Experiencias formativas en la búsqueda de una arquitectura tropical para Panamá.
Su ejercicio profesional es como un largo viaje que lo ha llevado desde Panamá a: Argelia, Estados Unidos, España y Francia, ya sea por estudios o trabajos. ¿me podría resumir las experiencias que le dejaron algunos de esos viajes?
Recuerdo siempre algo que dijo Luis Barragán:
“mi autobiografía es mi obra o mi obra es mi autobiografía”,
donde me encuentro hoy en términos de la profesión de arquitecto tiene mucho que ver con esos viajes. Vengo de Gamboa un pequeño pueblo en la ribera del río del canal de Panamá, y sólo salí de la zona del canal a los 17 años para ir a Arizona. Eso no fue sólo encontrar otro país, sino otro planeta, pasé de un clima tropical al desierto, además la arquitectura que conocí tuvo un impacto muy importante en mi manera de ser y de pensar. En esa época tenía la intención de volver después de mis estudios a Panamá y trabajar en una empresa de construcción de la familia, pero negocié un viaje antes de volver y me fui al terminar mi maestría en Houston Texas y luego me fui a Europa.
Visite Londres, Ámsterdam y París en un momento muy crítico de Europa en 1978, en París era el décimo aniversario del 68, la revolución de la juventud que tuvo secuelas en todo el mundo. En España entré al Taller de Arquitectura y en 1978 recién se estaba saliendo de 40 años del gobierno fascista de (Francisco) Franco, se estaba eligiendo el primer gobierno democrático. En Cataluña se había prohibido no solamente leer catalán, sino que eliminaron y secuestraron todos los libros, tampoco se podía escribir en catalán, e incluso se había prohibido hablar en catalán. Fue un momento increíble, todo el país estaba viviendo libremente, eso era lo más notable de mi llegada a Europa, esos cambios sociales, culturales muy importantes se habían iniciado.
Cuando fui a Argelia, era un país liderado por un gobierno militar socialista, y también fue un choque cultural muy importante, viniendo de un territorio manejado por EE. UU. en el corazón de Panamá, prácticamente yo era un “country boy”, un niño de campo, y llegar a meterme en estas situaciones me abrió la cabeza como nunca.
Al final de mis años en el Taller, conseguimos un proyecto en Nueva York y me fui a trabajar allá y después volví a Europa para continuar trabajando como arquitecto en Francia. Imagínense, la efervescencia cultural.
Retomando el tema de sus viajes hay uno que iba a ser de seis meses y se convirtió en un viaje de 15 años ¿Por qué escoge trabajar con Ricardo Bofill y el Taller de Arquitectura en Barcelona?, y ¿Cuáles otras firmas estaban en su lista?
Había llegado a un acuerdo con mis padres de viajar seis meses antes de volver a Panamá, y decidí llevar un portafolio de mi trabajo por si me interesaba trabajar en alguna firma en el camino, tenía en mi lista tres firmas o arquitectos, de mediados de los setenta, la arquitectura moderna no me interesaba mucho a parte de la arquitectura de los grandes genios como Mies, Le Corbusier, Wright o Kahn, pero la mayor parte de la arquitectura que me estaban induciendo a estudiar era la arquitectura corporativa de las grandes empresas que no me generaban interés, estaba en ese momento de incertidumbre, de
¿hacia dónde ir luego de estudiar?
Como estudiante descubrí en una revista japonesa de la biblioteca una monografía acerca de dos proyectos del Taller de Arquitectura, esos proyectos eran Xanadú y la Muralla Roja de los años sesenta. Eso me voló la cabeza, era algo totalmente diferente y empecé a investigar quienes eran. Me fascino el equipo que había, Ricardo Bofill (1939) no era arquitecto porque nunca termino sus estudios, pero su hermana (Anna Bofill Levi) era arquitecta y matemática, estaba un arquitecto Peter Hudkinson, que era de la escuela de Londres, y el papá de Bofill (Emilio Bofill) era constructor, estaba Serena Vergara que era actriz, Juan Goytisolo que era poeta, Salvador Clotas escritor, Manolo Núñez autodidacta, y toda una serie de jóvenes arquitectos catalanes, este grupo muy heterogéneo estaba haciendo ese tipo de arquitectura.
