El sol brillaba en el cielo de Bruselas abrasando a los visitantes de la explanada de Heysel. Sverre y Reima bebían, a pequeños sorbos, un café africano. Reima respiró hondo, pensó unos segundos, y dijo:
-Según se aprende a imaginar con mayor y mayor concentración dejas de poder trabajar con objetos o esquemas prefabricados… Lo realmente imaginable es lo que realmente necesito. Presupongo que existe subjetivamente; al hacerlo, rompo con toda la tradición cultural europea, y usted podría decir que soy un chamán.1
La cara de Sverre se contrajo en una mueca. En cierto modo, estaba de acuerdo con ese finlandés:
-Las construcciones realizadas por los animales son racionalistas: precisas e inmutables, son siempre iguales cada día y cada año… – Tras un largo trago de café, añadió- El modo de pensar del hombre, en cambio, no es rígidamente racional y lógico; comprende chistes, mentiras, caprichos irracionales. Si la arquitectura es completamente racional, los hombres se convierten en animales.2
La conversación se interrumpió. Un niño disfrazado de cosmonauta llamó la atención de Reima y Sverre para preguntar dónde estaba el Sputnik; señalaron hacia el pabellón de la U.R.S.S. y durante unos segundos observaron cómo se alejaba apresuradamente en aquella dirección. De fondo se escuchaba un partido en el que Garrincha se divertía con los defensas soviéticos. Pararlo no parecía tan sencillo como poner en órbita un satélite. Reima continuó:
-El ritmo de mi lenguaje influye en las formas que dibujo, expresa mis trazos, delimita mis superficies. Las expresiones locales y el vocabulario regional son elementos de mi genuina manera de expresar la arquitectura… Pienso en mi idioma nativo, en finlandés. Hablo mientras trabajo, el ritmo y la entonación del finlandés gobiernan los movimientos de mi lápiz. ¿Dibujo en finlandés?3
Sverre estalló en una carcajada. ¿Dibujaba él en noruego? Tras unos segundos, replicó:
-Trabajamos con letras, con un alfabeto, escribimos una historia… Veo los materiales como las letras que utilizamos para escribir nuestros pensamientos poéticos.4
En ese momento pasaron frente a ellos dos hombres de pequeña estatura hablando un idioma que ni Reima ni Sverre conocían. Sólo acertaron a identificar la palabra hexágono. Sverre miró más allá; la gente se agolpaba en la puerta del pabellón francés. Era feliz mientras imaginaba que después irían a visitar su pabellón, o el de Reima. Quería disfrutar de esa mañana de verano porque intuía que su tristeza lo estaría esperando siempre ahí… escondida, poniéndose guapa.
Sverre confesó:
-Nunca me he considerado un moderno, aunque sin duda al principio absorbí el mundo antimonumental y pictórico de Le Corbusier. El funcionalismo descubrió un mundo nuevo, el de las aldeas de Grecia, Italia y el Norte de África…Y nosotros, nacidos a la sombra de la modernidad, fuimos a verlo con nuestros propios ojos.5
Agitado por esas palabras, Reima exclamó:
-¿Acaso cada generación no tiene claros sus propios campos y los exprime al máximo antes de que desaparezcan? -Inquirió retórico- Claro que, por otra parte, esos rebeldes pioneros avanzaron ciegamente hasta el borde dejando tras ellos parte de los frutos para quienes venían detrás. ¡Ahí lo tienes! Empecé a pensarlo hace mucho tiempo, y sigo pensando lo mismo.6 -Bebió el último trago de su café y prosiguió- La tradición moderna es un árbol, un tronco de la cultura. Tengo la hipótesis de que hasta ahora no hemos utilizado más que un 30% del tronco. Un 70% permanece latente.7
Se hacía tarde. Reima se puso en pie y sacó una moneda. Mientras la apoyaba en la mesa, agregó:
-¿Soportarán las obras maestras de la arquitectura la evaluación final de la historia? ¿Qué evaluación final? ¿Qué historia?’.8 –Guardó su cartera y comenzó a caminar hacia la avenida principal.
La radio emitía ahora un prolongado acorde eléctrico. Tal vez Muddy Waters. Sverre cerró con fuerza los ojos y levantó su rostro hacia el sol de mediodía.
Entonces comenzó a recordar aquel invierno en Marruecos:
-En África encontré un modo de construir muy sencillo- se dijo a sí mismo. – Allí, en el desierto, un cubo con una puertecita y a veces una ventana, tal vez una palmera al lado… y ya está.9
Borja López Cotelo. Doctor arquitecto
A Coruña. febrero 2012
Notas:
1 Reima Pietilä, en conversación con Kaisa Broner-Bauer. Ver VV.AA. (1995) ‘Price, Culot, Pietilä. De la pasión de la tierra’. Revista Fisuras, no.2, p.7
2 Extracto de una entrevista publicada en 1992 bajo el título de ‘Una autobiografía arquitectónica’, incluido en: NORBERG-SCHULZ, Ch. & G. POSTIGLIONE [1997]2007. Sverre Fehn. Opera Completa. Milán, Mondadori Electa S.p.A., p.279
3 Reima Pietilä en ARTTO, A., R. CONNAH y otros (1985). Pietilä. Intermediate zones in modern architecture. Helsinki, Museum of Finish Architecture, p.9
4 VV.AA.: ‘Sverre Fehn. Above and Below the Horizon’. a+u, Architecture and Urbanism, no.340, p. 17
5 Extracto de una conversación entre Mathilde Petri y Sverre Fehn. Ver NORBERG-SCHULZ, Ch. & G. POSTIGLIONE, Op. cit., p. 286.
6 R. Pietilä en JOHANSSON, E., K. PAATERO, T. TUOMI (2009). Raili:Reima Pietilä. Un desafío a la arquitectura moderna. Madrid, Fundación ICO, p. 20
7 Ibid., p. 70
8 R. Pietilä en ARTTO, A., R. CONNAH y otros: Op. cit., p.24
9 Sverre Fehn en NORBERG-SCHULZ, Ch. & G. POSTIGLIONE, Op. cit., p. 281