Gunnar Asplund y su némesis. Pelea de gallos
Gunnar fue la bisagra entre el gélido clasicismo sueco y los vientos que soplaban del sur.
Un maestro refinado y visionario.
En 1915, mientras Europa se desangraba, concibió el más hermoso cementerio contemporáneo.
Pero Gunnar no estaba solo.
A su lado había una sombra embozada, esquiva incluso para el objetivo fotográfico. Podría llamarse Sigurd.
Luego sus caminos se separaron.
Gunnar aceptó con énfasis la modernidad y fue paseado a hombros por sus coetáneos. Estocolmo, Gotemburgo, Stennäs.
La sombra, por su parte, se perdió durante décadas para reaparecer en sus días postreros en el remoto Klippan y el impronunciable Bjorkhagen.
En su lecho de muerte, Gunnar se preguntó si tanto esfuerzo había valido la pena.
El primo Ramón
Concepción, Chile, invierno de 2014