Hablar de lo efímero es hablar de nuestra realidad actual. Si nos atenemos a su definición en el Diccionario de la Lengua Española, constatamos que efímero es:
1. Pasajero, de corta duración.
2. Que tiene la duración de un solo día.
Por lo que fácilmente deducimos que las noticias que seguimos por Internet y en cualquier otro medio, son efímeras. Y que los mensajes que lanzamos en las redes sociales, también lo son. Los leemos, los intentamos asimilar muy rápidamente (¿por qué todo ha de ser tan rápido?) y pasamos al siguiente. Sólo nos queda grabado aquello que nos impacta, lo que nos sorprende o emociona, lo que compartimos… Escribir (y leer) en un blog también se puede considerar efímero, a excepción de alguno posts que pueden ser leídos muchas veces, por el interés que pueden despertar.
En todo caso, y hablando de la arquitectura ¿se puede considerar efímera? Si la arquitectura es el “arte de proyectar y construir edificios”. Y un edificio es una “construcción fija, hecha con materiales resistentes, para habitación humana o para otros usos”, pareciera que lo fijo y lo resistente debería de ser duradero, permanecer en el tiempo, envejecer bien y con dignidad, para albergar al ser humano que lo habita. Es decir, lo contrario a lo efímero. Así lo aprendimos en las Escuelas de Arquitectura. Así nos lo han enseñado nuestros maestros…
Pero por otra parte, actualmente, se está hablando mucho de “arquitectura efímera”. Y aunque ambos términos son contrapuestos, a mi entender, hay que estudiar con detenimiento la cuestión antes de lanzar arriesgadas conclusiones. La Wilkipedia lo deja bien claro: la arquitectura efímera es la diseñada habitualmente para celebraciones y fiestas de todo tipo, como escenografía o decorado para un acto concreto, que se desmonta después de efectuado éste. Es decir, es aquella que se utiliza para exposiciones, ferias, campamentos de emergencia y en todas aquellas situaciones en las que el desmontaje y la temporalidad son necesarios.
Es una pena invertir un dinero en algo efímero, por lo visto, desde una óptica económica. Pero en el momento actual, hay situaciones en que no queda otra que introducir este término como un adjetivo más al hecho arquitectónico. Lo efímero no permanece, pero puede agradar y divertir. Lo efímero no envejece, pero puede ayudar a concienciar a la ciudadanía sobre la capacidad que tiene de poder participar en un proceso al que anteriormente no tenía cabida. Lo efímero también puede, por tanto, ser útil. Y bello.
Me refiero, por ejemplo, a los espacios públicos en la ciudad. Y concretamente, al centro de Madrid. Si en el distrito Centro no existen plazas y parques (y los que se contabilizan como zonas verdes, muchas veces son privados o plazas llamadas “duras”), el hecho de ocupar temporalmente o efímeramente un solar, para solaz y recreo de los habitantes de la zona, el espacio público que genera, ¿puede ser considerado como arquitectura? Claro que sí.
Y si en una manifestación colectiva, como fue el 15 M, si un arquitecto diseña un contenedor a base de palets de madera, con una imaginación a prueba de bomba ¿puede considerarse arquitectura? También, por supuesto. Sobre ello decía Perea:
“Las soluciones arquitectónicas no respondían a usos como ‘dormir’ o ‘comer’, sino a algo más primigenio: ‘reunirse’. El umbral de las relaciones humanas está en esa ceremonia, es el origen de la colectividad”.
Y ¿qué decir de las situaciones de emergencia dónde se necesitan construcciones temporales para las personas que se quedan sin hogar hasta que se construyan otros más consistentes? Estos momentos duros, la arquitectura, no tiene necesariamente que ser hermosa, sino eficaz y proporcionar cobijo a aquellos que sufren de un momento crítico.
Pues bien, concluyo que lo efímero también está ligado a la buena arquitectura. Y que hay siempre que poner en tela de juicio las enseñanzas recibidas. Que lo útil es bello y que no siempre lo bello, es útil (ni falta que le hace).
Cristina García-Rosales. arquitecta
madrid. diciembre 2012
«Pues bien,
concluyo que lo efímero también está ligado a la buena arquitectura. Y que
hay siempre que poner en tela de juicio las enseñanzas recibidas. Que lo útil
es bello y que no siempre lo bello, es útil (ni falta que le hace).»
Cristina García-Rosales