La primera mitad del siglo XX supuso el asentamiento del hormigón armado como el nuevo material de la arquitectura. Su capacidad estructural abrió el camino a la inventiva en el sentido de la utilización de grandes estructuras de hormigón para edificio públicos. Todavía hoy esa generación de arquitectos e ingenieros que experimentaron con nuevas formas derivadas del uso del hormigón son respetados y aclamados, y sus trabajos tienen gran eco en la arquitectura más contemporánea.
Freyssinet, Torroja, Maillart o Nervi son los nombres de esos maestros constructores e ingenieros que con el nuevo siglo abrieron nuevos caminos. Su aportación en el ámbito de la construcción va mucho más allá del manejo del hormigón armado, introduciendo no solo el uso del nuevo material sino nuevas tipologías formales que mejoraban su comportamiento.
Por ejemplo cabe destacar las figuras del ingeniero francés Eugene Freyssinet que fue el primero en el uso de hormigones pretensados, o la de Eduardo Torroja que apostó por el uso de estructuras laminares de bajo espesor. La obra de Torroja, como su personalidad, sobria y silenciosa, sigue viva en la memoria y en las referencias de las escuelas de ingeniería de todo el mundo.
El frontón y el bolatoki del barrio donostiarra de Añorga, encargados por Cementos Rezola con el fin de sustituir los viejos equipamientos fueron inaugurados en el año 1949. El interés de ambos edificios está en el arriesgado planteamiento de la estructura de cubierta. Una finísima lámina de hormigón de 5 centímetros creada mediante formas cónicas entrelazadas da a dicha cubierta un aspecto ligero y ondulado. Esa ligereza expresada por la cubierta es posible gracias al concepto de lámina, que mediante su sección en curva adquiere condiciones mecánicas suficientes para sustituir las vigas tradicionales.
Otras dos obras claves en la trayectoria de Torroja son el frontón Recoletos y el Hipódromo de la Zarzuela, ambos en Madrid. El frontón Recoletos, construido en 1935 con el arquitecto bilbaíno Secundino Zuazo, es un gran espacio cubierto por una lámina compuesta de dos secciones circulares de casi 60 metros de largo y con unas celosías triangulares que permitían la entrada de la luz del norte para iluminar la cancha sin deslumbrar a los pelotaris.
La bóveda del frontón Recoletos es tal vez la máxima expresión de la ingeniería estructural donde función y forma alcanzan un punto de simplicidad y belleza, a la vez preciso y armónico. Torroja cubre el frontón con una bóveda que no es tal, ya que el estudio detallado de la estructura descubre que en realidad se trata de una doble viga curva que se apoya en el frontis y en el rebote, una solución que apuesta por el ingenio frente al despilfarro, y de la que se podrían sacar grandes conclusiones hoy en día.
La marquesina del Hipódromo de la Zarzuela, que vuela casi trece metros, es probablemente el otro gran edificio de Eduardo Torroja. Además de la espectacularidad del sistema estructural hay que añadirle dos situaciones de contexto que aumentaron la épica del edificio. Por un lado el edificio fue terminado el 18 de julio de 1936, y se inauguró cinco años más tarde en 1941, después de haber resistido fuertes impactos de artillería durante la guerra civil, lo que aporto un valor añadido al sistema estructural. Por otro lado el edificio y su temeraria estructura se encuentran esta vez en plena naturaleza, en un paisaje vegetal en el que las geometrías curvas de hormigón de la cubierta del graderío contrastan con total nitidez, aumentado su carácter monumental.
Estas arquitecturas han sido de vital importancia en la formulación actual de edificios, en los que las estructuras tienen gran importancia, como estadios, polideportivos o grandes equipamientos.
El proyecto presentado para la reforma del hipódromo parisino de Longchamp, obra de Dominique Perrault mantiene esta relación de las grandes estructuras de hormigón con el paisaje. El solar se encuentra en uno de los mayores espacios verdes de la capital francesa, y el proyecto pretende que el paisaje se mantenga continuo, de manera que el hipódromo sume su vegetación a la del bosque que lo rodea.
Una vez resueltos los problemas funcionales de llegada, y tránsitos de caballos, jockeys y público en la cota de apoyo del edificio, la propuesta toma fuerza presentando una monumental estructura de hormigón que resuelve las tribunas. Grandes pilares inclinados y amplios forjados horizontales describen una geometría apilada pero inestable que parece hablar del movimiento y la velocidad propias del hipódromo. La estructura conforma de alguna manera la totalidad del edificio, y la inclinación de los planos horizontales de las tribunas hacia la pista para facilitar la visión en la línea de meta, amplifican la rotundidad monumental del conjunto.
Un único elemento parece adquirir otro protagonismo. Se trata del volumen prismático de vidrio que con 123 metros de largo y 23 de ancho remata el edificio en un gran vuelo. Esta pieza alberga la cafetería, el restaurante y las salas vip del hipódromo. Su singular ubicación le aporta vistas panorámicas sobre el Sena y el Bois de Boulogne además de colocar el equipamiento hípico en el skyline de la capital francesa.
Esta rotundidad de la estructura de hormigón desnuda y despojada de cualquier ornamento frente al desorden natural del paisaje circundante, reafirma el planteamiento de las grandes estructuras de hormigón de principios del siglo pasado y pone de manifiesto el valor de la monumentalidad como recurso arquitectónico, también en la época contemporánea.
íñigo garcía odiaga . arquitecto
san sebastián. diciembre 2011
Publicado en ZAZPIKA _ 2011.12.04