“A picture is defined twice. When you see the whole at first glance, and then when you find a detail that changes everything”.
Wim Wenders
El patrimonio construido de la época socialista de los diferentes países de Europa oriental y Asia constituye una parte muy importante de su patrimonio arquitectónico. Se trata de un periodo de entre 45 y 70 años aproximadamente, aunque el proceso de transición en algunos casos ha sido lento y difícil en cuanto a las instituciones relacionadas con planificación y construcción, así que este límite es sólo orientativo. Por supuesto, hay países como Corea del Norte o Cuba que aun funcionan bajo las reglas de la economía estatal, planificación centralizada y el partido único en el poder. El primer límite borroso de la arquitectura socialista se refiere a su final: cuándo ha dejado de existir como tal, como forma concebida para un uso determinado. Una solución conceptual ofrece el libro “Socialist Architecture: The Vanishing act” de Srdjan Jovanović Weiss y Armin Linke.
La investigación sobre la planificación, creación, construcción y uso de la arquitectura desarrollada en la época socialista (atendiendo a los límites histórico-políticos), pertenece generalmente al campo de la historia de arquitectura. Sin embargo su presencia física, su continuado uso y las consecutivas transformaciones, tanto espontaneas como planificadas, la acercan al presente. También, las opiniones populares y los sentimientos acerca de esta arquitectura son todavía pronunciados y contradictorios y a diferencia de la arquitectura histórica, aún no existe una opinión consensuada y definitiva sobre este patrimonio. La evaluación del patrimonio arquitectónico de la época socialista es un proceso vigente y sitúa a la investigación sobre esta arquitectura en un tiempo próximo al presente.
El conocimiento y las publicaciones sobre la arquitectura socialista crecen en número y en profundidad. Sin embargo no existe una base de datos internacional y accesible, sobre los arquitectos o proyectos, consultable para investigadores nuevos, de manera que la investigación todavía tiene el encanto del directo: de visitar el sitio, buscar en archivos, bibliotecas, despachos de autores u oficinas de instituciones estatales. También contiene la frustración de escavar entre multitud de documentos sin encontrar nada relevante para la investigación particular durante días. O según el tiempo, país o ciudad, la desesperación provocada por la poca organización de los documentos, reglas sobre su reproducción, condiciones de consulta, etc. Como resultado, siempre que no se hace una búsqueda concreta en un archivo individual (puesto que exista), se acaba encontrando más información de la que se buscaba inicialmente que inevitablemente modifica el curso de la investigación. Para bien o para mal.
Un estudio sobre una obra arquitectónica o sobre un proyecto urbanístico empieza por el estudio del contexto en el que se desarrolla. Desgranamos el contexto entre el contexto físico, histórico y el social, para darnos cuenta que hay un subyacente contexto ideológico-político que da color a los demás conceptos. La obra pública, con inversión y planificación estatal implica cierta politización de la construcción, cuyo nivel depende de la importancia de la obra para la ciudad o para el estado. Esto no es una especialidad del mundo socialista. Las grandes obras como las sedes gubernamentales o de los partidos, los grandes equipamientos culturales o deportivos, estaban llamados a expresar un claro mensaje ideológico, muchas veces a través de una forma completamente abstracta y materiales poco elocuentes para el gran público. En este sentido, arquitectura socialista era más que arquitectura, con un contenido propagandístico difícil de acotar. La arquitectura estaba llamada a comunicar ideas que sobrepasaban a su disciplina, a modificar y supuestamente mejorar la sociedad a través de las nuevas formas y los nuevos usos que planteaba.
Más que crear edificios singulares, la época socialista ha creado ciudades o espacios públicos, eliminando la separación entre arquitectura y urbanismo. Aparte de las ciudades nuevas fundadas alrededor de las plantas industriales (en la URSS fueron más de mil), varias reconstrucciones de ciudades históricas se plantearon en términos de tabula rasa, o se construyeron innumerables ciudades satélites o nuevos barrios alrededor de los centros históricos. Cada gran edificio cultural, administrativo o deportivo se proyectaba en relación con el espacio público, creando muchas veces la propia plaza o recorrido representativo. Así el Palacio del Pueblo de Berlín siempre se ha pensado y representado en relación de las dos grandes plazas públicas que lo rodeaban: Marx Engels Forum y Aleksanderplatz.