También en Houston había tenido para un estudio de diseño al arquitecto Balkrishna Doshi (1927), ganador hace unos años del Pritzker1, me gustaba mucho por la escala de sus trabajos y el uso de materiales nativos de la India, el ladrillo y las formas tradicionales, pero de una manera moderna, porque él había trabajado con Kahn y tenía esa conexión y esa influencia. El otro que me había interesado era Aldo van Eyck (1918 – 1999), porque note que había una intención de mostrar de donde era él, esa cultura del ladrillo y la escala humana. Como veía que era imposible trabajar en la India, hice un esfuerzo en ese viaje con los europeos.
Tenía una amiga que trabajaba con van Eyck, pero no me fue posible en ese momento con ellos. Entonces continúe mi viaje hasta Barcelona, pero no sabía que el mes de agosto en Europa era de paro total, de vacaciones obligatorias, fui al taller y la única persona allí, era la hermana de Bofill, ella me recibió y me dijo
-“bueno estamos de vacaciones, pero si quiere volver en setiembre lo esperamos” –
así que me fui a Ibiza y pase un par de semanas y luego entre al taller.
Esa fue la razón de entrar en el Taller de Arquitectura por el equipo y por esta visión de una arquitectura enraizada en la cultura catalana, cultura constructiva arquitectónica con tendencia hacia todo lo que es el espíritu de (Antoni) Gaudí en el trabajo, por querer salir de esos cánones de arquitectura moderna e intentar hacer una arquitectura ligada al lugar y a su cultura. Eso me atrajo mucho, lo que pasa es que llegué en un momento de transición de esa arquitectura de los años 60 y 70 hasta una arquitectura muy distinta, llegué en el momento que se cambió de rumbo.
¿Cuál fue su primer proyecto con el Taller de Arquitectura?
El primer proyecto en el cual trabajé a los pocos meses de llegar fue en Argelia, trabajé en un contexto muy distinto al que había conocido. El Taller había conseguido el encargo de diseñar y construir con el ejército argelino unos pueblos agrícolas en el desierto, encontré fascinante la idea y me fui sin pensarlo mucho, pero me encontré en una situación que no había esperado, básicamente estuve trabajando en el desierto en una base militar argelina.
En esa época Argelia y Marruecos estaban en un estado de guerra fría por un asunto fronterizo, este proyecto era justamente en una zona fronteriza y de repente encontré que mi jefe era un coronel de la fuerza aérea Argelina y eso no era lo que había esperado, así cuando me di cuenta que efectivamente los pueblos agrícolas no tenían nada que ver con hacer agricultura, sino sencillamente era para poblar la frontera, pedí el traslado de vuelta a Barcelona, y volví para luego a trabajar ahí ocho años en esta nueva etapa de construcción de grandes proyectos en Francia.
Hace poco lo escuche en una conferencia decir que el uso generalizado del aire acondicionado nos llevó a aislarnos y a perder la conexión con el entorno, nos convirtió en meros observadores, que evitan la interacción con la naturaleza. Me gustaría me ampliará cuál sería para usted la relación ideal entre el proyecto, el usuario y la naturaleza.
Para mí es fundamental el hecho de que nacimos y vivimos en los trópicos, en los trópicos centroamericanos. En Panamá existe el museo de la biodiversidad, cuando se estaba diseñando el proyecto la visión decía que el Biomuseo debe hacer entender a los panameños que la biodiversidad que nos caracteriza es uno de los sustratos de nuestra identidad, somos lo que somos por nuestra biodiversidad.
Nací en Panamá antes de que existiera el aire acondicionado, cuando yo tenía cinco años llegó el primer aire acondicionado al país, yo sé cómo fue el antes y el después de la llegada del aire acondicionado, recuerdo como era sentir como era estar en la naturaleza, y el bienestar que eso daba.
