Un par de publicaciones y cuatro edificios acabados de forma exquisita han presentado al público la obra y la trayectoria del arquitecto nacido en Maracaibo, Venezuela, pero de formación suiza, Christian Kerez.
Tras obtener su titulación en 1998 en el instituto federal de tecnología de Zurich comenzó su andadura profesional como fotógrafo de arquitectura. Hay arquitectos cuya formación depende de forma determinante por ejemplo de las oficinas en las que comenzaron su vida profesional, o de su relación con la escuela en la que estudiaron o tal vez del contexto social en el que empezaron a trabajar. En el caso de Kerez son precisamente los años vividos como fotógrafo los que han marcado su forma de entender y materializar su arquitectura.
Su obra fotográfica recorre paulatinamente edificaciones industriales, presas, centrales eléctricas, túneles o autopistas en las que el sentido infraestructural y su vinculación al paisaje presentan un equilibrio en el que la dureza constructiva de estas obras parece encajar con el lado más brutal de la naturaleza.
De alguna manera estas fotografías en las que los edificios aparecen despojados de cualquier elemento ornamental o embellecedor, confirman que la belleza de estos se debe exclusivamente al hecho funcional y a la concreción racional del proceso constructivo que a levantado estos edificios.
Este gusto por la limpieza lingüística y por la narración de la funcionalidad de sus edificios ha guiado la obra de Kerez.
Edificios como la capilla en Oberrealta en Suiza, su primera obra, que se alza en una pequeña meseta sobre el valle alto del Rhin. Aunque formalmente busca el icono común de una casa corriente, su materialidad resuelta únicamente en hormigón, resulta fundamental para elevar esta pequeña edificación a la escala de una escultura o de un monumento. Su simplicidad y sus modestas dimensiones amplifican la relación del edificio con el entorno natural y las espectaculares montañas alpinas que la rodean.
El segundo proyecto construido por la oficina de Christian Kerez fue un edificio de apartamentos en Forsterstrasse en la ciudad de Zurich. El edificio es lo que se podría denominar una casa de hormigón y cristal. Muros y forjados de hormigón cerrados por grandes carpinterías de vidrio dan respuesta a una planta libre y abierta en la que la elegancia en la construcción y la austeridad en el uso de los materiales dotan al edificio de una cierta aura de atemporalidad.
El entorno del edificio, un barrio residencial con amplios espacios arbolados vuelve a tener una gran importancia en la expresión del conjunto. El verde de los árboles y la luz del día se reflejan en las superficies lisas del vidrio y en el pulido de los encofrados de hormigón, provocando una transparencia matizada que llega hasta el interior de las viviendas.
Otra obra de viviendas que amplía este trabajo es la llamada casa de un solo muro, levantada también en Zurich. Esta casa para dos familias aprovecha el típico muro medianil de las viviendas unifamiliares para dotar al edificio de toda su expresividad pero también de todas las funciones necesarias. Este muro divisorio es estructura, pero dado su espesor y su quebrada geometría aloja también los cuartos húmedos o las escaleras. La simplicidad del concepto y la reducción de la arquitectura a un solo elemento demuestran como Kerez permanece fiel a su ideario incluso en los proyectos más reducidos.
Su obra más celebrada hasta el momento es un edificio escolar construido en Leutschenbach. Para liberar la mayor cantidad de suelo de la parcela, agrupo todos los espacios hasta plantear un edificio apilado, en el que tres pisos de aulas sirven de zócalo a un gran vestíbulo sobre el que se apoya el edificio del gimnasio. Compositivamente el edificio juega con esa incertidumbre que genera la idea de ser tres edificios o uno solo. La solución estructural a base de una estructura reticulada de hormigón, que una vez construida de alguna manera ya será el edificio acabado, centra toda la atención. Kerez lleva a los elementos estructurales de este edificio las soluciones que había aprendido de los ingenieros de autopistas suizos durante sus años de fotógrafo. Soluciones basadas en la austeridad de recursos para solventar de la mejor manera posible el problema planteado.
Con estos recursos Christian Kerez ha elaborado un discurso propio, en el que tal vez lo más destacado sea la búsqueda de lo esencial, lo que genera arquitecturas descarnadas, con una cierta brutalidad, pero que se cargan además de una belleza poética que atrae al espectador como un imán.
íñigo garcía odiaga. arquitecto
san sebastián. abril 2011
Artículo publicado 2011.04.25 _ ZAZPIKA