En el año 1949, Alejandro de la Sota proyectó un conjunto residencial en Galicia: una serie de alojamientos temporales que se apartaban de la idea tradicional de hotel, ubicando las viviendas para distintos tipos de familias dispersas sobre el territorio, mientras los servicios comunes se concentrarían en otro edificio aislado.
Entre los tipos residenciales propuestos figura uno con una organización muy sencilla: En torno a un espacio central —destinado a salón de estar y comedor— se sitúan simétricamente los dormitorios a un lado y la cocina y la zona destinada al servicio al opuesto. El núcleo se prolonga hacia el exterior subrayado por un pavimento pétreo y mediante una fina cubierta plana apoyada en los dos volúmenes pétreos laterales.
«El amor al Hueco y al Macizo influyó en la composición de los alzados de este hotel. Un muro con buena calidad es siempre un tema arquitectónico; gusta uno mucho de poder emplearlo»1, escribe Sota al lado de los dibujos cuando se publican en las páginas de la Revista Nacional de Arquitectura. La laja horizontal, apoyada sobre las dos piezas macizas recrea el ejemplo perfecto de trilito, una estructura que se puede observar en los numerosos dólmenes megalíticos repartidos por la geografía gallega.
Aunque el proyecto no llega a materializarse, permaneció latente en la mente de Sota: más de treinta años después le encargan otro conjunto residencial, esta vez en Mallorca, sobre el Mediterráneo. Allí aparece la tapia, la piscina, el mirador con emparrado… y una casa reconocible: nuevamente, a un lado dormitorios, al otro, cocina y dormitorio, en el medio, sólo el vacío.
Un espacio central destinado a estar, comedor, solárium… que vuelve a proyectarse hacia el exterior en una doble terraza, y se corona por un tercer elemento, enfatizando su condición de umbráculo, de pórtico, de trilito: «viviremos en toda la pequeña parcela que así hemos convertido en la más grande casa»2. La vida se desarrolla por encima y por debajo de la estructura funcional abierta. «Si el hombre se encierra en su propia casa consigue todo, pero pierde naturaleza. Busca entonces la manera de aprehenderla, si no toda, en parte»3.
Tampoco llega a construirse. El trilito habitable propuesto por Sota permanece como otra de sus múltiples indagaciones arquitectónicas. Un homenaje póstumo llega años después de la mano de Luis Moreno Mansilla y Emilio Tuñón Álvarez, cambiando el mar de fondo: de nuevo el Atlántico, sobre la costa gaditana4. Allí se levantan dos casas gemelas que miran hacia el océano. Apoyadas sobre una plataforma, las viviendas emplean un mismo esquema: «Dos grupos de estancias se articulan en torno a un amplio salón casi exterior que vincula el patio de acceso y la terraza»5, convirtiéndose en un buen corolario a la búsqueda iniciada por Sota.
Aunque no haya visto materializado el ansiado trilito, podemos rastrear su presencia en otros de sus proyectos, en las herencias y homenajes. Quizá pudo pensar lo mismo que su compañero de generación, el arquitecto danés Jørn Utzon, cuando aquel, pocos meses antes de morir, comentó que no había hecho nada más que lo que los antiguos griegos ya hicieran: «poner una viga sobre dos columnas»6.
antonio s. río vázquez . arquitecto
a coruña. diciembre de 2012
notas:
1 SOTA, A. de la, «Hotel para una familia en Galicia», Revista Nacional de Arquitectura 101 (Mayo de 1950), 214
2 SOTA, A. de la, Alejandro de la Sota Arquitecto, (Madrid: Pronaos, 1997), 200
3 Ibíd.
4 Casas construidas para Luis, un amigo suyo y sus respectivas familias.
5 MORENO, L. y TUÑÓN, E., «Casas gemelas en Tarifa», El Croquis 161 (2012), 298
6 PRIP-BUUS, M., Jørn Utzon Logbook Vol. V: Additive Architecture, (Copenhague: Blondal, 2009), 310