En la serie de textos que he denominado Arquitectos y Cineastas, que relacionan las dos profesiones, he ido publicando algunos de directores, como Ingmar Bergman, Walerian Borowcyk, René Clair, John Ford, Amos Gitai y Raúl Ruiz, Dziga Vertov; de una actriz, Viola Dana y un investigador, Sigfried Giedion, así como publiqué en su momento uno escrito por Peter Greenaway.
Ahora estoy preparando una conferencia titulada Peter Greenaway, mente y vientre, para el Festival Internacional de Cine Gastronómico Ciudad de La Laguna (Tenerife), CineEsCena, y he encontrado las siguientes declaraciones de Greenaway sobre este mismo tema:
«Es un lugar común de este siglo, que fácilmente es posible evitar mirar una pintura o incluso leer literatura, pero es muy difícil evitar enfrentarse de alguna manera con la arquitectura. Me gusta pensar que, si se me permite ser tan arrogante, es posible comparar el trabajo de un director de cine con el de un arquitecto. Ambos tenemos que rendir cuentas a nuestros patrocinadores y al hombre de la calle, pero también tenemos que cumplir con nosotros mismos y nuestro concepto de la cultura. Estaría demasiado cerca de casa, obviamente, si hiciera una película sobre un director de cine, por lo que en el fondo de mi mente he estado buscando desde hace algún tiempo encontrar un paralelismo apropiado».
Greenaway además declaraba lo siguiente en cuanto a las relaciones entre la arquitectura y la filosofía:
«El arquitecto debe tener conocimientos y una fuerte conciencia de todo lo que le rodea. Un personaje dice en la película [El vientre de un arquitecto]: que él necesita saber sobre la literatura, arte y el precio del pan, pero por encima de todo lo que debe, como Le Corbusier, es ser consciente de las consecuencias de la suma de todas las cifras juntas».
Así sea o debiera ser.
Jorge Gorostiza, arquitecto. Autor del blog Arquitectura+Cine+Ciudad
Santa Cruz de Tenerife, noviembre 2012