El ojo transforma la arquitectura en una película sensible, registra la compleja coreografía de reflejos, sombras y vibraciones que parecen alterar su propia materialidad: temblores de luz sobre la penumbra del techo junto al agua; imágenes desenfocadas de nubes y estrellas que transitan sobre suelos de losas brillantes o satinadas; sombras de personas y cosas que se arrastran sobre cubiertas y muros. La arquitectura constituye un elogio del movimiento. Y Mies lo sabe.
La inclusión de la escultura de Georg Kolbe en el pabellón de Barcelona concentra la luz en un punto de máxima intensidad, multiplicando simultáneamente su imagen en movimiento en todas direcciones: reflejos vidriosos sobre el agua, matizados sobre el suelo, volátiles sobre los paneles de vidrio, enmarcados sobre el despiece de los muros. Mies se decide por una figura femenina oscura y sensual, de bronce, en una posición intimista que mira indiferente su propio estanque, evitando su rostro la luz y la mirada del visitante. La función principal de esta enigmática escultura no consiste en mirar. Tampoco ser admirada.1
Como en el grabado “Coup d’Oeil du Theatre de Besonçon” de Ledoux.2, donde la luz recorre de forma dramática y simultánea la superficie interior del teatro y exterior del ojo, la luz transita sobre un cuerpo cuya forma y posición produce sombras cambiantes sobre sí mismo: la escultura de Kolbe constituye el iris del pabellón de Mies3, el negativo que registra y desvela la sombra vertical de los brazos sobre el torso a mediodía, el rostro iluminado y resplandeciente tan solo durante los primeros instantes del Amanecer.4
Pero hablemos del ocaso.
Al atardecer, la sombra lineal de la cubierta sobre las piernas, la oscuridad en forma de medias para mujer, oculta la parte inferior del cuerpo y asciende por los muslos hacia la cintura, el pecho, los hombros, hasta finalmente sumergir por entero la escultura en el vestido negro del universo en la noche. Como si de una inmersión en agua helada se tratase, la figura parece resistirse a la sombra, al frío, a lo oscuro, y coloca sus brazos en lo alto, serena ante lo inevitable, reteniendo la última exhalación del día en la palma de sus manos.
Sombra gélida, manos hacia la luz: atardecer en El Pabellón.
Miguel Ángel Díaz Camacho. Doctor Arquitecto
Madrid. Agosto 2014.
Autor de Parráfos de arquitectura. #arquiParrafos
Notas
1 Frente a otras figuras de Kolbe, de posición expresionista con referencias claras a la danza (ver “DieTänzerin, 1912), esta escultura pertenece a un reducido grupo excepcional que presenta una expresión mucho más natural. Para más información sobre otras obras de Kolbe ver http://www.pointes.es/Georg-Kolbe
2 Fine Arts Museum of San Francisco, Claude Nicolas Ledoux, 1804. Ver aquí.
3 Iris: Arco de colores que a veces se forma en las nubes cuando el Sol, y a veces la Luna, a espaldas del espectador, refracta y refleja su luz en la lluvia / Disco membranoso y coloreado del ojo en cuyo centro está la pupila. Diccionario RAE.
4 Precisamente el título de la escultura es “Morgen” (Amanecer), Georg Kolbe, 1925.