De la misma manera un edificio residencial se entendía en función del conjunto de varias unidades dentro de la manzana o microrayon. Su forma y distribución se relacionaban con el centro de abastecimiento y equipamientos, con los accesos y otros referentes urbanos. Por ejemplo, Stalinalee de Berlín oriental no se proyectó como conjunto de edificios singulares (a diferencia de su contraejemplo Interbau de Berlín occidental), sino los edificios se entendían como partes de una composición totalizadora. El mismo planteamiento comparten los “bloques” de Nueva Belgrado, donde la repetición de las formas indujo la sensación de inhumanidad del barrio.
La implicación de los líderes políticos no es extraña en los grandes proyectos de la arquitectura socialista. En función de la envergadura de la obra o de la fecha de inauguración-que a menudo se hacía coincidir con alguna fiesta nacional o con el cumpleaños del líder-, los presidentes presenciaban los actos relacionados con la construcción. La visita a la obra por parte del presidente era un evento relativamente habitual en la construcción de grandes equipamientos o los nuevos barrios urbanos de los países socialistas, pero fueron varios los que sobrepasaron los límites del espectador privilegiado.
Una parte importante de las decisiones proyectuales sobre el Palacio del Pueblo de Bucarest y la contigua avenida de la Victoria del Socialismo se atribuyen a Nicolae Ceausescu, a pesar de la presencia de la arquitecta oficial, Anca Petrescu. Kim Jong II escribió (presuntamente) en 1991 un libro teórico titulado “El Arte de Arquitectura” en el que describe las características que ha de tener la arquitectura socialista en Corea del Norte. Este libro continua siendo el documento más importante para los arquitectos norcoreanos.
En contextos especialmente aislados, la fuerte presencia de la ideología política en la vida cotidiana disminuye la importancia de cualquier otro actor en el proceso constructivo, a favor de un espejismo en que el arquitecto como autor se desdibuja para ceder paso al líder como el arquitecto supremo. Hay algunas pocas excepciones de arquitectos predilectos que gozaban de confianza y presupuestos ilimitados, como el caso de Pranvera Hoxha, hija del dictador Albanés quien junto con su marido proyectó varios edificios monumentales para el régimen incluido el fallido mausoleo para Enver Hoxha.
En países como Corea del Norte, el arquitecto como autor es casi una figura inexistente. La idea genial siempre es del líder quien trabaja para satisfacer las necesidades del pueblo. A su vez, los arquitectos –que también son el pueblo- trabajan para realizar las ideas del líder. En definición de un proyecto se insiste en la colectividad del trabajo, así que las obras nunca se adscriben a una sola persona. Así también funciona el proceso de construcción.
Este caso es, sin embargo, excepcional y extremo, aunque los países socialistas producían numerosos complejos residenciales o equipamientos de gran escala elaborados por grandes equipos profesionales de los institutos o constructoras estatales. No era extraño que el nombre de empresa sustituya al nombre del arquitecto. A la hora de analizar una obra arquitectónica, la investigación puede llegar a incluir la organización de estas grandes empresas y sus modos de funcionar, para entender algunas decisiones proyectuales.
El autor es una parte del contexto personal de un proyecto, mientras que la otra es el usuario, o el grupo social destinatario de la obra. La sociedad socialista era supuestamente igualitaria, que había abolido las diferencias económicas, nacionales, culturales, raciales y de sexo. La única que aparentemente continuaba existiendo era la diferencia de edad, así que los niños eran los privilegiados destinatarios de diseños adaptados. La macroestructura residencial se proyectaba para un usuario abstracto, para satisfacer sus necesidades físicas y ofrecer un mínimo (o un óptimo) de servicios y equipamientos en un radio de 500m. El análisis de una manzana residencial o de un solo edificio supone conocer su estructura social (a menudo se trata de una suposición a partir de la empresa estatal que había encargado su construcción) e indagar en las relaciones o conflictos ocultos entre los diferentes grupos.
Estas relaciones se volvieron especialmente interesantes a partir de la apariencia de las disidencias y las contraculturas juveniles de los años 70 y sobre todo los 80 que cambiaron el paisaje urbano o de la ciudad socialista y su percepción. Las únicas clases que continuaban existiendo en el socialismo se definían por la posición en el aparato político. Los altos funcionarios y la diplomacia contaban con recintos propios y unas condiciones residenciales contrarias al ideal del urbanismo socialista, marcando así un hábitat preferible para el resto de la población.