Charles Moore decía una frase, que creo que es la esencia del tema,:
“una de las necesidades básicas del ser humano es morar, una de sus actividades es habitar, es conectarse, aunque sea temporalmente con un lugar en el planeta que nos pertenezca y al cual pertenezcamos”,
creo en eso, ósea soy de aquí, no soy de Miami, no soy de Londres, no soy de Hong Kong, no soy de Los Ángeles, soy de aquí, o sea la arquitectura que me sale del alma es la que siento que es apropiada aquí, no la que esta allá. Quizás esos años que pase en Europa de alguna manera no fueron lo más satisfactorio posible porque no era de esos lugares, yo soy de aquí¡, después de 15 años regrese, porque entendí que yo no iba ser de allá, no lo tenía en mi ADN, mi ADN es de aquí.
Volviendo a cuál sería la expresión ideal de una arquitectura esencial, para mí es la tienda de campaña del nómada del desierto, en los desiertos de África del norte y del medio oriente hay poblaciones grandes de nómadas, muchas tribus que son pastores y ellos viajan libremente por los desiertos con sus manadas, estas intuitivamente están buscando agua y pasto, o sea hay como una sinergia entre los humanos y sus animales, se mueven en armonía, obviamente no viven con lujo, pero viven y sobreviven y lo han hecho así por generaciones, por cientos y miles de años, les ha funcionado y el impacto en la tierra es nulo, no dejan ni una huella de carbono, eso es como el icono de la estructura sostenible, obviamente no nos funciona en el trópico, ese no es el punto, se trata del uso de los mínimos recursos para vivir en el planeta Tierra.
De eso trata la sostenibilidad, como reducir, nuestro impacto, como dejar menos huella y ahora más que nunca con más urgencia, o sea cuando hablamos del aire acondicionado el impacto es gigantesco y espeluznante, la energía que se requiere para enfriar adentro cuando afuera hace 40º, es sencillamente catastrófico, sin hablar de la huella del carbono que deja la producción del concreto, del vidrio, del acero, etc. etc., el impacto de nuestras construcciones, luego el impacto de nuestra manera de vivir en casas refrigeradas, en carros refrigerados etc., como arquitecto prefiero pensar en cómo voy a llegar a la tienda de campaña del beduino, pero versión tropical.
Usted habla sobre una arquitectura tropical centroamericana, una respuesta regional a la globalización de la arquitectura ¿Me gustaría me ampliara en que consiste para usted esa arquitectura tropical centroamericana?
La he calificado de centroamericana porque es de donde soy, de donde somos, y es nuestra historia, en la declaración de nuestro Biomuseo dice que nuestro sustrato es nuestra biodiversidad y nuestra identidad es la biodiversidad, por eso digo local. Esto es nuestra historia centroamericana, eso no quiere decir que la arquitectura tropical de Singapur no sea la que se tiene que hacer aquí, porque estamos dentro de la franja tropical, obviamente hay similitudes, pero quisiera destacar la importancia de Centroamérica, para la existencia del ser humano.
Como mencione antes yo soy de un pequeño pueblo de las riberas del canal, ese pueblo era uno de los seis pueblos que EE.UU. había construido a lo largo del canal, cada pueblo se ubicaba en un lugar que cumplía una función esencial, por ejemplo, en la entrada Atlántico y entrada Pacifico, dos pueblos, luego en las tres esclusas y en cada una hay un pueblo, y luego más o menos a mitad del camino, en la confluencia con el río Chagres, que es la cuenca del agua del canal, ahí está Gamboa que es de donde soy. Todo el mundo que vivía en el pueblo trabajaba allí, y todos los pueblos estaban conectados con el ferrocarril del canal de Panamá.
En los años treinta se estableció una tipología residencial para la arquitectura de estos pueblos y crearon justamente la guía de diseño: casas elevadas encima de pilotes porque el suelo tropical tiene mosquitos, culebras y bichos, se inunda, tiene problemas de drenaje. Se crea una estructura de columna y viga de concreto resistente y luego encima es de madera y un techo de cuatro aguas en cobre. Todo eso porque el tratado original que tenía Panamá cedía a EE. UU. en perpetuidad el territorio de la zona del canal, así que esta arquitectura era diseñada para perdurar, para durar a perpetuidad, o sea para siempre.
