Paulatinamente nos convertimos en nómadas sin un espacio propio ni definido. Estamos obligados a vivir en un tiempo que no controlamos y que oscila entre diferentes mundos que tenemos que lograr interpretar para gestionar los compromisos a los que nos obliga. Vivimos inmersos en universos diferentes que se superponen e interactúan formando un gran mosaico en movimiento perpetuo dentro de un mundo global. Nos encontramos en un entorno de cambio permanente y de futuro indescifrable en el que se está construyendo un mundo formado por redes globales sustentadas por las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), que se convierten en el eje sobre el que gira un nuevo paradigma informacional, y del que somos partícipes desde la vivencia de una realidad digital tan real como la física. Dicho conjunto de realidades es capaz de impulsar el desarrollo de un nuevo orden informacional que nos permitirá, si queremos, ser actores activos de los cambios paradigmáticos que vivimos. El informacionalismo está estructurando nuestra sociedad de forma permanente y ubicua a través de tecnologías de código abierto, sometidas a un nuevo neodarwinismo ahora informacional, que modifica la noción que tenemos de espacio y tiempo, y donde la materialidad de la sociedad industrial se está transformando para convertirse en una digitalización que no entiende de límites.
A partir de aquí empezamos a explicar nuestro posicionamiento como arquitectos y urbanistas. Una posición que, a imagen de la sociedad en la que vivimos, viene marcada por la gestión de un entorno informacional cada vez más complejo y sumido en una continua y rápida transformación. Una transformación sin un rumbo predecible que afecta a todos los ámbitos de nuestro trabajo, y nos obliga a posicionarnos delante de una sociedad en perpetuo cuestionamiento. Este cambio estructural, consecuencia de la Sociedad Red, ha llevado a redefinir dos de las bases de nuestra existencia, el espacio y el tiempo. Como consecuencia, estamos obligados a dar respuesta a los dos pilares sobre los que se estructura nuestra sociedad, un nuevo concepto de espacio, el espacio flujo, y otro de tiempo, el tiempo atemporal, que inevitablemente coexistirán con los anteriores. Nuevos conceptos de espacio y tiempo que son producto de una transformación histórica, donde la tecnología marca la promesa de un nuevo devenir.
Tenemos que entender, como arquitectos, que el espacio ya no se organiza solamente alrededor de la idea de progreso o está destinado al desarrollo de las fuerzas productivas, como ocurría hasta ahora en la sociedad industrial. En la actualidad aparece el concepto de espacio de los flujos como la herramienta para dar forma material y soporte a procesos y funciones constituidos por nodos y redes que surgen de la Sociedad Red. Es el espacio que se construye alrededor de los flujos: de capital, de información, de tecnología, de interacción organizativa, de imágenes, sonidos y símbolos, pero también de personas e ideas. Flujos que se componen de múltiples y simultáneas secuencias de intercambio e interacción entre los diferentes actores sociales en todos los ámbitos de nuestra sociedad (políticos, económicos y simbólicos), es decir, la Sociedad Red se ha convertido realmente en una procesadora de flujos. A partir de aquí nos encontramos con la consecuencia de que los lugares, basados en la contigüidad y la práctica, el significado, la función y la localidad, ya no forman parte de espacios únicos, sino que adquieren un papel nodal entre múltiples espacios fragmentados y, en muchas ocasiones, desconectados. Como plantea Manuel Castells, estamos frente a «una nueva forma espacial característica de las prácticas sociales que dominan y conforman la Sociedad Red: el espacio de los flujos. El espacio de los flujos es la organización material de las prácticas sociales en tiempo compartido que funcionan a través de los flujos»1.
