UNA MÁQUINA ENTRÓPICA.
El edificio C.T.T.A., compromiso entre funcionalismo y sosteniblidad low-cost.
El edificio C.T.T.A. (Centro de Transferencia de Tecnologías Aplicadas) es el resultado de un trabajo desarrollado a lo largo de casi cuatro años en el estudio de arquitectura vallisoletano [r-arquitectura] de Rodrigo Almonacid por encargo del Parque Científico Universidad de Valladolid.
El anteproyecto presentado al concurso de ideas en junio de 2008 resultó galardonado con el primer premio (según el jurado compuesto por Patxi Mangado, Luis Fernández-Galiano y Juan Antonio Cortés, entre otros), con una propuesta titulada “Máquina Entrópica para un Hábitat Sostenible”. Allí ya se formulaba un compromiso estético entre el funcionalismo moderno y la arquitectura bioclimática, con el que se quiere presentar a una arquitectura nacida de la abstracción y limpieza visual pero compatible con una eficacia energética que minimice el impacto de su “huella ecológica”. La formalización final responde al proyecto definitivo redactado en 2010 bajo fuertes restricciones presupuestarias, en la que se alcanzó una relación coste/superficie de 998,91 €/m2, ratio realmente bajo para esta tipología destinada a uso administrativo (oficinas y laboratorios de investigación científica), y siempre observando una reducción de consumos futuros derivados del uso y mantenimiento del edificio.
En términos funcionales, el C.T.T.A. se concibió como un espacio de ocupación rotatoria y flexible que permitiera el encuentro entre investigadores del ámbito universitario y del mundo empresarial. Todo asentamiento sobre este edificio-plataforma debía asumir una condición “nómada”, donde la permanencia de espacios o su anclaje en el tiempo sería imprecisa: la condición de máxima flexibilidad suponía aceptar la posibilidad de cambios en el tiempo de manera natural, como condición primera y sine qua non. El espacio se configuró mediante la superposición de bandejas flotantes donde alojar las áreas de trabajo. Se pretendía conseguir una auténtica “isotropía funcional” gracias a la versatilidad de la espina central de infraestructuras tecnológicas (un patinillo lineal presente en todas las plantas sobre rasante), y a los falsos techos de lamas metálicas abiertas y registrables por módulos, con los que se dota a todos los recintos de trabajo.
Desde el principio, el objetivo fue apostar por una pieza de arquitectura que, pese a su gran volumen y el reducido espacio libre circundante, mostrase con audacia su atrevida ligereza dentro del campus de la Universidad de Valladolid en el que se inscribe. Frente al conjunto de “pesados” edificios vecinos, se optó por el contrapunto, ofreciendo una pieza ligera y delicada. Estéticamente se concibió al edificio como la superposición flotante de un volumen translúcido y luminoso sobre un podium macizo y opaco, de construcción más sólida, que resolvería el contacto con el suelo a nivel de semi-sótano. De este modo, el edificio se tensiona en el áspero contraste entre el orden tectónico y el orden estereotómico. Entre ambos órdenes se inserta horizontalmente una grieta transparente que parece hacer levitar al ligero sobre el pesado, evidenciado aún más si cabe por el deslizamiento horizontal de una pieza respecto a la otra. Dos esbeltas y mudas cajas negras de hormigón vertebran las comunicaciones verticales del edificio, renunciando a referenciar la escala del edificio, oponiendo así su condición enhiesta a la horizontalidad del conjunto.
Esta abstracta disposición volumétrica se hizo compatible con el objetivo de reducir las pérdidas energéticas a través de la envolvente, al crear un volumen de bajo factor de forma. Debido a esta compacidad formal, la climatización del espacio interior se redujo estrictamente a los espacios de trabajo (oficinas, laboratorios, despachos, salas de reuniones), marginando los espacios residuales fuera del volumen principal (garaje, cuartos de instalaciones, escaleras, aseos, almacenes, etc.).
Atendiendo a las ordenanzas del campus, el edificio se orientó longitudinalmente en dirección SE-NO. Se diseñó una envolvente principal completamente translúcida en sus cuatro frentes, una solución abstracta en lo formal e isótropa en lo energético (a modo de “caja isotérmica”, parafraseando a Le Corbusier), que logra una enorme captación de luz natural (minimizando el uso de la iluminación artificial, uno de los consumos energéticos mayores en edificios de oficinas).