La distribución espacial del funcionariado era presente y perceptible en las ciudades, ya que si no la zona de residencias unifamiliares, los altos y medios rangos ocupaban espacios próximos al centro urbano y a la máxima concentración de equipamientos. La ciudad socialista presentaba desigualdades en el sentido centro-periferia o antiguos y nuevos barrios que se evidenciaba –aparte de la forma arquitectónica- en la escala, densidad, presencia de contenidos culturales y de ocio y en la estructura socio política.
Investigar la arquitectura socialista inevitablemente supone estudiar los discursos de los políticos relacionados con las obras, pronunciados en los inicios de la construcción o inauguraciones de los edificios terminados. Cuando se trata de los proyectos urbanísticos son interesantes las reflexiones de los dirigentes relacionadas con la convocatoria de los concursos, o con su fallo y, en general, sobre la necesidad y las expectaciones relacionadas con el proyecto. El discurso creado desde la política sobrepasa los límites del lenguaje arquitectónico, aproximando la forma o alejándola de la sociedad, dependiendo de factores a veces ajenos a la construcción.
Así por ejemplo, para Kim Jong II, la forma vertical es una expresión inequívoca del espíritu progresista de la nación norcoreana, mientras la horizontal se refiere a su pacifismo. En consecuencia para componer un conjunto urbano equilibrado, hay que utilizar tanto los volúmenes verticales como los horizontales, aunque esta decisión viniera desde una posición alejada a la lógica arquitectónica. En ocasiones, los motivos o metáforas generados a partir del proyecto y utilizados en el discurso político se repiten por los arquitectos a la hora de explicar sus proyectos al público no especializado.
El proceso de las obras también generaba un discurso propio, basado en anécdotas y mitos urbanos, sobre todo cuando se trataba de grandes obras con brigadas de voluntarios o de ejército. Así la construcción de la ciudad satélite de Nowa Huta cerca de Krakovia contiene el mito de Piotr Ożański, colocador de ladrillos quien con su brigada llegó a colocar más de 65.000 ladrillos en un turno de 8 hora y sobrepasar la cuota en más de 1000%. O la construcción de Nueva Belgrado donde las chicas de etnia albanesa se quitaban el niqab por primera vez y aprendían a leer en la obra. Estos discursos paralelos, sociales e ideológicos, pero no arquitectónicos impregnaban las obras de significado.
En muchos casos este colectivismo impuesto, junto con el modernismo pretendido no conseguido en cuanto las condiciones de vida reales, provocaron un sentimiento negativo generalizado hacia los nuevos barrios. Además la construcción nueva se solía sobreponer a la forma urbana o arquitectónica heredada, presentada sistemáticamente como deficiente (y burguesa), mostrando muy poca sensibilidad hacia el contexto histórico.
Fue de hecho el proceso de transición -económica, política y cultural- el que cambió definitivamente la visión sobre la arquitectura socialista. En un primer momento era prácticamente imposible hacer una valoración positiva de este patrimonio construido. En cambio se hablaba del proceso de “normalización” de las condiciones de vida, de la vivienda, espacio público o de equipamientos (“Politics in Color and Concrete. Socialist materialities and the middle class in Hungary” de Krisztina Fehérváry). También los proyectos más politizados fueron envueltos en una especie de silencio y parcialmente excluidos de las investigaciones. La supuesta importancia política impedía la difusión de planos definitivos de los edificios relevantes y por tanto su análisis completo. El proceso de aproximación y de una valoración más positiva del patrimonio arquitectónico de la época socialista empezó desde una serie de proyectos de ruinas espectaculares que investigaban el estado actual de diferentes construcciones monumentales, como por ejemplo la serie “Spomenik” de Jan Kampenaers sobre los monumentos yugoslavos o el libro “Cosmic Comunist Constructions Photographed” de Frederic Chaubin centrado en la arquitectura de los años 70 y 80 de la URSS.
Son muy recientes las investigaciones o presentaciones (como por ejemplo la exposición de Rusa, serbia o de Montenegro en la última bienal de Venecia) que revaloran la arquitectura socialista en términos de método proyectual, tecnología constructiva o repertorio formal de una manera accesible para el espectador o arquitecto actual. Este sería el paso esencial para que este patrimonio sea entendido y aceptado plenamente como parte de la cultura nacional, que lo incluiría en los catálogos del patrimonio construido y en las listas de protección y rehabilitación.
Jelena Prokopljević. Doctora Arquitecta.
Barcelona. Febrero 2015.