Medir la vida
Así, si no es medible no es útil, así se ha convertido nuestra vida. Todo aquello que es medible es lo alcanzable, incluso todo aquello que está próximo a nuestros sueños podría no serlo y ya por ese hecho, es medible.
Son medidas justas que pueden incluso abarcar el espacio que ocupan nuestros brazos cuando queremos, o la hendidura que dejamos sobre la arena mojada cuando pisamos, y el contorno irregular del sillón cuando nos levantamos por un vaso con agua (o de la mano que lo toma bordeando su perímetro, dejando las huellas de nuestra actitud), o de los pasos que damos cuando nos devolvemos al sillón. La del dedo índice – empujado por los demás dedos- que retira un libro pequeño del librero, o del espacio vacío que deja el libro al ser apartado de sus compañeros. Todo lo que le tiempo cuenta de nuestros actos es medible.
Y de la luz que imita nuestra vida, de aquella que nos incentiva a mirar más allá, de la que hace una semblanza de nuestra rutina- sobre el suelo – al pasar las horas, que siempre cuenta algo de nosotros, que cada mañana y tarde intenta revelar nuestras proyecciones y anhelos.
Habitar las medidas
Medir la vida, es habitar nuestras huellas desde la experiencia, desde el movimiento, desde la distancia de tiempo que hay entre la merienda y la cena.
«Para mí cualquier tipo de arquitectura, sea cual fuere su función, es una casa. Solo proyecto casas, no arquitectura. Las casas son sencillas. Siempre mantienen una relación interesante con la verdadera existencia, con la vida», confiesa el arquitecto Wang Shu, el ganador del premio Pritzker de 2012. Estoy en general de acuerdo con mi colega chino. La casa es un escenario concreto, intimo y único de la vida de cada uno, mientras que una noción más amplia de la arquitectura implica generalización, distancia y abstracción. El acto de habitar revela los orígenes ontológicos de la arquitectura, y de ahí que afecte a las dimensiones primigenias de la vida en el tiempo y el espacio, al tiempo que convierte al espacio insustancial en espacio personal, en lugar y, en última instancia, en el domicilio propio. El acto de habitar es el medio fundamental en que uno se relaciona con el mundo».1
La vida es medible, siempre es medible, si no medimos es porque la vida ya se ha ido, pero incluso habrá alguien que nos usará para medir el tiempo. La vida incluso cuando ya no esta sirve, vuelve a medir.
Notas:
1 Juhani Pallasmaa, “Prólogo. Habitar en el espacio y en el tiempo”, Habitar (Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2016), 7.