En 1944, el mundo parecía moverse con lentitud. Los viajes transatlánticos se realizaban en pesados paquebotes, los automóviles se desplazaban por carreteras sinuosas y las fotografías eran reveladas en laboratorios oscuros. Pero Jennifer, la hija de Edwin H. Land, no entendía por qué debía esperar para ver las instantáneas de sus vacaciones1. Cuatro años más tarde, su padre lanzaba al mercado la Polaroid, una cámara capaz de revelar las imágenes de manera automática en 60 segundos.
Land había llevado a cabo previamente experimentos relacionados con la óptica y los procesos químicos de la fotografía. Desde sus años de estudiante en Harvard se había interesado por la posibilidad de fabricar en laboratorio un filtro polarizador que sustituyese los costosos cristales polarizadores naturales. En torno a 1930, el investigador obtuvo el primer polarizador sintético, cuyas aplicaciones abarcaban desde cristales para gafas de sol hasta objetivos de cámaras fotográficas. Con él, las imágenes ganaban en nitidez y era posible controlar el efecto de los reflejos.
El éxito de sus ensayos llevó a Edwin H. Land a abandonar la universidad y a fundar la Land-Wheelwright, que en 1937 cambió su nombre por Polaroid Corporation.
Los polarizadores sintéticos tuvieron una gran aceptación en el mercado, y durante la Segunda Guerra Mundial, el Ministerio de Defensa estadounidense se abasteció del invento de Land. De este modo, Polaroid se estableció como una empresa solvente.
Todo parecía ir bien hasta que Jennifer se quejó de la lentitud en el positivado de las fotografías. Entre 1944 y 1947, Edwin H. Land desarrolló el sistema de revelado instantáneo Polaroid. El primer modelo de cámara que lo incluyó –la Model 95– tenía la apariencia de una cámara vertical de fuelle corriente, aunque su tamaño era un poco mayor.
Su interior contenía el mecanismo que hacía posible lo que hasta ese momento parecía ciencia ficción: un minuto después del disparo, la fotografía era ya visible. El sistema constaba, en esencia, de una película negativa, una hoja positiva y un cartucho que contenía el revelador. Tras la exposición, las dos hojas pasaban por dos rodillos que reventaban el cartucho y lo disponían uniformemente. Cuando el proceso finalizaba, una solapa situada en la parte posterior de la cámara se abría, y la fotografía podía ser despegada y contemplada. Eso era todo.
El aparato fue presentado en 1947 a la Optical Society of America, y el 26 de noviembre del año siguiente salió, por fin, al mercado. La Model 95 sólo permitía hacer fotografías en blanco y negro.
Land continuó trabajando en el desarrollo de los productos Polaroid para trasladar el proceso a la fotografía en color. Fruto de sus experimentos –y tras una serie de sucesivas mejoras- Polacolor vio la luz en 1963. El investigador americano recibió el doctorado honoris causa como reconocimiento a sus contribuciones y llegó a formular una teoría sobre la percepción del color.
Pero la competencia fue el mayor acicate para continuar refinando sus prototipos: en las décadas siguientes las grandes marcas de la industria fotográfica –Kodak, Fuji o Agfa– desarrollaron sistemas similares al que Land había ideado. No obstante, el sistema Polaroid mantuvo su liderazgo frente a los demás fabricantes.
Hubo un enemigo al que Land no fue capaz de derrotar. El tiempo trajo las computadoras personales y, más tarde, las cámaras digitales. La fotografía encontró un nuevo escenario a partir de la última década del siglo XX. Proliferan desde entonces redes sociales que consolidan el soporte digital y multiplican el número de imágenes, olvidando que en el
‘espantoso y letal proceso fotográfico’
sus vidas son
‘desprovistas de pasado y futuro’.2
Borja López Cotelo. Doctor arquitecto
A Coruña. Diciembre 2012
Notas:
1. VV.AA. (2006), Mass Production. Phaidon Design Classics Volume Two. Londres, Phaidon Press Limited, art. Num.356
2. KANTOR, Tadeusz (2010), La Clase Muerta. Wielopole, Wielopole. Barcelona, Alba Editorial, pag. 261