«Como todos los grandes viajeros, he visto más de lo que recuerdo y recuerdo más de lo que he visto».
La frase del viajero del siglo XIX resume la experiencia del hombre que ha buscado la aventura más allá de lo cotidiano. Recordando a Aristóteles, la curiosidad es el impulso de la filosofía, un impulso de buscar «otro lugar» distinto al habitual, al conocido.
Al regreso, muchas cosas que sucedieron durante el viaje se habrán olvidado; y se recordarán otras que sucedieron tan sólo en nuestra mente: Lo que hace que el hecho de transitar de una parte a otra se convierta en viaje es precisamente la actitud mental que predispone a la persona que se desplaza al descubrimiento de lo insólito, de lo extraordinario, al encuentro de la pequeña o gran aventura. Ésta es la razón de que sigan existiendo en el mundo muchos más transeúntes que viajeros.
¿Qué viaje se puede realizar o simplemente imaginar en este mundo tan trillado y descifrado de principios del siglo XXI? ¿Dónde irían hoy aquellos grandes viajeros de épocas pasadas cuando sus estrellas guía han sido sustituidas por satélites espías?
La aventura no está ya en el simple descubrimiento. Sin embargo, para quien sabe mirar, para quien sabe estar atento a los márgenes e incluso más allá, el mundo sigue siendo un descubrimiento.
Se pueden descubrir tierras mil veces descubiertas. Y pide que tu camino hacia ellas sea largo, acompañado por Cavafis
«y rico en aventura y en experiencia»
Porque, a la vuelta te darás cuenta, como advierte Manuel Vincent,
«que viajar consiste en poner el alma en el camino para recordar después los sueños que hayas vivido si has conseguido encontrarla en algún bello lugar, muy lejos de tu propia vida».
Antonio S. Río Vázquez . Doctor arquitecto
A Coruña. Marzo 2021
Una primera versión de este texto se publicó en el blog El tiempo del Lobo en agosto de 2006 y está incluido en el libro Textos compartidos. Apuntes y artículos breves 2004-2019 (2020)