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Segundas oportunidades | Silvia Blanco Agüeira

Pabellón de Luxemburgo en Bruselas, durante su construcción en 1957 en el recinto de Heysel. Procedencia Archivo Torroja, CEHOPU-CEDEX
Pabellón de Luxemburgo en Bruselas, durante su construcción en 1957 en el recinto de Heysel. Procedencia: Archivo Torroja, CEHOPU-CEDEX

En 1961, tan solo dos años después de la reconstrucción del Pabellón de los Hexágonos en la madrileña Casa de Campo, se producía otra sorprendente irrupción en la capital española: la llegada del pabellón que el Ducado de Luxemburgo había construido en la Exposición Universal de Bruselas de 1958.

«Ofrecido en ventajosas condiciones»,1

afirmaban las crónicas de la época. Pocos saben en la actualidad de la cohabitación durante décadas de dos de los protagonistas de aquella Expo58.

El pabellón español, diseñado por José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, abandonado desde 1975; el luxemburgués, adquirido por la Cámara de Comercio de Madrid, funcionando en el Paseo de la Castellana como Palacio de Exposiciones hasta los años noventa.

Pabellón de Luxemburgo en Bruselas ya terminado en el recinto de Heysel. Procedencia Archivo Torroja, CEHOPU-CEDEX.
Pabellón de Luxemburgo en Bruselas ya terminado en el recinto de Heysel. Procedencia: Archivo Torroja, CEHOPU-CEDEX.

En la visita al gran evento belga, alguien debió reparar en las notables capacidades expositivas de la propuesta del pequeño ducado. Formado por dos pabellones unidos entre sí por una pasarela, contaba con una superficie útil de 1.680 metros cuadrados. De sus tres proyectistas, el más conocido era sin duda Jean Prouvé, que fue colaborador necesario en Bruselas de varios pabellones más, entre los que se encontraban el de Francia, el de la villa de París o el de la editorial Hachette. Junto a Prouvé, los luxemburgueses René Mailliet y Pierre Reuter fueron los autores de una obra de líneas simples. Calificada en la época como una pequeña joya de arquitectura, concentrada, moderna y

«de bien colocadas patas»,

parecía ser ejemplo consciente del alto coste que suponía para algunos países querer superar a sus vecinos.2

Frente a ello, el deseo de mostrar a Luxemburgo como un destino atractivo se tradujo en una arquitectura sobria, transparente, que albergaba en su interior referencias a los paisajes, al turismo, a la minería y a la viticultura del país, así como a la futura presencia de instituciones ligadas a la Comunidad Europea del Carbón y el Acero.

Con la promoción de este último material, producido tanto a nivel nacional como comunitario, no podían obviarse las posibilidades de reutilización del edificio, empleando para ello una estructura cuyo peso rondaba las 800 toneladas, y que llegó a Madrid vía férrea tras haber sido desmontada por la empresa belga Paul Wurth.

Interior del edificio durante la Expo58. Procedencia wikipedia.org
Interior del edificio durante la Expo58. Procedencia: wikipedia.org

El reportaje del traslado mostraba enormes piezas metálicas atravesando medio Madrid desde la estación Imperial. Las imágenes del montaje —desarrollado entre 1962 y 1963—, retrataban el edificio tras un cartel donde se podía leer «XXV años de paz». Los planos mostraban un solar rectangular con ochenta metros de fachada hacia la vía principal.

La parcela elegida se situaba en lo que hoy sería el número 257 del Paseo de la Castellana, ofreciendo espacio para otras construcciones que completaban un programa que trataba de dotar a Madrid de un recinto dedicado a la celebración periódica de certámenes comerciales e industriales.

El arquitecto Pascual Bravo Sanfeliu, asesorado por la Oficina Técnica de Eduardo Torroja Miret, fue el encargado de levantar un complejo que desde 1949 venía anhelando Juan Abelló Pascual, el presidente de la Cámara de Comercio madrileña.

Llegada a Madrid del pabellón en 1961. Procedencia: Archivo de la Cámara de Comercio de Madrid
Llegada a Madrid del pabellón en 1961. Procedencia: Archivo de la Cámara de Comercio de Madrid

Con este objetivo, se estudiaron con atención las perspectivas, la distribución y la circulación de los visitantes. Sirva como ejemplo la nueva potencia visual del pabellón original, obtenida tras elevarlo tres metros sobre la rasante de la avenida. Surgió así la oportunidad de construir en semisótano espacios complementarios que alcanzaron los 5.000 metros cuadrados de superficie.