Era una arquitectura como respuesta al ambiente tropical, fue diseñada y construida antes que existiera el aire acondicionado, así que es ventilada naturalmente, tiene persianas en la fachada, en las puertas y en todas las paredes internas, hay un flujo de aire maravilloso, y eso es una tipología, un concepto de arquitectura tropical, y hasta hoy en día es perfectamente válido.
Al mismo tiempo al lado del pueblo de Gamboa había comunidades indígenas y ellos también a su manera habían creado una tipología en donde el área en que vive la familia y se reúne esta también elevada, pero sus materiales no son el concreto o el cobre, son madera del bosque, palma y la penca en el techo, etc., pero viven perfectamente bien. Además, si vamos al interior de Panamá a las áreas en donde no hay selva, la arquitectura es de barro, porque es el material que tienen bajo sus pies, barro en el suelo, adobe, y techos de ladrillo hechos de barro, es también arquitectura tropical sostenible.
Todos estamos usando los materiales de nuestro entorno, de manera sostenible, y es más, en estas culturas toda la comunidad ayuda a construir las casas de la gente, la comunidad se reúne y todo el mundo trabaja haciendo el adobe y al segundo o al tercer día la gente tiene su casa hecha por la comunidad, es como un círculo virtuoso de ayuda y hacer arquitectura de una manera comunal, para mí es muy agradable pensar en la manera en que las comunidades trabajan, eso lo llevo a lo que estoy haciendo, me encanta la idea de trabajar con lo local.
¿Cuáles son los materiales de su arquitectura?
Mucho de la arquitectura que hago es con materiales reciclados, acá se habían construido varias bases militares en los años cuarenta y toda la madera que se usaba en las estructuras de los techos y de los pisos en las casas venían de California y es una madera que en su estado original es muy resistente a insectos, a degradarse y típicamente como se usaba en las estructuras del techo aunque la madera este ahí hace 60 u 80 años, nunca la ha tocado el agua o el sol, desde hace 20 años se vienen demoliendo estos edificios, y siempre fui de los primeros en la fila para comprar toda esa madera, porque está en perfectas condiciones, ósea tiene clavos, se han hecho saques para pasar tubería eléctrica o plomería pero eso es parte de su historia.
Intento reciclar e incluso usar materiales que habitualmente no se usan, pero también busco ir eliminando elementos de la arquitectura, con el propósito de provocar menos impacto no solamente en la fabricación de materiales, hasta su uso e implantación, sino también de aprender y disfrutar de vivir con menos. En la casa Salo no hace falta tener mucha separación del interior y exterior una vez que uno tiene un techo que cumple, que provee la mayor comodidad posible, captando agua, proveyendo sombra etc., porque tenemos la suerte de vivir aquí donde no hace demasiado frio, ni demasiado calor, podemos vivir básicamente con un techo y una hamaca.
Si claro, ahora que usted lo menciona me parece que la casa Salo es un buen ejemplo de la arquitectura tropical que venimos hablando, un gran techo para la lluvia que permite hacer sombra, pocas paredes que dejan pasar el viento y una relación inmejorable entre el océano y el bosque, me gustaría que me pudiera comentar un poco más sobre esa casa.
De alguna manera la idea, no de la casa, sino la idea de cómo yo quería algún día vivir, me vino cuando estuve en Francia, eso sería a finales de los ochenta o principios de los noventa, yo vivía en el centro de París, cosa que hoy en día sería muy difícil porque es carísimo, pero hace 30 años para atrás era posible vivir en el centro de Paris. El apartamento era quizás de unos 30 m2 en un sexto piso sin ascensor, podía tocar el cielo raso con la mano, pero era divino, era el paraíso, hasta que no lo fue más, hasta que después de varios años que se comenzó a hacer algo restringido espacialmente y ahí es cuando pensé que algún día tendré una casa donde no tenga paredes, no tenga ninguna restricción, solo va a haber espacio todo alrededor.
