En los años 80 un grupo de jóvenes arquitectos salidos de la escuela de arquitectura de Moscú (MArhkI) formó parte del movimiento teórico y utópico llamado arquitectura de papel. Los más conocidos entre ellos fueron: Mikhail Belov, Alexander Brodsky, Ilya Utkin, Mikhail Flippov, Nadia Bronzova y Yuri Avvakumov. Arquitectura de papel, o arquitectos de papel era un nombre peyorativo, una auto parodia y una protesta: el grupo hacía proyectos no solicitados, imposibles de realizar y contrarios a las directrices oficiales de la producción arquitectónica. Históricamente el término “arquitectura de papel” se acuñó en los años 20 para designar –negativamente- todos aquellos proyectos que por su forma o contenido utópico fueron alejados de su tiempo, ideología y economía y que por tanto no aportaban nada a la construcción del socialismo. En los años 80, tras las vueltas estalinistas y khruschevistas, la arquitectura de papel significaba el recuerdo o la reinterpretación del constructivismo ruso y, al mismo tiempo, la huida de los espacios impersonales, modulares, informes y baratos de la ciudad soviética producidos tras las reformas simplificadoras de Kruschev. Los arquitectos de la arquitectura de papel son hijos de la estagnación sobre todo económica y política previa a la Perestroika, cuyos reflejos en arquitectura, aunque bien disimulados en los grandes proyectos estatales, cobraban presencia en todo lo referido a la zona residencial o al espacio público no representativo. En definitiva, en la construcción de la ciudad y definición y mantenimiento del espacio público urbano.
Los jóvenes arquitectos se presentaban masivamente a los concursos de ideas organizados por las revistas Japan Architect y A+U, enviando entre 1981 y 1984 centenares de propuestas al año. Esta productividad se mantuvo, aunque disminuyendo, hasta 1988 y produjo más de 50 premios. Según Mikhail Belov,
“Lo que hacía estas propuestas diferentes de las semejantes trabajos del occidente, es sin duda, lo mismo que distingue al rock soviético del rock occidental: la tensión, la aspiración a expresarse hasta el final, la búsqueda por la harmonía perfecta y un confort elemental.”
Su propuesta para el concurso de ideas de A+U de 1984 titulado “El estilo para el año 2001” describía muy gráficamente las referencias con las que contaban los jóvenes arquitectos, cuya contraposición conceptual venía personificada en un Stalin y un Modulor. Una torre parecida a la Universidad Lomonosov contrapuesta a una anónima torre de cristal, un arco y columnas con relieves que frivolizan la habitual iconografía del realismo socialista, estrellas de cinco puntas, enmarcan el encuentro de dos personajes e ilustran la intensidad de aquel patrimonio teórico que buscaba expresarse, como apuntaba Belov.
El mismo concurso fue ganado por otro “arquitecto de papel”, Yuri Avvakumov, de 27 años, entonces profesor en el MArhkI recién titulado. El proyecto que presentó se titulaba Ciudad-Club, una reflexión sobre el barrio donde vivía, las manzanas alrededor de la calle Nagornaya de Moscú, un microrayon (micro distrito) de unos 30.000 habitantes. Formado en los años 60, en la primera etapa del boom de las khruschovki –edificios prefabricados de relativamente baja calidad- de entre 5 y 10 plantas y una aspecto repetitivo e impersonal. Como problema se identifica la planificación informe, típica de los barrios-dormitorio con el espacio público tratado como un resto de la construcción, funcionalmente indefinido y sin favorecer la relación interhumana. Un problema recurrente y sin resolver, exceptuando los paliativos que ha aportado la sociedad de consumo, en las ciudades socialistas de toda Europa.
El concepto del proyecto extiende la idea de club, un espacio cerrado, interior e íntimo, destinado a un grupo limitado, a la ciudad y lo contrapone a la planificación masificada e impersonal de la ciudad socialista. El club, o mejor, el club obrero fue todo un mito de la arquitectura vanguardista soviética: condensador social, taller y escenario de la transformación del hombre, base de la sociedad comunista. En 1984, los ideales de crear el nuevo hombre soviético eran ya obsoletos y la reminiscencia al club obrero tenía un aire irónico.
El proyecto tiene dos vertientes: primero, de identificar los espacios urbanos típicos, para dotarlos de un confort adecuado para un urbanita moderno. Segundo, de desarrollar en estos espacios las estructuras adaptables a los usos que los habitantes les quieran asignar. El proyecto muestra diferentes opciones de cómo crear la red de ambientes que pueden aparecer y desarrollarse independientemente, pero sin embargo, formar una unidad estilística y formal. Avvakumov crea “interiores urbanos”: plaza, carril, patio, bulevar, calle, parque. Les dota de estructuras básicas aparentemente efímeras, modulares, prefabricadas y altamente adaptables; las sitúa en el suelo y en los edificios para que los nuevos clubs puedan integrar a todo el espacio.
El proyecto de Ciudad Club nunca se planteó seriamente para incorporarlo en la planificación urbana de Moscú, ni tan sólo como concepto a estudiar y adaptar. Sin embargo a Yuri Avvakumov le trajo cierto prestigio profesional. En 1984 en el Museo Mayakovsky de Moscú fue organizada una exposición donde, al lado de las obras históricas, los organizadores incluyeron una pequeña sección de las obras contemporáneas, seguidoras del modernismo. El Proyecto de Ciudad Club que justo había ganado el concurso en Japón fue incluido, pero a los tres días de la inauguración tuvo que ser retirado por no haber pasado la censura militar. Sin embargo, a Boris Yeltsin, entonces alto funcionario del PCUS de Moscú, le gustó el proyecto y lo elogió públicamente. No fue el proyecto, pero sí esta mención que a Avvakumov le valió la entrada en la Unión de los Arquitectos de la URSS.
El concepto de estructuras intermedias pensado para la calle Nagornaya tuvo sus paralelas occidentales en la obra de Bernard Tschumi o del grupo NATo. Yuri Avvakumov lo volvió a desarrollar junto con Yuri Kuzin en el proyecto de Leonidovsk (1987), donde implementaron una serie de elementos intermedios entre los volúmenes y en el espacio público del famoso esquema constructivista que Ivan Leonidov presento en 1930 en el concurso para la nueva ciudad socialista de Magnitogorsk.
“La arquitectura del desierto urbano es contemporánea… como acróbatas errantes, apareciendo desde ninguna parte y yéndose a ninguna parte, auto-elevadora, auto- y constantemente reparable, pobre proletaria antes que acomodada, absurda y de papel antes que real y acabada. Esta es la reinterpretación de hoy de las vanguardias de los 1920…”
Y. Avvakumov, 1984
Jelena Prokopljevic. Doctora Arquitecta
Barcelona. marzo 2014
Fotografías:
1 y 3 Nostalgia of Culture. Contemporary Soviet Visionary Architecture. The Architectural Association. London, 1988
2 y 4 Agit Arch