Hace unos días (el 25 de febrero pasado) ha sido aprobado por el Pleno del Ayuntamiento de Madrid la mega-operación Chamartín después de casi 20 años de anuncios y negociaciones. Aunque hay muchos jóvenes que todavía no la conocen… Esta operación (o plan urbanístico) utiliza parte del suelo de las vías de RENFE así como otros terrenos (algunos expropiados en su día a los jesuitas) para dar un crecimiento a la ciudad de 2,8 Km, prolongando el eje actual de la Castellana hasta el nudo Norte y enlazándolo con la M40, tocando tangencialmente el PAU de las Tablas (que tiene una planificación absurda, por cierto), de San Chinarro y de la futura Ciudad de la Justicia.
El plan ha sido diseñado por JM Ezquiaga junto con Iñaki Ábalos, arquitectos de reconocida trayectoria y valía y que, seguramente, han realizado el mejor de los planes posibles para el difícil encargo recibido. Algo que no ponemos en duda (ni que es difícil el encargo ni que los arquitectos son grandes profesionales), ni tampoco que han mejorado sustancialmente el faraónico diseño realizado en su día por Ricardo Bofill.
Esta operación se nos ha vendido ahora como un acercamiento de la capital a otras grandes urbes como París o Londres, como una gran estrategia de generación de puestos de trabajo y como el futuro motor económico de Madrid. Se habla de 20.000 empleos creados en los próximos años y, ante eso, los ciudadanos se han callado. El resto del silencio obedece seguramente a intereses de otra índole.
Lo que dicen las cifras es lo siguiente: 17.000 viviendas (4.000 de ellas, protegidas), un gran centro de oficinas y de negocios, cuatro enormes rascacielos (¿otros más o serán los de siempre?), veinte torres y 3,1 millones de metros cuadrados de suelo construido, suelo para parques y jardines -53 Ha-, equipamientos públicos -81 Ha-, 123 Ha para infraestructuras de comunicación (calles, avenidas y otros medios de transporte). Una inversión de 11.000 millones de euros por parte del M. de Fomento, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento, inversión que se extraerá al parecer de las plusvalías generadas con la explotación urbanística de la zona. Dentro de 15 años se prevén 15.000 personas allí viviendo.
Se ha diseñado con el mayor de los cuidados medioambientales y siguiendo las directrices actuales del urbanismo moderno, al reunir zonas residenciales, de trabajo y de ocio, con carriles bicis, con anillos de circulación perimetrales a las viviendas, con una magnífica red de transporte público, con viviendas ecológicas, etc. Visto así, dan ganas de salir corriendo, asociarse con el consorcio BBVA y la constructora San José y comenzar eufóricamente a construir. Pero hay algo de toda la operación que me produce mareo, lo siento. Y no sólo por las cifras que –reconozco- me superan.
Porque, digo yo, con el mayor de los respetos:
– ¿No estamos hablando ahora en plena crisis que hay que replantearse el ladrillo como motor económico del país y cambiar de estrategia?
– ¿Necesita Madrid un desarrollo tan desmesurado, un crecimiento tan bestial, cuando el parque de viviendas vacías en todo el país es de 3 millones (y siguen terriblemente caras) y la teoría del Decrecimiento (difundido por el profesor Carlos Taibo y Serge Latouche) está calando hondo en el alma de los ciudadanos que ven que crecer y crecer y crecer no es la solución a nuestros problemas?
– ¿No habíamos quedado que hay que REUTILIZAR y REHABILITAR las viviendas viejas del centro y de los barrios periféricos, las más humildes, las más necesarias? ¿No era ésa la consigna?
– ¿No seguimos con esta operación fomentando una desigualdad entre el Norte y el Sur de la ciudad, desigualdad ya existente pero no deseable?
– A pesar de las magníficas instalaciones de transporte, y conociendo la realidad, ¿no se producirá un colapso automovilístico de entrada a la ciudad desde la carretera de Colmenar, M30 y M40, para acceder a todos estos servicios terciarios?
– ¿Para qué tantas viviendas de lujo?
– ¿Y la ciudadanía? En un momento que se está hablando de la importancia de la participación ciudadana de asociaciones de vecinos, de mujeres, de habitantes de los barrios, ¿cómo y de qué manera ha permitido el Ayuntamiento que participen en la Operación? ¿Por medio de las fórmulas vigentes y trasnochadas? (léase información pública en Boletines Oficiales, alegaciones, etc.) ¿Ha existido, en todos estos años, un verdadero debate público?
– And last but not least (como dicen los ingleses) ¿queremos los madrileños una ciudad dentro de la ciudad? ¿Una ciudad donde los de siempre van a especular con terrenos que no son suyos, llevándose 3.000 millones de Euros en plusvalías tal como ha denunciado IU?
Cristina García-Rosales. arquitecta
madrid. marzo 2011