Los espejos funcionan como las pupilas de un espacio intra-muros, una habitación outdoor desde la que nos observan. En ocasiones conservan incluso algunos recuerdos de nuestras vidas, como los espejos porosos y polvorientos de las casas viejas, que parecen examinarnos desde los sombreros y trajes a rayas de nuestros antepasados1. También los espejos nos cuidan, nos acogen, nos reconfortan, como parte indisoluble del universo doméstico, nos responden. En este sentido Luis García Montero hace distinciones claras:
«No importa si has dormido poco o mucho,
os espejos de hotel nunca perdonan
y son como animales de montaña
que no aceptan el trato de los hombres.
La luz de los espejos familiares
se apiada de nosotros, sin embargo,
nos ayuda a fingir, y por afecto
o por costumbre llega a perdonarnos».2
Los espejos seducen desde la construcción de una ficción intangible, una puerta hacia el mundo de Alicia a través del espejo3. La orientación de esta poderosa apertura hacia una especie de realidad blanda se adivina en los espejos de Aldo van Eyck, integrados como una escapada sobre los muros del orfanato de Amsterdam. El cine, el circo y Chaplin exactamente en su centro, bien conocen el juego multiplicador de los reflejos. Los espejos también transforman nuestra percepción y muestran una suerte de collage de la realidad.
Espejos en los techos de la Serpentine Gallery o en los muros de la casa Domínguez establecen una alteración, una discontinuidad, un espejismo: allí donde debería haber cielo, hay césped; luz donde debería haber sombra4. Y viceversa. Lewerentz en Estocolmo o Le Corbusier en la terraza Beistegui anticipan acciones que años más tarde desarrollarían sobre el territorio, gracias a los espejos, Robert Smithson o Anish Kapoor5.
La arquitectura de los espejos existe más allá del espacio de nuestra respiración. En la imagen, un Mies precavido se asoma al abismo de los espejos en una maqueta de estudio para la fachada del Seagram Building en Nueva York.
Miedo al vacío. Los espejos habilitan la construcción primera de una torre intangible, ilusoria, tan vertical como virtual y sin embargo, desplegada por entero ante sus ojos en una pequeña habitación de un edificio cualquiera. Los espejos ordenan y multiplican. Los espejos nos cuidan y nos recuerdan. Los espejos alteran y nos interrogan. Conviene perderse, con la excitación del explorador que ha llegado el primero, en el espacio de los espejos.
Miguel Ángel Díaz Camacho. Doctor Arquitecto
Madrid. Mayo 2015.
Autor de Parráfos de arquitectura. #arquiParrafos
Notas:
1 Una de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna toma forma de aforismo para asegurar que «a los espejos no se les olvidan los trajes a rayas». Una emocionante manera de conectar los espejos con la memoria la encontramos en el proyecto de Solano Benitez para la tumba de su padre en Piribebuy, Paraguay.
2 Luis García Montero, «Los espejos», en Habitaciones separadas, Madrid, Visor, 2009, pág. 31.
3 Lewis Carroll, “Through the Looking-Glass, and What Alice Found There”, 1871.
4 SANAA, Pabellón para la Serpentine Gallery, 2009; Alejandro de la Sota, casa Domínguez, 1975-78.
5 «Yucatan Mirror Displacement» o «Ithaca Mirror Trail», Robert Smithson1969; «Turning the World Upside Down» Anish Kapoor 2010-11.