Una introducción necesaria
Hay frases que alcanzan una dimensión más allá de toda gramática posible.
Poder englobar en una sola frase la deriva de una parte importante de la producción arquitectónica de los 30 últimos años, y me refiero con ello a la arquitectura que ha estado más presente en los medios especializados, y por consiguiente, que han obtenido legitimidad crítica y valor cultural de cambio, sería como encontrar una frase de ciclo. Que abre y cierra un ciclo.
Llevo leyendo y apostando por frases propias y ajenas muchos años para determinar esa construcción y está claro que no existe una única frase magistral. Pero si que existen un grupo de frases favoritas, un conjunto privilegiado de afirmaciones, casi de aforismos, que encierran una vasta significación. O quizás ocurre simplemente que según el momento o el estado de ánimo, hay frases que encierran mejor una idea que trasciende a todas las demás, y por tanto está va cambiando.
Ahora mismo, en las circunstancias actuales, en el contexto presente, mi favorita es que desde los años 80, tanto a nivel local, como a nivel global, se ha producido una alarmante falta de tensión narrativa en los proyectos de arquitectura.
Vamos a clarificar
No se puede interpretar con esto que toda la arquitectura, desde los años 80 hasta finales de la primera década del siglo XXI, adolezca completamente de tensión narrativa. Se está señalando aquí que una parte significativa de la arquitectura legitimada como tal en los altares de las revistas, en las mesas de las universidades y los círculos de la crítica, adolece de esa característica a mi modo de ver, fundamental.1
Sigo clarificando. Con una parte significativa, quiero decir que la producción a la que me refiero no es marginal o simplemente insignificante, sino todo lo contrario, tiene un peso específico sustancial. Es decir, y en otras palabras, se ha beneficiado del estatus o la categoría de arquitectura de primer nivel. Y este grupo importante de edificios producidos durante más de tres décadas, no destacan, o directamente, no tienen la menor tensión narrativa.
Último matiz. Esta conjetura creo que ocurre tanto a nivel local, en mi caso, en la producción arquitectónica del sur de Europa, como a nivel global, que dada la referencia temporal que he dado antes puede resumirse en el antiguo eje Norteamérica/Europa. No hace falta remarcar, que hoy ese eje se ha desplazado como mínimo a 3 amplísimas e intensas áreas geográficas más, con la inclusión de China, Suramérica y Australia. Y en ciernes o ya consolidadas también India y Suráfrica.2
Después de tanta cautela y esfuerzo en la introducción, volvamos al centro de la reflexión.
De la teoría o la falta de ella
Mucha de la arquitectura reciente adolece de tensión narrativa. ¿Por qué? ¿es eso significativo?
En una edición del 2008, en la revista Wired, Chris Anderson, su jefe de redacción, publicó uno de esos artículos que solamente alguien desprovisto de toda noción de la historia, o, víctima de un intelectualmente anestesiante subidón de positivismo tecnológico, puede escribir bajo el provocador título de «The End of Theory. Will the data Deluge Makes the Scientific Method Obsolet?»
En pleno síndrome hipertecnológico, Anderson proclama a los cuatro vientos:
«Fuera toda teoría de la conducta humana, desde la lingüística hasta la sociología. Olvídese de la taxonomía, la ontología y la psicología. ¿Quién sabe por qué la gente hace lo que hace? La cuestión es que lo hace, y podemos seguirle la pista medirlo con una fidelidad sin precedentes. Con suficientes datos, los números hablan por ellos mismos».3
En otras palabras, ¿quién necesita relatos? ¿A quién le importa la tensión narrativa? No son necesarios los grandes relatos, o ni tan siquiera, los pequeños, caleidoscópicos y complejos micro relatos, ante la paradójica imposibilidad de entender las múltiples dimensiones de la realidad. ¿Qué más da? Solo hay que atesorar una cantidad ingente de datos para saberlo todo, para entenderlo todo. Es fácil, registra, ordena, analiza, encuentra el patrón y ya está, la inmensidad insondable del comportamiento humano, animal o vegetal, quedará desvelado. Es más, incluso si uno puede registrar el comportamiento de las cosas,4 también será desvelada la realidad de los inanimado.
Hoy en día, empresas como Google, que se han desarrollado en una época de datos masivamente abundantes, no tienen que asentarse en modelos sometidos a comprobación. En efecto, no tienen que asentarse en ningún modelo.
Es decir, de la misma manera que como decía la canción el vídeo mató a la estrella de la radio, los datos matarán a la teoría. Tanto en el primar caso, como espero en el segundo, esta afirmación es rotundamente e infantilmente incierta. Es más, a cuantas más paradojas se accede, más teoría se requiere.
En este escrito de Anderson, se dibuja una afirmación que a todas luces me parece una distopía enorme: son los datos los que dan forma a la realidad. Especificando, son los Big Data, que vía algoritmo se presentan estructurados y analizados, los que son suficientes para dar forma a lo que somos y lo que vemos. Simplemente la ingente acumulación de datos nos concibe como modelo, por tanto el modelo previo, la conjetura inicial, es innecesaria.
Esta idea, lejos de ser una simple elucubración de Anderson se apoya en afirmaciones tan categóricas como las realizadas por Peter Norving director de investigación de Google en una edición pasada del O’Reilly Emerging Technology Conference cuando afirma que:
«Todos los modelos (teóricos) están equivocados, es más, uno puede tener éxito sin ellos».
