En Elineberg, Jørn Utzon tuvo ocasión de desplegar una arquitectura orgánica, resuelta con sencillez admirable y sin recurrir a fórmulas de edificios residenciales en altura ya conocidas. La idea de repetición, inherente a un bloque de múltiples pisos (como es este el caso), es sutilmente alterada por el arquitecto danés para darle un sentido plenamente humano, vinculado con la experiencia del paisaje desde el interior de cada apartamento. Basta con leer las anotaciones que hizo sobre dos de los bocetos que trazó sobre la sección vertical del bloque tipo para advertirlo:
“Por encima del quinto piso, normalmente solo se tiene la vista del cielo” (izquierda).
“Vista maravillosa al Oresund situado a un kilómetro y medio de distancia” (derecha).
Sobre un basamento común, destinado a aparcamiento y acceso a cada torre, se disponen entre 13 y 15 plantas con 4 apartamentos en cada una, con una solución espacial de crujía única tipo megaron 1 para cada unidad de vivienda, primando la orientación solar meridional. Reunidos en torno a un muy reducido núcleo de comunicaciones situado en la espalda de la torre, cada megaron se desliza respecto al contiguo para evitar una fachada plana y lograr una mayor privacidad visual desde las terrazas in antis que se asoman entre los muros de ladrillo paralelos. La secuencia funcional en su interior es modélica, con el dormitorio al norte, la cocina y recibidor en el centro, y el salón con la terraza al sur.
La sección nos revela la segmentación vertical y decreciente de la torre: los tres primeros pisos formando una base ancha, con las terrazas de mayor tamaño; los tres siguientes menguan el espacio-megaron tanto en el salón como en el vuelo de la terraza, conservando aún el nivel del piso en una única cota como los pisos inferiores (salvo por el escalón de salida a la terraza); en el resto de plantas, el forjado se resuelve ya en tres cotas distintas, cuyo desnivel se acentúa conforme el piso está más alejado del terreno, al escalonar el salón en dos tramos y la terraza (convertida en balcón). Al plegar el forjado, el techo de la crujía desciende y limita la visión del anodino cielo nórdico, y, a cambio, al situar el antepecho del balcón al nivel del suelo del comedor, el habitante puede divisar el distante estrecho marino del Øresund. Para evitar la sensación de vértigo, y de nuevo rompiendo con las reglas del funcionalismo más fordiano en el alzado, Utzon proyectó una vibrante celosía de delgados listones verticales cuya densidad era directamente proporcional a la sensación de vértigo, “sobre los que crecerá el verde” según palabras de su autor.
El proyecto de Elineberg tardó en construirse y perdió gran parte de su intensidad orgánica al simplificar las soluciones que habían permitido al arquitecto huir de la idea de serie, motivo por el que esta obra apenas ha tenido reconocimiento en el conjunto de la obra de Utzon. Sin embargo, es éste un proyecto muy fructífero, pues sirvió al arquitecto como modelo de torre para residencias de estudiantes (recuérdense la propuesta para el concurso del “LO College” en Helsingør, o para la escuela “Højstrup” en Elsinore, ambas de 1958); y también como sistema de implantación orgánica en el terreno en forma de racimo serpenteante, que luego serían la base de sus encantadores conjuntos residenciales de las “casas Kingo” en Helsingør (1957) o las de Fredensborg (1965).
En todos los proyectos mencionados se presiente esa sentencia de Ralph Erskine que Utzon hizo suya al afirmar que “en el desarrollo de un proyecto, el cliente, es decir, el futuro usuario del edificio, con su particular estilo de vida, es un material de construcción tan importante como el hormigón, el ladrillo, la piedra, la madera y el acero”. 2 Esa actitud vitalista y humana del arquitecto danés se trasluce en la frescura de esta precoz obra sueca, desde sus grandes trazas y hasta sus pormenores, haciendo verosímil sus palabras premonitorias de su ensayo “La esencia de la Arquitectura” de 1948, con las que parece describir su propia casa de retiro mallorquina en Porto Petro:
“Es necesario tener una sana visión de la vida. Entender el concepto que significa caminar, sentarse y tumbarse cómodamente, disfrutar del sol, la sombra, el agua contra el cuerpo, la tierra y todas las sensaciones menores. El bienestar debe ser la base de la arquitectura si se quiere alcanzar la armonía entre el espacio que se crea y lo que en él se va a desarrollar. Resulta simple y muy razonable”. 3
Tan simple y tan razonable como este proyecto, verdadero objet trouvé que uno se topó por el camino preparando un concurso para realizar la vivienda que atendiera las demandas contemporáneas y futuras. Y, paradójicamente, encontré esa sensatez en una obra que ya había sido soñada nada menos que 60 años antes por Utzon. No estoy tan seguro de que hoy aún podamos siquiera emular aquellos experimentos residenciales del empirismo nórdico que aún permanecen con dignidad contrastada entre nosotros.
Rodrigo Almonacid [r-arquitectura] · doctor arquitecto
valladolid. octubre 2014
Notas:
1 Kenneth Frampton describe a estas torres como el resultado de diversas “combinaciones de la misma unidad tipo megaron”. Cfr. FRAMPTON, Kenneth: “Jørn Utzon: Froma transcultural y metáfora tectónica”. Catálogo monográfico dedicado a Jørn Utzon, Ministerio de Obras Públicas, Transporte y Medio Ambiente, Madrid, 1995, p.25.
2 Citado por el propio Jørn Utzon en su ensayo “La importancia de los arquitectos”. Op. Cit. p.13.
3 UTZON, Jørn: “La esencia de la Arquitectura” (orig. 1948). Ibidem p.15.