Coleccionar postales de los lugares visitados fue «uno de los más boyantes negocios del turismo de masas antes de la llegada de las redes sociales y la democratización total de la fotografía a través del móvil o las cámaras digitales»; como recuerda Estrella de Diego en su libro Rincones de Postales. Aunque hoy se ha transformado ese modo de coleccionar el mundo, pasando del objeto a la imagen compartida en la pantalla, las postales son los testimonios de una época, la del turismo de masas, que tuvo su expresión arquitectónica desde la vivienda estacional hasta la planificación urbana que acompañó a la industria «del sol, del mar y de la arena».
La complejidad espacial de esta arquitectura que se produce en el Mediterráneo, a partir de los años sesenta, fue estudiada por Georges Candilis en Arquitectura y urbanismo del turismo de masas, publicado en 1972, centrándose en las distintas maneras de agrupar las unidades de alojamiento, ya sea de modo horizontal —donde cada porción de suelo se ocupa por un solo alojamiento—, o en vertical. Se estudian también las distintas tipologías de hoteles y moteles, los equipamientos colectivos y el urbanismo. El resultado conforma un conjunto de tapices edificados con una imagen característica, recogida muchas veces a través de las postales.
En cuanto a los establecimientos hoteleros —siguiendo a Candilis—, «la clientela masiva exige soluciones nuevas». Las investigaciones
«Apuntan ya concepciones más acordes con las nuevas funciones del ocio, la principal de las cuales es librar a las personas de las complejidades de la vida cotidiana y conseguir que adopten durante las vacaciones una forma de vida sencilla, libre y ligada a la naturaleza.»
En la misma línea, la revista Arquitectura había dedicado el número de mayo de 1964 al estudio del turismo de masas en sus múltiples escalas, advirtiendo desde la editorial que
«Somos los arquitectos quienes, más o menos directamente, más o menos conscientemente, traducimos esas cifras abrumadoras en unas realidades físicas. Somos quienes creamos el medio físico de una industria para la que el medio lo es casi todo».
Sin llegar a la intensidad de la costa mediterránea, la industria turística también llegó a Galicia en esos años, dejando algunos ejemplos notables de estructuras residenciales para estancias temporales, como los moteles proyectados por Andrés Fernández-Albalat Lois (A Coruña, 1924 – 2019) en Corcubión (1963) y en Pontedeume (1965). El apilamiento horizontal de las unidades habitacionales en un paisaje construido que se extiende por el borde costero nos presenta un modo de componer el proyecto emparentado con otras propuestas suyas coetáneas —como las viviendas para pescadores en Sada (1967) y en Pontedeume (1968) o el centro cívico en la Zapateira (1968), desarrollado con Manuel Gallego— al tiempo que se vincula con otras arquitecturas a nivel internacional desarrolladas bajo la estrategia del mat-building, el concepto que, según Alison Smithson,
«Personifica el anónimo colectivo; donde las funciones vienen a enriquecer lo construido y el individuo adquiere nuevas libertades de actuación gracias a un nuevo y cambiante orden, basado en la interconexión, los tupidos patrones de asociación y las posibilidades de crecimiento, disminución y cambio».
Varias de estas propuestas se quedaron solamente sobre el papel, esbozadas mediante las audaces perspectivas que acompañaban a los documentos de proyecto. En otras ocasiones, como sucedió con los apartamentos del motel «El Hórreo» en Corcubión, lo construido —«una solución de volúmenes fragmentados y escalonados, modulada por la repetición de lo igual»— se fue transformando o desapareciendo con el paso de los años, dejando la fotografía de la postal como el único testigo de aquel viaje.