“Todo el mundo sabe que los mitos nunca sucedieron realmente, pero que siempre están sucediendo. Ahora continúan no solo a través de las aventuras de los héroes antiguos, sino que también se abren paso en las historias ubicuas y más populares de películas, juegos y literatura contemporáneas.”
Olga Tokarczuk, “The Tender Narrator.” The Nobel Prize in Literature. 2019.
En diciembre de 2019, Olga Tokarczuk, escritora polaca y premio Nobel de Literatura 2018, centró su discurso ante la Academia Sueca en la ternura como una manera de observar nuestro mundo ya que, según la escritora, la ternura tiene la capacidad de mostrárnoslo
“como vivo, interconectado, cooperando y codependiente en sí mismo”.
A lo largo de su emotivo discurso, insiste en la importancia de trabajar sobre lo que no es fácilmente clasificable, aquello que se encuentra en los márgenes; y en la necesidad de lenguajes, metáforas, fábulas y mitos que nos ayuden a explorar todo lo que nos une y vincula a través del tiempo y de las geografías.
De alguna manera, y salvando las distancias, Tokarczuk señala algunos de los problemas que también afectan a las arquitectas y los arquitectos de hoy en día, como son la necesaria compresión de la amplitud del ámbito disciplinar de la arquitectura, el conocimiento de la evolución o transformación de dicho campo a través del tiempo y la geografía, y la reelaboración de la narración de nuestro pasado, presente y futuro colectivo a partir de una mirada contemporánea.
La comprensión de la amplitud del ámbito disciplinar es tan necesaria hoy como siempre lo ha sido, aunque quizá actualmente seamos algo más sensibles a ello. Las tareas, pre y post proyecto, o en paralelo al proyecto, son también tareas profesionales. Muchos arquitectos y arquitectas proyectan nuestro entorno desde el ámbito político promoviendo leyes, decretos, reglamentos, planes y ordenanzas. Desde la administración, muchas personas han trabajado mucho tiempo para que un trozo de terreno sea calificado como solar edificable o no lo sea. Emplazamientos que tienen un contexto socio-económico que ha sido decidido previamente por muchas otras personas, por no hablar de los reglamentos de habitabilidad que condicionan y alientan las posibilidades de diseño de los edificios. Lotte Stam Beese y la reconstrucción de barrios en Rotterdam después de la Segunda Guerra Mundial, así como Jakoba Mulder y Aldo Van Eyck con sus parques infantiles en Amsterdam son un ejemplo de ello. O Eva Kail, más recientemente en Viena, incorporando la perspectiva de género en la administración del ayuntamiento de la ciudad y promoviendo lo que hoy se conoce mundialmente como Vienna model.
También es una tarea esencial la crítica arquitectónica ejercida por editoras y editores que han ayudado a concretar los objetivos en cada momento, tal y como ya hicieron Monica Pidgeon y Barbara Goldstein desde las páginas de la revista AD Architectural Design promoviendo la obra de Archigram, R. Buckminster Fuller o Team 4 en los años 70, entre muchos otros. O la tarea crítica realizada por artistas, algunos de ellos formados en Escuelas de Arquitectura, como pueda ser el trabajo de Gordon Matta-Clark con su Anarchitecture o Sheila Levrant de Bretteville que, junto a la arquitecta feminista Dolores Hayden, realizó en Los Angeles el monumento a Biddy Mason, la primera mujer negra libre en EEUU que fundaría la primera guardería pública en la ciudad. O la tarea de crítica y de difusión realizada por Susana Torre al promover la creación del Archive of Women in Architecture y la posterior exposición Women in American Architecture: A Historic and Contemporary Perspective, en los años 70.
Hasta aquí en cuanto a arquitectas y arquitectos ejerciendo como tales, aunque sea en los márgenes. Pero también debemos incorporar a la discusión a todas aquellas personas formadas como arquitectas, aunque hayan desarrollado su trabajo en otros campos, como puedan ser Roger Waters y Nick Mason, miembros de Pink Floyd; o diseñadores de moda, como Tom Ford; o directores de cine como Gian Franco Corsi Zeffirelli o Colomo; o actores, como Anthony Quinn -que estudió con Wright en Taliesin- o James Stewart -que estudió arquitectura en Princeton.
En este contexto, este número de la revista VAD, bajo el lema La periferia, hace una llamada a reflexiones, artículos y experiencias que abran nuestra mirada a lo que
“siempre está sucediendo”
pero cuyo eco se ha perdido en el ruido que nos envuelve y que, habitualmente, la arquitectura oficial ha ido relegando a los márgenes.
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Prólogo realizado por Eva Álvarez Isidro.