En 1924 se estrenó Michael, dirigida por Carl Theodor Dreyer, que entonces aún no era le prestigioso cineasta reconocido en el todo el mundo; sólo había sido el responsable de cinco películas en su país y para ésta lo había contratado una de las productoras más importantes de Europa, la alemana UFA.
El creador de los espacios de Michael fue el arquitecto Hugo Häring que entonces tenía cuarenta y dos años, había compartido un estudio con Mies van der Rohe y se había unido a Der Ring, llegando a tener el cargo de secretario de este grupo antecesor del CIAM. En 1924 acababa de empezar la construcción de su edificio más conocido, la granja Garkau, cerca de Lübeck, que finalizaría el año siguiente, cuando comenzaría a edificar otra edificación notable, una fábrica de salchichas en Neustadt, Holstein.
«Colaboré en la realización de los decorados pero realmente el que los realizó fue un arquitecto que comprendió mis deseos y consiguió algo asombroso. Se llamaba Hugo Hùring (sic). Nunca había hecho decorados para el cine y no volvió a hacerlos, ya que tras rodar Michael, volvió a su verdadera profesión de arquitecto. Fue una especie de intervalo en su carrera (tengamos en cuenta que por aquel entonces no se construían muchas casas nuevas), un divertimento, una fantasía que se permitió».
Están muy bien los dos adjetivos que emplea Dreyer: divertimento y fantasía, para calificar un trabajo excelente, basta ver la película para comprobar cómo Häring, un arquitecto que empleaba un lenguaje innovador en sus edificios, en su trabajo como escenógrafo creó unos ambientes recargados y poco modernos para caracterizar a los personajes, sobre todo, al pintor academicista, enamorado de su modelo, el propio Michael del título. Una vez más cineasta y arquitecto lograron un resultado óptimo gracias a su colaboración interdisciplinar.
Jorge Gorostiza, arquitecto. Autor del blog Arquitectura+Cine+Ciudad
Santa Cruz de Tenerife, febrero 2015