La teoría como aquello que da forma
Este tipo de afirmaciones tan categóricas, que de ser ciertas, significarían una autentica ruptura con la mayoría de las ciencias,5 me recuerdan la cara fascinada y perpleja de un bebe de 10 meses, que empieza a gatear y a entender que la realidad existe en tres dimensiones y es alcanzable, cuando antes todo era un dibujo plano que tenia delante. Por supuesto que el bebe realiza un gran descubrimiento, al igual que Anderson, descubre una nueva faceta, un nuevo instrumento que agregar a la realidad, pero esta claro que, como el bebe, no descubre la realidad por sí misma, sus raíces, su esencia, y por tanto la naturaleza oculta que los demás ni tan siquiera intuimos. El error de bulto que Anderson y todos los excitados tecnófilos del campo del Big Data, es que ignoran un punto fundamental a la hora de anunciar y difundir sus teorías: No se preguntan por la razón y la raíz, por los orígenes de todo eso que llamamos realidad. Simplemente están chequeando esa realidad en un momento intermedio del proceso, y sobre ese instante, intentan inventar o predecir el futuro. Como el bebe, han quedado eclipsados por el descubrimiento de algo fundamental en la conformación de la realidad: para uno, el bebe, que la realidad física es tridimensional, como mínimo, y que existe la posibilidad de alcanzarla. Para los profetas del Big Data, que el registro y la categorización de una enorme cantidad de datos, es capaz de hacer aflorar patrones de comportamientos pasados, con alguna probabilidad de que momentáneamente sean aplicados también a un tiempo futuro.
Volviendo a Byung-Chul Han, últimamente mi filósofo de cabecera, me acojo a una de sus sentencias:
«No hay pensamiento llevado por los datos. La negación de lo incalculable es inherente al pensamiento».6
Todos podemos convenir que teorías fuertes, como la filosofía, o como precisamente antes inducía, la teoría de la arquitectura en los años 60 y 70, no son modelos que puedan ser sustituidos por una jerarquización correcta y posterior análisis de una cantidad exorbitada de datos.
Sigo creyendo que, como apunta Han,
«La teoría constituye una decisión esencial, que hace aparecer el mundo de modo totalmente distinto, bajo una luz del todo diferente. Es una decisión primaria, primordial, que dictamina qué es pertinente a algo y qué no lo es, qué es y tiene que ser y qué no. Como narración altamente selectiva, traza un camino de discriminación a través de lo no transitado todavía».
Es precisamente esta idea de narración selectiva, de relato que aporta una tensión al qué y al cómo, la que está enormemente diluida en la arquitectura actual, y que por suerte, o quizás por desgracia, ni los Big Data, ni las Smart Cities, van a resolver. En realidad lo que ocurre es que la ciencia de los datos es simplemente plana, funciona por adición y detección de aliteraciones y repeticiones. No es narrativa, no está tensionada. Le falta la constante de la tensión narrativa. Y es por ello que la acción está más necesitada que nunca de la teoría, y la arquitectura, una conocimiento de la acción por antonomasia, requiere hoy más que nunca de teoría y tensión narrativa. Y es que como dice Han,
«La teoría aclara el mundo antes de explicarlo. Hemos de pensar sobre el origen común de la teoría y las ceremonias o los rituales. Dan forma al curso de las cosas y lo enmarcan, para que estas no se desborden».
La teoría en definitiva pone el mundo en forma, es un dispositivo formal que esculpe la realidad, anticipando modelos y conjeturas que se van sucediendo, que se van perfilando sin descanso.
Y es precisamente más necesaria que nunca por que la masa brutal de información, contrariamente a la capacidad de dar forma de la teoría, tienen un efecto deformador. La información deforma por desborde, por un exceso de transparencia cegadora, por un innecesario hiperrealismo en los detalles.
Sin embargo la teoría anticipa las formas de la realidad, anticipa un conocimiento necesario y prefigura porciones de verdad. Obtiene una forma, sin duda fluida y mutante, hibrida y abierta, pero indudablemente necesaria, que más allá de la mera elucubración, construye una historia, elabora una narración y hace entendible, leíble y asumible un mundo profundamente complejo.
Miquel Lacasta Codorniu. Doctor arquitecto
Barcelona, Febrero 2015
1 Aún hoy hay la tentación de volver a la exacerbación de la ignorancia, negando la imprescindible estructura ósea que proporciona la teoría al quehacer de la arquitectura. Los más sorprendente, es que esa oda a la ignorancia sea jaleada y apuntalada con ejemplos de dudosa trayectoria. La negación o la banalización, dos vectores clave para comprender la historia reciente de la arquitectura, siguen teniendo su grupo de adeptos. Me parece detestable esa posición de superioridad moral que encontramos, a veces muy cerca, que te advierte de que antes se aprende a ir en bicicleta que a comprender los principios físicos que la sustentan. Como si estuviera escrito en algún lugar sagrado, da la sensación que se postula que la reflexión está reñida con la práctica. Hoy podemos ver el resultado de semejante desaliño.
2 En este heptágono geográfico está claro que no incluyo zonas de indudable interés, como son Oriente Medio o Rusia, simplemente por que no han creado producción propia, y son algo más parecido a un battelfield experimental de episodios exportados que a producción propia con valor cultural específico del territorio. Como no, esto sería muy discutible, pero no encuentro referencias actualizadas para rebatir esta taxonomía de países productores de arquitectura.
3 Wired, 30 de Junio 2008.
4 Hago referencia aquí al internet of things popularizado en el MIT.
5 Imaginemos un mundo sin matemáticas, sin física, sin filosofía, etc., sin la posibilidad de agregar a nuestra razón, la guía necesaria de un modelo teórico.
6 Han, Byung-Chul, La agonía de Eros, Herder Editorial, Barcelona, 2014