Pensar, proponer, decidir la arquitectura depende de muchas variables.
Y muy menudo, la estrategia elegida para llevar a cabo un proyecto es en sí un proyecto. Una intención.
Resulta tan inmediato como común reconocer el mundo de los datos previos como un compendio de elementos que sumados dan como resultado el enunciado del problema. Que es preciso comprender, analizar y sintetizar.
Cuestiones como el emplazamiento, el programa funcional, o el tamaño relativo son normalmente datos objetivos.
Y como tales, se colocan en un sumando sucesivo que engloba el todo del problema.
El objetivo es, habitualmente, ser capaz de manejar un resultado que provenga de un sumatorio controlado de incógnitas.
Es por ello que, también de modo inmediato, los proyectos de arquitectura se conviertan, casi siempre, en cómo actuar mediante adiciones de elementos. Mediante conjuntos añadidos de información. En propuestas en las que lo primordial es encontrar los modos de unir, confrontar y separar.
Pero al igual que en todo proceso de búsqueda muchas veces es más importante reconocer lo que no se debe hacer antes que elegir la solución, podemos llegar a entender que frente a un conjunto ordenado de datos objetivos podemos proponernos actuar mediante la resta de posibilidades más que con la suma de expectativas.
Es decir, podemos partir de vislumbrar entidades globales con las que actuar mediante la sustracción de elementos irrelevantes o secundarios.
Reconocer que el camino hacia la consecución de un resultado es indeterminado y que una posibilidad tan capaz o más que la de «poner» es la de «quitar».
Lo abstracto y subjetivo se imponen siempre. Porque son, de algún modo, las herramientas que posibilitan la consecución de la arquitectura. Y es en ese momento cuando encontrarse frente algo que hemos sabido «limpiar» mediante la sustracción selectiva se hace más interesante.
Es entonces cuando la gran potencia del todo frente a las partes subyace. Despejado de lo accesorio el «lleno» concluye más intenso gracias a la oportunidad del «vacío».
Supone, en suma (o mejor «en resta»), buscar en la renuncia la fuerza.
Sergio de Miguel, arquitecto
Madrid, febrero 2010