Para optimizar el acondicionamiento pasivo arquitectónico, se invirtió el esquema tipológico tradicional al ubicar los pasillos rodeando periféricamente a los recintos de trabajo, con dos únicas crujías estructurales en sentido longitudinal que dejan en voladizo a todo el perímetro de los forjados. Al hacerlo así, estos actúan como protecciones horizontales para el sombreamiento interior de los recintos de trabajo en verano, sin que en invierno impidan las ganancias térmicas y lumínicas debido a la menor inclinación de los rayos solares. Los dos núcleos verticales (con escaleras, ascensor y aseos), actúan como “cuerpos negros” que absorben y retienen el calor en invierno, proporcionan un eficaz sombreamiento de algunas de las zonas más expuestas al sobrecalentamiento en verano, y aumentan la inercia térmica global del edificio.
La decisión de alterar la tipología convencional ha sido, a la postre, una de las más fértiles en todos sus aspectos. Además de lograr una mayor amplitud y luminosidad en los espacios de circulación, se aúnan espacial, formal y térmicamente las tres plantas de oficinas, y se uniformiza visualmente el cuerpo translúcido desde el exterior. Esto ha convertido a los pasillos periféricos en un espacio intermedio, una “doble piel habitable” configurada como franja periférica continua, y confinada entre la “piel exterior” de paneles de policarbonato celular machihembrados de última generación (U=1,00 W/m2.K) y la “piel interior” de mamparas de vidrio y madera de haya vaporizada.
La condición translúcida de la piel exterior asegura una alta aportación de luz natural y filtra gran parte de las radiaciones infrarrojas sin acudir a sistemas complejos de protección solar. Por otro lado, la piel interior de las mamparas, acristaladas de suelo a techo, asegura un aprovechamiento máximo de la iluminación natural indirecta en los recintos de trabajo. El vidrio en los pasillos es doble, con capa de baja emisividad y butiral de seguridad con atenuación acústica, aumentando el rendimiento de la calefacción invernal en el interior de los locales y ofreciendo un aspecto cambiante en el interior que aúna intimidad y transparencia en las oficinas.
Esta estrategia consigue así un abrigo de aire y luz entre dos pieles, un auténtico “amortiguador bioclimático” entre las condiciones exteriores e interiores, que optimiza las soluciones arquitectónicas pasivas y reduce consumos por acondicionamiento activo del interior. El “efecto invernadero” generado periféricamente permitirá reducir notablemente el consumo de la calefacción en los meses de frío extremo, llegando a prescindir de ella en los meses de temperaturas intermedias (primavera/otoño). Y en verano, la porosidad de la piel exterior permitirá un enfriamiento gratuito en horario nocturno gracias a las franjas de ventanas practicables.
Mediante la instalación de un sistema de control domótico centralizado, se optimiza el uso de las instalaciones para lograr un ajuste más aproximado a la demanda existente en cada momento, logrando obtener de ellas la máxima eficacia para reducir los consumos. Este sistema controla el funcionamiento de las instalaciones térmicas (sistema de recuperación entálpica en los equipos de ventilación mecánica, variadores de frecuencia en las bombas de circulación, etc.), de la iluminación artificial (con sistemas de regulación y control, así como detección de presencia), e incluso la apertura motorizada de las ventanas de lamas de vidrio insertadas en las fachadas, atendiendo a una serie de sondas exteriores e interiores distribuidas por el edificio.
Obra: Centro de transferencia de tecnologías aplicadas (C.T.T.A.)
Emplazamiento: Campus universitario “Miguel Delibes”, Paseo de Belén s/n, Valladolid, España
Autor: estudio [r-arquitectura] (Rodrigo Almonacid Canseco, arquitecto proyectista y director de obra)
Promotor: PARQUE CIENTÍFICO DE LA UNIVERSIDAD DE VALLADOLID
Constructor: DRAGADOS S.A.
Colaboradores: CYA PROYECTOS (instalaciones y eficiencia energética), PEJARBO S.L. (estructuras), BENITO GARCÍA P. (dirección de ejecución de la obra y coordinador de seguridad y salud), RAQUEL CABRERO O. (delineación y maquetas), Lluís Casals (fotógrafo).
Presupuesto: 5.480.743,70 €
Superficie total construida: 5.486,70 m2
Proyecto Básico y de Ejecución: agosto 2010.
Fin de obra: enero 2012
Plazo de obra: 14 meses (diciembre 2010 – enero 2012).
+ rarquitectura.wordpress.com
Reconocimientos
Anteproyecto: 1er. Premio concurso de ideas 2008 convocado por la Universidad de Valladolid y el Colegio Oficial de Arquitectos de Valladolid. Jurado: Patxi Mangado, Juan Antonio Cortés, Luis Fernández-Galiano.