El libro El arte de proyectar en arquitectura ideado y desarrollado en la década de los años 30 del siglo pasado por el arquitecto alemán Ernst Neufert es un inventario ilustrado de soluciones dimensionales y espaciales con los que establecer un sistema de fundamentos, normas y prescripciones sobre recintos, edificios, exigencias de programa y relaciones espaciales, dimensiones de edificios, locales, estancias, instalaciones y utensilios con el ser humano como medida y objetivo. La arquitectura expuesta en el libro tiene un fuerte componente antropométrico –si exceptuamos los capítulos dedicados a aspectos como animales o automóviles– y constituye, por ello, una completa normalización no ya de la dimensión de los objetos y del espacio sino también, y por extensión, del cuerpo que la habita.
Neufert lo realizó a partir de la observación minuciosa de la realidad y del conocimiento que había ido adquiriendo con los años durante la práctica profesional. Tan minucioso y preciso es su contenido que habrá pocos arquitectos o estudiantes que no hayan hojeado sus páginas más de una vez para empezar a proyectar. Pero sabemos –o podemos llegar a imaginar– que no todo lo que allí aparece es todo lo que existe. Su autor, consciente de ello, lo había advertido en el prólogo de la primera edición:
“Si el lector echara en falta algún dato importante para la proyección, ruego que me lo comunique para tenerlo en cuenta en futuras reediciones”.
Así, el fin último del texto sería en convertirse en el máximo saber de la proyección en arquitectura, de modo que algunos han llegado a advertir que: “si no sale en el Neufert, no existe”, o bien no es un dato lo suficientemente importante para ser atendido.
Si está máxima –haciendo un ejercicio simplista– fuera verdad, estaríamos estableciendo como “verdad” no sólo el diseño en la distribución de los espacios o la relación entre las proporciones del cuerpo y la arquitectura –como también habían desarrollado personajes como Vitruvio, Da Vinci, Leon Battista Alberti o Le Corbusier. Además, lo que se normaliza –o se niega por omisión– son las acciones y ciertos protocolos que aparecen –o no– en su interior. Es decir, el documento puede describirse como un catálogo de las acciones posibles de la arquitectura. Una lectura con detenimiento ilustra dibujos que muestran y establecen determinadas pautas y conductas sociales, ¿o acaso no es llamativo que en algunas ediciones del libro sea sólo una mujer la que aparece realizando acciones domésticas como lavar, cocinar o planchar?
Como posicionamiento ante esto, y tal vez con cierto humor, podríamos tomar el proyecto Disturbing Neufert de Enchantiers utiliza su mismo lenguaje a fin de desnormalizar los usos preestablecidos y plantea que hay más maneras de sentarse o de planchar, dibujando –y redimensionando– situaciones con cierto punto cómicas, lascivas y perversas donde lo que puede un cuerpo en el espacio está mucho más allá de lo imaginado por el arquitecto alemán. La arquitectura no puede ser reducida a simples acciones ya que el cuerpo siempre puede imaginar nuevas superar y pervertir los usos que el arquitecto hubiera pensado siguiendo de cerca los trabajos de Bruno Munari sobre como sentarse cómodamente en una silla incomoda. Tanto de lo mismo que con las acciones ocurre con el cuerpo, los cambios ocurridos en los estilos de vida o en la nutrición, el uso de nuevas tecnologías producen cambios en la distribución de las dimensiones corporales y de las relaciones entre un cuerpo y el espacio. Surge la necesidad de a revisarlo y renovarlo constantemente.
Está claro que no se puede achacar o culpar al libro ni a su(s) autor(es) por esta falta de “previsión”. Pero es que el libro es un manual no una colección de saberes. El problema sería quedarse solo en la superficie de lo que propone. No se aprende ni diseña arquitectura redibujando exclusivamente lo que ahí aparece.
Neufert no da la solución pero su lección está más allá: el cuerpo es y puede ser el instrumento perfecto para la comprensión y medida del espacio en arquitectura. Con él percibimos y nos relacionamos con el mundo. Con él lo pervertimos y forzamos. Se trataría de no dar nada a priori, pues en el fondo, como advirtió el filósofo Spinoza, “nadie hasta ahora ha determinado lo que puede un cuerpo”.
Pedro Hernández · arquitecto
ciudad de méxico. octubre 2014
Nota Previa: Este texto forma parte de un cuarteto publicados en Arquine (2013/10/08) que trataban sobre el tema del cuerpo (grotesco) en relación a la arquitectura. Se pueden leer todos aquí