Además de esta zona expositiva adicional, se añadió una construcción de cuatro plantas con un pórtico previo que servía de acceso principal. Había especial interés en que el espacio expositivo no desmereciese del exhibido en otras ferias provinciales.

Con una superficie útil total de 11.000 metros cuadrados se cumplió el objetivo, sin dejar de lado la adecuación del edificio al clima madrileño y a una nueva función, lo que obligó a un acondicionamiento ambiental, acústico y luminoso, así como a la inclusión de redes completas de saneamiento, sistemas de emergencia y de prevención de incendios. No hubo mejor estreno para todo el recinto, germen de la actual Institución Ferial de Madrid (IFEMA), que la exposición de siderurgia francesa con la que se inauguraron las instalaciones el 13 de octubre de 1964.

Montaje en España. Procedencia: Archivo de la Cámara de Comercio de Madrid.
Montaje en España. Procedencia: Archivo de la Cámara de Comercio de Madrid.

Tres meses antes se habían bendecido las obras, con Juan Abelló agradeciendo en su discurso la ayuda técnica prestada por el Gobierno de los Estados Unidos para un proyecto tan ambicioso. Veintisiete años después de este evento, se celebraba la última feria en el recinto, con un Salón Internacional dedicado a la Educación.

Este breve paseo por los márgenes de la Expo58, y por aquellas propuestas que han quedado sepultadas en el olvido, aportan recompensas suficientes y remiten a premisas que siguen de actualidad sesenta años después: problemas relacionados con la no permanencia, la prefabricación, la reutilización de contenedores, la rápida ejecución y la capacidad de asumir programas abiertos.

Soluciones servidas en crudo, sin afeites, sin grandes aspiraciones estéticas, con precisas descripciones y sin adjetivos edulcorantes. Respuestas impecables, que en el caso del pabellón luxemburgués se metamorfosearon en segundas oportunidades.

Imagen nocturna del Palacio de Exposiciones de la Cámara de Comercio de Madrid. Procedencia Archivo de la Cámara de Comercio de Madrid.
Imagen nocturna del Palacio de Exposiciones de la Cámara de Comercio de Madrid. Procedencia: Archivo de la Cámara de Comercio de Madrid.

Silvia Blanco Agüeira, doctora arquitecta
Viveiro, junio 2018

Notas:

La compra se formalizó en cinco millones de francos de la época, aunque este dato no aparece citado en: Bravo Sanfeliu, Pascual, «Palacio de Exposiciones de la Cámara de Comercio de Madrid», TA: temas de arquitectura y urbanismo 67 (1964), p. 36.

Tanner, Ogden, «The best at Brussels», Architectural Forum 108 (1958), p. 86.

Archivo Torroja, CEHOPU-CEDEX.

Discurso completo de Juan Abelló Pascual en: «Se inaugura nuestro Palacio de Exposiciones», Comercio. Revista Mensual de la Cámara de Comercio de Madrid 152 (1964), p. 12.

«Bendición de las obras del Palacio de Exposiciones de la Cámara Oficial de Comercio», diario ABC, 4 de julio de 1964, p. 64.

Interdidac. Salón Internacional de la Educación (19-22/03/1991). «Memoria de actividades 1991 de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid».

Mallo, Álvaro; Blanco, Silvia; Carballo, Francisco, «Denostada Bx´58» (Conferencia impartida dentro del curso Secretos de la Arquitectura, Fundación Luis Seoane, A Coruña, 19 de mayo de 2014).

Agradecimientos:

Se agradece especialmente a la Cámara de Comercio de Madrid y a CEHOPU-CEDEX (Archivo Torroja) la información y las imágenes facilitadas para la realización de este artículo.

Silvia Blanco Agüeira
Silvia Blanco Agüeira
Silvia Blanco es una doctora arquitecta gallega que se dedica a la teoría de la arquitectura. Cuenta con un gran número de publicaciones, ponencias, artículos científicos y comunicaciones que giran alrededor de tres ejes temáticos: el estudio de olvidados y notables ejemplos de la historia de la arquitectura; la puesta en valor del patrimonio arquitectónico del noroeste peninsular, en especial, el construido en la segunda mitad del siglo XX; y por último, la implementación de métodos de aprendizaje que fomenten el sentido crítico y la capacidad analítica del alumno.
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