
Ocasionalmente se ha criticado a aquellos que, como nosotros, no enarbolamos la bandera patria para cantar sus virtudes sino que nos quejamos de la gran distancia que separa nuestra poco solidaria y cívica sociedad, de otras mucho menos adocenadas y silvestres. Desconociendo el futuro del reciente fenómeno de la inmigración en nuestra sociedad, hablaremos de mixofilia y mixofobia, Rotterdam y Copenhague.
Para Zygmunt Bauman,1 la mixofilia y la mixofobia son dos reacciones opuestas, aunque ambas son provocadas por la ciudad. La primera es es el deseo de mezclarse con otros para proyectar y conseguir experiencias más complejas y completas como seres humanos al poder relacionarnos con personas diferentes en un entorno diverso e interesante como la ciudad. La segunda es lo contrario pues encuentra en esta oportunidad un problema de intimidad, seguridad y, en definitiva, un miedo insuperable por lo desconocido o diferente.
En nuestra opinión, pertenece sin duda a las instituciones el deber de fomentar la mixofilia _ provocando y regulando las relaciones de los ciudadanos; y pertenece al ámbito privado acoger a los mixofóbicos y alentar los interdictory spaces,2 espacios vetados destinados a interceptar o repeler intrusos, un paso atrás en la comunidad y una vuelta de tuerca en el negocio de la seguridad privada atrincherada con circuitos cerrados de televisión y paramilitares con metralletas protegiendo las gated communities (comunidades cerradas) de las que se ha hablado aquí antes. Sorprende leer en el anteriormente reseñado libro de Bauman cómo uno de los, según él, analistas más perspicaces de las tendencias urbanas contemporáneas, Nan Ellin, apuntaba hacia Copenhague como receptora de dispositivos americanos dentro de lo que califica como arquitectura del miedo. Así, si en Los Ángeles unos bancos para parques se diseñaron en forma de barril “a prueba de vagabundos” y se dotaron de aspersores para una mayor eficacia, en la capital danesa directamente se eliminaron todos los bancos de la estación central y se comenzó a multar a los pasajeros que se sentaban en el suelo mientras esperaban el tren. El paseo marítimo de esta ejemplar3 ciudad -continúa- está plagado de
“edificios empresariales imponentes aunque nada acogedores, fortificados y vallados a conciencia, construidos únicamente para ser contemplados de lejos, igual que las paredes ciegas de La Defense, pero cerrados al público”.
Sociedades muy heterogéneas y con muchos años de convivencia con el fenómeno de la inmigración, como la holandesa, despiertan nuestro interés si bien lo que a nuestros ojos es tolerancia, respeto e integración, para otros es “liberalismo basado en gran parte en la indiferencia”4 o incluso algo peor como
“una cultura política basada en el miedo y la distancia que no ha abordado el tema de la religión y otros asuntos dificiles que han llevado a una muy escasa integración de las minorías”.5
De hecho, el asesinato del político Wilhelmus Simon Petrus (Pim) Fortuyn en el año 2002 a manos de un activista que en el juicio declaró haberlo hecho en represalia a las ofensivas declaraciones de Fortuyn sobre los musulmanes, avivó la llama mixofóbica que el liberalismo y la indiferencia mantenían semiapagada.6
A estos sucesos hay que sumar el hecho físico de que el río Maas divide a la ciudad de Rotterdam en dos mitades, norte y sur, cuyas diferencias afectan no sólo al hecho geográfico sino también al socio-económico. Como en tantas ocasiones, el norte es rico y el sur pobre. Sucede en muchísimas ciudades y es quizá reflejo del propio reparto de la riqueza en los hemisferios de nuestro planeta. No obstante, aquí sí, la OBR (Oficina para el desarrollo de Rotterdam) intenta desde hace tiempo unir el norte y el sur de la ciudad con acciones como la construcción de un nuevo edificio que albergara la Tax Office (Oficina de Impuestos) en la nueva zona en desarrollo en el sur, Kop van Zuid (cabeza del sur) o incluso un nuevo Teatro Luxor en el vértice sur del Erasmusbrug (Puente de Erasmo), además de edificios de oficinas, vivienda y ocio para los que nombres conocidísimos prestan sus servicios como la torre Montevideo de Mecanoo, el Port of Rotterdam de Norman Foster, la torre de oficinas de la multinacional de telecomunicaciones KPN de Renzo Piano y otros por llegar en la zona conocida como Las Palmas que construirán OMA, Álvaro Siza o Cruz y Ortiz, entre otros, intentando con ello unir las dos partes de la ciudad no sólo a nivel físico con los puentes sino también a nivel social y económico; bien es cierto que está por ver si este esfuerzo urbanístico traspasa el umbral económico y cala en lo social o se queda en un aliciente arquitectónico más para la ciudad, convirtiendo la zona en un lugar de moda y peregrinaje donde contemplar hermosos e inútiles edificios-isla.
La primera vez que visitamos Rotterdam nos alojamos en un hotel en el norte de la ciudad, muy cerca de la tranquila zona universitaria de Erasmo y del bonito barrio de Kralingen al que da nombre un lago y un parque. El estudio donde empezábamos a trabajar en esos días estaba en Piekstraat, una pequeña calle en una zona semiindustrial en el sur de la ciudad, en el borde este pegado al río que las separa. La recepcionista del hotel, entre asustada y sorprendida, contestó a nuestra pregunta sobre la posibilidad de ir hasta allí al día siguiente en bicicleta:
“I never cross the bridge”.
bRijUNi architects (Beatriz Villanueva y Francisco Javier Casas Cobo).
Riyadh (Arabia Saudí), Noviembre 2009
Notas:
1 Bauman, Zygmunt. Confianza y temor en la ciudad. Vivir con extranjeros. Arcadia, Barcelona, 2006 (publicado originalmente como Fiducia e paura nella citta. Paravia Bruno Mondadori Editori, Milán, 2005)
2 Flusty, Steven. “Building Paranoia”, en ELLIN, Nan; Blakely, E. J. (ed.) , Nueva York; Princeton Architectural Press, 1977.
3 A pesar de ello, interesa recordar aquí Life betwwen buildings de Jan Gehl, del que hacemos referencia en este mismo blog en el post Paciencia infinita.
4 Rients Dijkstra, arquitecto y propietario del estudio holandés Maxwan.
(5) Jan Willem van Kuilenburg, arquitecto y propietario del estudio holandés Monolab, debatió con las autoridades locales de Rotterdam la posibilidad de llevar a cabo un proyecto de iniciativa propia llamado Interreligious project que daría cabida, en un único edificio, al mayor número posible de las distintas religiones y cultos de los habitantes de la ciudad, sin éxito.
6 Buruna, lan. Asesinato en Amsterdam: la muerte de Theo van Gogh y los límites de la tolerancia. Random House Mondadori, Barcelona, 2007 (publicado originalmente como Murder in Amsterdam. Penguin Press, Nueva York, 2006).
Podéis disfrutar de más lectura en su libro Crónicas distantes. Del oasis al desierto.