Pasaron algunos años, me fui a África del Sur, había hecho con mi socio un proyecto en los años noventa y fui a pasar un año allá, estuve ahí el año de las elecciones cuando ganó Nelson Mandela, pero era un año muy violento porque había mucho conflicto y literalmente en la calles estaban peleándose y matándose, un país increíblemente bello, la gente supermaravillosa, pero era un momento muy trágico y estaba ahí y no había manera de quedarse, y es cuando decidí volver a Panamá y finalmente quince años después fui a trabajar con mis hermanos en la empresa de construcción de la familia, por eso digo que el viaje de seis meses se tornó en quince años.
Entonces entré con mis dos hermanos mayores a trabajar en la empresa y deje totalmente la arquitectura ya no quería tener nada más que ver con la arquitectura, y trabaje durante cinco años en construcción civil en áreas remotas del país, ahí por el año 1997 dirigiendo la construcción de un puente en el sur de la provincia de Veraguas en la costa pacífica, y en esa época, estaba viviendo ahí cerca y los fines de semana bajaba a esta playa muy conocida de surf que se llama Santa Catalina. Desde la edad de los diez años he surfeado, surfear para mí ha sido muy importante en mi manera de ver la arquitectura y entender la arquitectura y también entender mi lugar dentro de la naturaleza.
Entonces en uno de esos viajes a surfear en Santa Catalina, en un atardecer increíblemente bello me di cuenta de un lugar a la distancia, y finalmente adquirí un terreno que es la Punta San Lorenzo y ahí es donde decidí que iba a poner en práctica ese lugar sin paredes, sin vecinos, encima de un cerro y con vista de 360º. Con algunos de los obreros de la construcción del puente íbamos los fines de semana para trabajar en la casa y al principio la casa era lo mínimo, era de 60 a 90 m2 solamente techo hasta el borde del área donde uno podía estar, pero comencé a ir allá a vivir los fines de semana y pasar ratos ahí y lo que pasó es que se venía la naturaleza encima.
Así fui adaptando la casa con todas estas fuerzas naturales que venían a tratar de borrarme del cerro, sabía que tenía que crecer el techo y luego crear las puertas corredizas para que pudiera parar la lluvia, cuando hace buen tiempo, pues la abres cuando no la cierras, del norte en verano viene el viento del otro lado también, tienes que parar el viento como sea, pero también te puede tumbar la pared, lo tienes que afinar, la casa es como un instrumento que vas afinando para que exista dentro de todo este conjunto de fuerzas naturales y luego también simplemente quería dar más sombra entonces hacia el este y al oeste también crecer el techo.
Finalmente se creó un núcleo que fue expandiendo en base a la experiencia de vivirlo, nunca lo hubiese podido diseñar sin haberlo vivido, así que realmente lo único que pude diseñar era el núcleo y ni tenía la idea de que iba a cambiarlo con base a lo que me iba a tirar la madre naturaleza y es lo que paso, la casa Salo hoy es lo que es por la manera que tiene de interactuar con el entorno natural y las fuerzas, la lluvia, el viento, los días en donde no hay lluvia, ni viento y luego pues una vez que ya el instrumento estaba afinado, solo había que disfrutar estar ahí y ver la madre naturaleza.
Esa es un poco la historia, me ha servido para todas las otras casas porque hay algo de Salo en todas las otras casas que desde entonces he podido diseñar y todos los clientes han estado en Salo, así que han entendido las bondades, pero también de alguna manera las deficiencias, si estas en un lugar donde hay más calor, pues no puedes vivir sin paredes, pero supongo que diría que Salo es la máxima expresión de como yo quisiera vivir y de la arquitectura que me interesa hacer porque el impacto es mínimo en el lugar y además me permite a mí y a todos los que llegan allá a entrar quieran o no quieran en esta energía natural, en este ritmo natural que es tan beneficioso para todo el mundo.
