” 5.
La construcción del carácter versus la cualificación del espacio interior. La frontera profunda versus la membrana sin espesor. Tal vez Alejandro de la Sota resolviera ambas en el edificio de Correos de León: una envolvente ligera a base de panel de chapa Robertson se pliega al interior retrasando la posición de la carpintería, revelando al exterior el espesor de un muro inexistente y proponiendo al interior una serie de armarios, estanterías y espacios disponibles.
El muro de aire: profundo pero sin espesor.
La anástrofe constructiva se vuelve más excitante y contradictoria desde la colocación de los paneles como sillares (en hiladas horizontales y juntas contrapeadas “a mata junta”) y acabado esmaltado en tonalidad pétrea color León. La refinada complejidad de la construcción en la obra de Don Alejandro.
El poeta Benjamín Prado escribe que “en los sueños no hay muros” 6, pero será gracias a la técnica y al ingenio que podemos “liberarnos de los grandes macizos y los grandes pesos” 7 y mantener sin embargo la profundidad de la fábrica, la densidad del límite. El tercer espacio.
Miguel Ángel Díaz Camacho. Doctor Arquitecto
Madrid. Octubre 2014.
Autor de Parráfos de arquitectura. #arquiParrafos
Notas:
1. Rafael Moneo, “En los Andes”, CIRCO 148, 2008, pág. 1.
2. El conocido como primer rascacielos del mundo en utilizar estructura de acero, fue construido en 1883 y su fachada de piedra revela un espesor que en realidad no se corresponde con su responsabilidad estructural.
3. Adam Caruso, “Forma y resistencia. Una conversación con Caruso St John”, entrevista realizada por Pier Vittorio Aureli, El Croquis nº166, pág. 10.
4. Por ejemplo en el Edificio Bankinter de Rafael Moneo, un banco de ladrillo en la Castellana en el que el espesor del muro se manifiesta al exterior a través de la composición de los huecos.
5. Adam Caruso, misma cita.
6. Benjamín Prado, «Viaje al Reino de Redonda«, en Iceberg, Madrid, Visor, 2011.
7. Alejandro de la Sota, “Nuevos materiales, nuevas arquitecturas”, Tectónica nº1.