Paralelo a estos planteamientos, tenemos que gestionar una nueva noción de tiempo, un tiempo atemporal que queda, por primera vez, separado de la idea de lugar. Este tiempo deja de estar subordinado al espacio para dar lugar a una secuencia de acontecimientos desordenados y simultáneos. Se vuelve creación de y sobre lo imprevisible, e igual que se adapta a la aleatoriedad también tiene la facultad de reelaborarse. Un nuevo tiempo que ya no viene regulado por los ritmos biológicos ni por la esclavitud del reloj como en la sociedad industrial, sino que parece buscar la negación de la secuenciación para definir su propia existencia. Un tiempo que aparece comprimiendo y difuminando las secuencias de nuestras prácticas sociales, incluyendo las nociones de pasado, presente y futuro. Un tiempo atemporal que no es un tiempo único, sino que viene a sumarse a los anteriores, al tiempo biológico, al tiempo burocrático, al tiempo industrial y dando origen a un tiempo que se convertirá en el activador de otros nuevos tiempos, como el tiempo glacial2. Nos encontramos dentro de un collage de tiempos múltiples que existen simultáneamente, a modo de una hipercronía que comparte una misma temporalidad en diferentes tiempos.
El lugar y el tiempo ya no son una misma unidad de construcción social, sino que están redefinidos por la aparición de la Sociedad Red, y este hecho cambia radicalmente la manera de afrontar la arquitectura y la reflexión sobre la ciudad y el desarrollo territorial. El lugar y el tiempo se han convertido en la máxima expresión de los cambios de las estructuras sociales y culturales de la Sociedad Red, que constituyen cambios que son articulados alrededor del paradigma Informacional.
En todo caso no podemos más que reconocer, como plantea Luis Mansilla3 «sospecho que el espacio, en realidad, no forma parte de nuestras preocupaciones, sólo el tiempo, que se derrama y escapa entre los dedos cuando intentamos atraparlo» y que en definitiva no tenemos nada salvo nuestro tiempo, porque es el tiempo el que se manifiesta en el espacio y el que acaba creando los lugares. Lugares que ahora se están empezando a desmaterializar convirtiéndose en sinapsis invisibles donde a los arquitectos solo nos queda la capacidad de generar temporalidades capaces de ser reconocidas en el espacio. Dichas temporalidades se transforman en un mundo en constante movimiento y donde el tiempo es quien nos permite percibir el lugar, es el que lo crea.
Marc Chalamanch · Arquitecto
Barcelona. Enero 2015
Notas:
1 CASTELLS, Manuel (2005) «La era de la información» Tomo 1, pág 451.
2 CASTELLS, Manuel (2011) “Informacionalismo, redes y sociedad red: una propuesta teórica”, libro “La sociedad red: una visión global” pág. 67.
El tiempo biológico, característico de la mayoría de la existencia humana y todavía del grueso de la existencia humana), está definido por la secuencia programada de los ciclos vitales de la naturaleza.
El tiempo burocrático, es el tiempo biológico modelado por a lo largo de la historia, es decir, la organización del tiempo, en instituciones y en la vida cotidiana, en función de los códigos de los aparatos ideológico-militares que funcionan sobre los ritmos del tiempo biológico.
El tiempo industrial, con la paulatina imposición del tiempo de reloj en la era industrial se llega a constituir la medida y la organización de una secuenciación suficientemente precisa como para asignar tareas y orden a cada momento de la vida, comenzando por la estandarización del tiempo industrial y el cálculo del horizonte temporal de las transacciones financieras, dos componentes fundamentales del capitalismo que no podrían funcionar sin un tiempo reglado por el reloj.
El tiempo glacial, es el tiempo propuesto por movimientos ecologistas, vivir el tiempo con una perspectiva cosmológica de longue durée, contemplando nuestras vidas como parte de la evolución de nuestra especie, y sintiéndonos solidarios con las futuras generaciones, y con nuestra herencia cosmológica. Concepto desarrollado por Scott Lash y John Urry en el libro «Economies of signs and space» 1994.
3 TUÑON, Emilio (2012) «el tiempo que se escapa entre los dedos», Circo, 2012, 176. La libertad de los fragmentos. Cita de Luis Mansilla