En la actualidad sostenibilidad es de las palabras que se usan más a la ligera, pero viendo su obra y conociendo su trabajo hay un fuerte enfoque de diseño sostenible y por eso me gustaría que resumiera, ¿cómo considera usted que debería ser la arquitectura sostenible?
Uno puede entender la sostenibilidad desde lo que no ves, ósea por ejemplo antes yo mencione cuál es la traza de carbón que deja la arquitectura que haces, por ejemplo, si yo hago una estructura de acero o vidrio y concreto, es interesante ver cuál es la ruta de fabricación desde el inicio hasta que está en el edificio acá en Panamá, no es tanto el impacto de ese edificio aquí en la ciudad, es el impacto en la naturaleza que supuso crear y transportar ese acero o ese concreto o ese vidrio.
Ósea primero la minería, para extraer los minerales que se usan para fundir el acero, la cantidad de energía que se gasta, la cantidad de carbono que se emite a la atmosfera en la fábrica, en esos hornos para fabricar el acero, luego el gasto en energía para traerlo desde China hasta acá, etc. La huella de carbono que dejó es gigantesca, lo puedes poner aquí en un edificio que tiene un Leed Platino, pero del desastre que causó para fabricarse nadie habla.
La industria en la cual estamos trabajando es terriblemente impactante a nivel de sostenibilidad ósea el planeta está sufriendo, estas industrias de extracción y fabricación de los materiales que nosotros usamos en nuestra arquitectura, tremendamente impactantes de manera negativa en el ambiente, en nuestro entorno natural, a nivel global, entonces contrastemos el proceso de hacer esa viga de acero con incluso por ejemplo, una tuca de madera o de bambú, ¿cuál es la huella que dejan? es alguien con su machete que hace un senderito entre el bosque, tumba la tuca y lo lleva en su hombro, esa es la huella que deja extraer bambú, haría un gran cambio si pudiésemos eliminar la necesidad del acero en nuestra arquitectura.
Podemos hacer edificios urbanos con la posibilidad de ventilación natural, más terrazas abiertas para que la gente pueda estar afuera, reducir el uso del aire acondicionado, que tiene también el beneficio de conectarlo a uno con el entorno, estar más en el momento, a eso me refiero cuando digo que el aire nos cambia de ser participe con la naturaleza a ser observadores de la naturaleza, no solo estamos con 20º cuando hace 35º afuera, pero tampoco tenemos los ruidos, los olores, la brisa, etc.
Todo lo que nos pone en este lugar específico a que se refería Charles Moore tenemos la necesidad de pertenecer a algún lugar, pero pertenecer no es simplemente decir:
“yo soy de aquí de la ciudad de Panamá”,
sino pertenecer a esta esquina donde vivo con las arboles afuera, las aves y los tucanes que pasan por la mañana, es parte de la experiencia, de vida que los arquitectos somos los encargados de diseñar y de construir, porque no solamente estamos diseñando contenedores para que la gente permanezca, estamos diseñando una experiencia de vida, de cómo vivir de como sentir la vida, para eso estamos.
Patrick Dillon nació en la antigua zona del canal de Panamá de padres estadounidenses, estudio arquitectura en Arizona State University, luego estudió una maestría en diseño urbano en Rice University en Houston. Posteriormente trabajo con el Taller de Arquitectura en España, Francia y Argelia. En 1995 regreso definitivamente a Panamá, donde fue el arquitecto local que acompañó a Frank Gehry en el Biomuseo.
Fernando Alda. Fotógrafo profesional desde el año 1981, especializado en fotografía de arquitectura e infraestructuras desde 1987. Su estudio tiene sede en Sevilla, España. Las obras de Patrick Dillon fotografiadas por Fernando Alda están disponibles en su página web.
Entrevista realizada al arquitecto panameño Patrick Dilloni el día 15 de diciembre del 2020 por el arquitecto Luis Alberto Monge Calvo. Organizada por la Fundación Costarricense de Diseño Arte y Arquitectura (FundARQ) de Costa Rica.