Existe la idea generalizada de que la arquitectura contemporánea esta ligada inevitablemente a lo urbano y por lo tanto a la densidad de la gran ciudad. Sin embargo en territorios o sociedades de vida íntimamente ligada al campo, el paisaje o en definitiva la naturaleza, la arquitectura moderna se ha abierto paso en el entorno rural.
Las reglas son otras, de mayor ajuste, de mayor precisión, pero el resultado de implantar arquitecturas contemporáneas en lugares que parecían estancados en el tiempo despierta un gran interés.
Los proyectos propuestos en ese tipo de entornos, siguen de forma sistemática una metodología peculiar, un método que persigue el equilibrio entre unas edificaciones de marcado carácter vanguardista pero que al mismo tiempo adoptan los condicionantes del suelo en el que se asientan. De este modo la arquitectura contemporánea propone una suerte de continuidad con el lugar, con su paisaje o incluso con su construcción.
Tal vez el trabajo de los arquitectos suizos sea el que mejor ha ejemplarizado esta forma de acercarse al paisaje rural desde la óptica de la vanguardia. Durante más de una década varias generaciones de arquitectos del país de los Alpes han tenido que trabajar estos modelos de equilibrio entre la tradición y lo actual. Hay que tener en cuenta el valor del entorno rural y del paisaje que esta región de europea otorga a su territorio, clave desde el punto de vista medioambiental pero también desde la visión de la economía turística del país.
Uno de los máximos exponentes de la arquitectura suiza, el premio Pritzker Peter Zumthor, construyó en 1988 la capilla de San Benedicto en Sumvitg en un valle alpino de los Grisones suizos.
El abad y los monjes del monasterio de Disentis decidieron que la construcción debía ser contemporánea, a modo de legado para las generaciones futuras, y como una muestra de la continuidad temporal de las construcciones. Si el monasterio había sido ampliando según el estilo de la época, medieval, renacentista y luego barroco, la construcción actual debía corresponder a la vanguardia arquitectónica.
La estructura portante del edificio, la estructura de la cubierta, el acabado del suelo e incluso el mobiliario interior, así como la puerta de acceso son una lección de construcción en madera. Con el lenguaje contemporáneo de la madera laminada, pero tratada tecnológicamente con las técnicas tradicionales locales, Zumthor vuelve a hacer honor a la identidad y a la filosofía local. Todos los nudos se resuelven con ensambles tradicionales, caja y espiga, aprovechando la exquisitez de este sistema de fijación para reforzar el lenguaje limpio de su propuesta contemporánea.
Mediante esta materialidad se construye un espacio interior sensible al contexto y calmado, sin estridencias, adecuado a la función religiosa para la que ha sido proyectado y adecuado también al pensamiento teórico de su autor.
La condición material de este edificio, y de otros realizados por Peter Zumthor, otorga a la materia condicionantes que superan los límites normativos, de comportamiento técnico o incluso los valores estéticos, para aspirar a comprenderlos como valores culturales del contexto en el que van a ser usados.
El recubrimiento exterior de tejuelas de alerce, es sin duda el elemento más llamativo del edificio propuesto por el arquitecto suizo. La construcción de la fachada es de nuevo una relectura de lo vernacular, la fachada ventilada contemporánea se resuelve como las cubiertas de las casas tradicionales de la región, que pueden verse además desde el acceso a la iglesia, estableciendo una relación directa con la construcción del lugar. Su materialización se refiere a la construcción tradicional suiza de cubiertas a base de escamas de madera, donde lo tradicional y lo contemporáneo se tocan una vez más llevando la construcción y la utilización del material a lo social y cultural.
Dos generaciones después el joven estudio Local Architecture, sigue planteando una arquitectura que como su propio nombre indica pretende ser del lugar y además contemporánea. Dos de sus pequeños proyectos son fácilmente trasladables incluso a nuestro propio entorno rural. Un establo para 30 vacas en o un pabellón para el aparcamiento de un tractor. El primero adopta la geometría clara y rotunda de los pabellones agrarios de montaña, para con materiales del lugar como la madera y otros contemporáneos como el policarbonato ofrecer un volumen limpio y luminoso en total sintonía con el lugar.
El segundo un pequeño pabellón para las labores de mantenimiento y almacenaje de todo lo relacionado con el tractor y sus accesorios mecánicos, se presenta en continuidad con el edificio de la granja donde viven sus propietarios. El nuevo añadido juega de nuevo con estas reglas entre lo tradicional y lo moderno, resolviendo su materialidad con zinc y madera laminada, claramente actuales y su forma mediante la similitud a otros elementos añadidos o superpuestos tan característicos de la actividad agrícola.
Tan falso como que la arquitectura contemporánea es urbanita es la idea de que en lo rural se debe de seguir los estilos tradicionales, en una suerte de imitación sin escrúpulos que conduce a lo naif. Estos ejemplos así lo demuestran, y son claramente aplicables en los pueblos rurales de nuestro entorno próximo. La arquitectura de vanguardia tiene su espacio en lo rural, un mundo rural que si quiere vivir en lo contemporáneo debe también aceptar los beneficios que la puede obtener de los nuevos planteamientos arquitectónicos.
íñigo garcía odiaga. arquitecto
san sebastián. octubre 2011
Artículo publicado en ZAZPIKA 23.10.2011