Los años 60 fueron la edad de las megaestructuras, la edad de los sueños utópicos, la edad de las revueltas contra lo establecido. A su vez fueron la época de la construcción de un imaginario común. La edad de un optimismo militante, casi arrogante; A principios de los 70, quizás por pura ley del péndulo, vino el tiempo de las visiones apocalípticas, de imaginar un mundo en la máxima decadencia, de ficciones extremas en su negatividad.
El comienzo y el final de esta edad viene enmarcada por dos exposiciones míticas en el MoMA de Nueva York: Visionary Architecture en 1960 y New Domestic Landscape en 1972. Este marco temporal coincide casi a la perfección con el hecho simbólico de la elección como presidente de JFK John Fitzgerald Kennedy en 1960, y el advenimiento de la crisis del petróleo de 1973, es decir de la cristalización de una nueva era, visionaria, utópica, optimista, de un lado, y de otro, la implosión catastrófica de la negatividad, distópica y pesimista.
El espacio imaginario común de este recorrido viene estructurado por la posibilidad, hoy prácticamente inconcebible, de participar de una visión conjunta. No es explicable sino de otra manera, que en diferentes puntos del planeta, arquitectos, artistas y creativos de toda condición, fueran capaces de, en un tiempo increíblemente corto, crear una cultura especifica, un relato común, una estética participada. Esa década, por extrañas, o no tan extrañas razones, constituyó el pico más extremo de la creatividad desbordante, tanto es sus versiones bienintencionadas como en las lecturas y visiones más críticas, e incluso cínicas.
Hoy, la década de las utopías está enormemente desconsiderada. Una extraña sensación de vergüenza ajena ante los excesos imaginativos y delirios del momento, no permiten ver con claridad la fuerza nutritiva y las propuestas de indudable valor que en términos proyectuales, los centenares de proyectos utópicos, lanzaros sobre un futuro, que hoy todavía constituyen un tejido enormemente nutritivo para pensar la arquitectura.
No creo que se trate de volver a fomentar una lógica de lo utópico a estas alturas, el momento mágico de los 60 no volverá, y por añadidura, tendríamos el peligro inminente de caer en la nostalgia. Sin embargo, hace falta una reflexión profunda y concienzuda, desapasionada y rigurosa de un momento de la historia de la arquitectura, donde múltiples voces parecían ir, con propuestas singulares y muy diferentes, eso sí, en una misma dirección.
Es difícil de entender que en la mayoría de las escuelas de arquitectura, todavía hoy, ese momento dulce de la creatividad quede sepultado por una descalificación general, un desprecio a los soñadores, de una época, y se diluya un espíritu, que buena falta nos hace ahora. El espíritu de soñar.
Solamente algunas voces cualificadas, de forma poco coordinada e impulsadas por su notabilísimo interés histórico parecen recuperar de vez en cuando, esas voces olvidadas. La extraordinaria exhibición ambulante Clip/Stamp/Fold, multicomisariada y liderada por Beatriz Colomina,1 y el último libro de Rem Koolhaas y Hans Ulrich Obrist, acerca de los metabolistas japoneses,2 por poner dos ejemplos archiconocidos y recientes, parecen encauzar un cierto ruido de fondo, consistente en recuperar para la contemporaneidad el alma fundamental de la arquitectura, cosificada, en la voluntad de imaginar y soñar si es preciso.
Uno de los actos más interesantes, para-arquitectónicos y poco conocidos que ejemplifican esa necesidad de imaginar y soñar, es la declaración de un nuevo país, NUTOPIA, por parte de la pareja imaginativa por excelencia de esa época. Me refiero a John Lennon y Yoko Ono.
Si como dice Rem Koolhaas, todo arquitecto tiene en sus genes la utopía, en el caso de Lennon y Ono, esa genética fue especialmente generosa.
La acción performativa de Nutopia, realizada como declaración en abril de 1973, consistió en la declaración de un nuevo país conceptual, donde básicamente sólo hay gente, es decir, Nutopia consiste en un lugar virtual, donde no existen tierras, ni fronteras, ni pasaportes, ni ninguna otra ley más que la ley cósmica. Un lugar que designa como embajadores a todos los pertenecientes a Nutopia y se pide el reconocimiento de la ONU. Es curioso lo que se asemeja Nutopia, a Internet. Hoy sabemos que desde un punto de vista social y cultural, una parte de la internet que conocemos hoy, participaba y sigue participando del espíritu de Nutopia.
Es por ello que de hecho Nutopia ya existe en la red,3 y de forma totalmente gratuita y simplemente por pura empatía con una cierta manera de entender el mundo, una cierta manera de mirar y entender, de construir un relato a la vez prospectivo y optimista, o simplemente por nostalgia de un momento histórico donde todo parecía posible, cualquier persona, sin requisitos de ningún tipo puede ser ciudadano de Nutopia.
Yo no sé si los médicos o los abogados deberían necesariamente ser ciudadanos de Nutopia, pero creo que los arquitectos definitivamente si que deberían formar parte de un lugar imaginado, que activa lo imaginario.
Si perdemos la capacidad de imaginar, perdemos la arquitectura entera. De hecho estoy convencido que deberíamos dejar que en arquitectura, la imaginación superara la inteligencia.
Miquel Lacasta. Doctor arquitecto
Barcelona, octubre 2012
Notas:
1 COLOMINA, Beatriz, y BUCKLEY, Craig, Clip Stamp Fold: The Radical Architecture of Little Magazines, 196X, 197X, ACTAR, Barcelona, 2010
2 KOOLHAAS, Rem, OBRIST, Hans Ulrich, Project Japan: Metabolism Talks, Taschen, Köln, 2011
3 joinnutopia.com