Si en las dos entradas anteriores (I y II) hemos hablado de un arquitecto visionario, trascendente y místico, entregado a un monumentalismo metafórico, pero hemos mostrado algunas de sus obras más valiosas (que repetimos que las tiene), ahora vamos a mostrar sus ejemplos más simplones, incomprensiblemente muy valorados en su momento por la inmensa mayoría de la crítica y de los arquitectos.
(Ahora se habla ya muy poco de todo eso. Pero curiosamente la búsqueda de una monumentalidad intemporal, de la
«arquitectura esencial de siempre»,
abocó a una moda, a una moda más. En su momento arrasó, pero ahora parece haber pasado. Como todo).
El gran Bruno Zevi dice que
«los residuos Beaux-Arts de Kahn fueron aceptados como novedades dentro del fenómeno de ‘vanguardia hacia atrás’ más clamoroso de cuantos se produjeron en el pasado siglo». (Se refiere al S.XIX).
También dice que
«el esplendor de Louis Kahn se explica sobradamente con el vacío cultural determinado por la crisis de 1955: era preciso descubrir, en parte inventar, a otro «maestro», función que él supo desempeñar. Tuvo la desgracia de ser glorificado como héroe y demiurgo por críticos desenvueltos que postularon apresuradamente el agotamiento de las invariantes lingüísticas, abiertas y dinámicas, del movimiento moderno […]. De hecho, Louis I. Kahn no creía en el revival académico, pero se vio atrapado por el personaje que le habían atribuido sus incautos exegetas. Sustituía el lema ‘la forma sigue a la función’ por ‘la forma evoca la función’; con todo, el clasicismo no sigue ni evoca, sino que humilla las funciones y representa únicamente ideas abstractas».
Aquí tenéis algunos ejemplos, un poco sonrojantes:
A la vista de esto se me viene al recuerdo que en mi época de estudiante se hablaba mucho de Mario Botta.
¿Qué fue de él? ¿Andandará? ¿Y esa planta no os recuerda también un poco a Bofill?
Bofill le pone columnas jónicas, mientras que a Kahn le gustan más los muros de ladrillo o de hormigón. Arquitectura romana en cualquier caso.
Esto era esa supuesta «arquitectura monumental eterna»; esto era la «arquitectura esencial» y la nueva vanguardia. Los sacerdotes no se escondieron por el bochorno y la vergüenza. Nunca lo hacen. Buscaron nuevos héroes y los entronizaron. Y ahora están buscando a los siguientes. Dios nos coja confesados. Mejor será que nos frotemos y nos calentemos las manos, porque nos vamos a hinchar a aplaudir.
¿No es lo que hacemos siempre?
José Ramón Hernández Correa · Doctor Arquitecto
Toledo · octubre 2011