La Exposición Universal de Bruselas estuvo marcada por las tensiones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, cuyos respectivos pabellones ocuparon las casillas más importantes de ese tablero de ajedrez político en el que se convirtió el gran parque belga elegido para la celebración. Ambas parcelas se encontraban provocativamente enfrentadas, con ambos países desconfiando mutuamente y embarcados en una contienda promocional.
De hecho, los soviéticos fueron los primeros en avisar de sus intenciones: la construcción del edificio más costoso y de mayores dimensiones de toda la sección internacional. Los estadounidenses se lo tomaron con más calma, tardando casi dos años en elegir al arquitecto que diese forma a una imagen que debía proyectarse al mundo entero, pero también hacia el futuro en el tiempo.
Bajo esas premisas, Edward Durell Stone diseñó un pabellón en el que se invitaba a sentir América, donde se apelotonaban los brillantes productos de consumo, y en el que se realizaban constantes pases de moda patrocinados por la revista Vogue1. De planta circular, poseía una celosía a modo de envolvente, una cubierta a base de un material plástico translúcido, una gran lámina de agua central con una isleta para los desfiles, y la presencia de varios sauces que completaban la escenografía interior. El espacio creado parecía directamente extraído del entorno urbano, ya que poseía fragmentos de grandes rótulos publicitarios, logotipos, símbolos gráficos y señales de tráfico. La vanguardista señalética, un trabajo de los diseñadores gráficos Robert Brownjohn, Ivan Chermayeff y Thomas Geismar mostraba un conseguido proceso de hibridación que sumergía al espectador en un mundo divertido, atractivo y centelleante. Todos los recursos eran necesarios para atraer al visitante cansado, desde un amplio teatro hasta un cine construido por la compañía Disney, en cuyos democráticos muros curvados se proyectaban imágenes en tecnicolor2.
En ambos casos, los volúmenes se encontraban independientes del principal y poseían menores dimensiones, aunque compartían un aspecto similar, como de tambor3. Pocos saben que, junto al célebre Atomium, tanto el mencionado teatro como el basamento de la construcción principal fueron las únicas realizaciones de la Expo58 que aún perviven en su ubicación primitiva, empleándose hasta la actualidad como plató de radio y televisión.
La que no ha sobrevivido ha sido la singular cubierta del pabellón oficial, concebida como si de una rueda de bicicleta se tratara, con cables a tracción sujetos en la zona central por un anillo de acero, o lo que es lo mismo, una serie de radios dispuestos horizontalmente y sostenidos por pilares metálicos en el perímetro exterior4.
Precisamente, fueron esos los soportes alrededor de los cuales se contoneó la explosiva Jayne Mansfield en su visita al recinto de Heysel, con el edificio aún en obras. Si una de las principales obsesiones de las autoridades y comisarios era robarle el protagonismo al enemigo, el objetivo parecía alcanzado con creces. En parte, gracias a una rueda de bicicleta.
Silvia Blanco Agüeira, doctora arquitecta
Viveiro, octubre 2015
Notas:
1 Pases organizados por la socialité neoyorquina Caroline Lee Bouvier Canfield, hermana de Jacqueline Kennedy.
2 Esta pantalla tenía su doble en la Kinopanorama soviética, seis proyectores y tres pantallas donde se exhibía una película épica de la vida y del paisaje de sus repúblicas.
3 Además de los dos anteriores, existía un tercer volumen separado y que completaba el conjunto estadounidense, el pabellón denominado Unfinished Business, compuesto por tres piezas unidas por una pasarela y que se centraba en los problemas sociales y raciales del país. Blanco Agüeira, Silvia: «Asuntos pendientes«, Veredes [26/06/2015].
4 Mallo, Álvaro; Blanco, Silvia y Carballo, Francisco: «Denostada Bx´58» (Conferencia impartida dentro del curso Secretos de la Arquitectura, Fundación Luis Seoane, A Coruña, 19 de mayo de 2014).