La verdad es que nos gustaría escribir artículos alegres y distendidos, de hecho, no perdemos la ilusión de hacerlo, pero por ahora toca asumir el realismo que nos rodea y, por desgracia, no nos da muchos motivos para lanzar las campanas al vuelo. Así que hoy toca hablar de responsabilidades. Casi nada.
“En mi país -dijo Alicia, que todavía jadeaba un poco al hablar-, cuando se corre durante algún tiempo en una determinada dirección se suele llegar a alguna parte.
-Tu país debe ser algo lento -comentó la Reina-. Aquí tienes que correr a toda velocidad para poder permanecer en el mismo lugar…”.
Pues esa misma sensación nos surge a nosotros ante el pastel que tenemos los arquitectos encima de la mesa cuando tocamos el tema de la responsabilidad. Las miles de normativas que se nos exige conocer para redactar un proyecto, realmente, son para quitar el hipo. Las consecuencias de cualquier fallo en el proyecto serán capitales para el firmante del mismo, por lo tanto, se adquiere una grandísima responsabilidad con la entrega del proyecto. Esta responsabilidad es solo de quien firma. Que haya sido visado por el Colegio de Arquitectos, o que el Ayuntamiento correspondiente le haya dado el visto bueno, no eximirá ni un ápice de este compromiso. Así que, mientras no empecemos a redactar proyectos a la “europea”, somos responsables de todas las partes del proyecto, incluido el estudio geotectónico, por increíble que parezca.
Si nos centramos, en lo que ocurre una vez comenzada la obra, la cosa ya se complica aun más. Además de la propia responsabilidad de cualquier irregularidad o error en el proyecto, tenemos la de que en la obra no haya ninguna desgracia. Esta misión, se encomienda tanto a la dirección facultativa (Arquitecto y Aparejador) como al coordinador de seguridad y salud, que normalmente suele ser uno de los dos.
Realmente, no terminamos de entender cómo la figura del arquitecto puede ser tan vulnerable ante cualquier problema referente a la seguridad de una obra. Parece que somos dioses y podemos estar en todas partes y a todas horas. Que deben existir planes de seguridad, está claro, y ojalá se hiciera todo con más rigor y cuidado. Que las empresas constructoras deberían cumplir la parte que les toca, ya que para eso cobran, es evidente. Pero que si pasa algo, cualquier cosa, la dirección facultativa pueda ser acusada y responsabilizada de ello, nos parece una auténtica locura.
Si a esto añadimos el “curioso” estado en que llega a obra algún trabajador y la tendencia al equilibrismo de los más dicharacheros (mientras ningunean a la dirección facultativa), el riesgo aumenta de manera considerable. También estaría bien, preguntarnos porqué la propia empresa no les sanciona, ya que además de poner en peligro su vida, ponen en jaque el futuro de la propia constructora si pasa alguna calamidad.
Por otro lado, si nos paramos a pensar en “el “extra” que se lleva la dirección facultativa por hacer que se cumpla la seguridad y asumir la responsabilidad, será para echarnos a llorar ya que ni siquiera cuando no había crisis se podía aspirar a unos honorarios justos. Eso sí otros sectores, ante este tema, no les temblará el pulso en hacer huelgas encubiertas para exigir todavía mas retribuciones. Pero nosotros, no. Nosotros nos sentimos como en el “País de las Maravillas”, sin poder avanzar, por mucho que lo intentemos, sabiendo que no se cobra por la responsabilidad adquirida y asumiendo que la obra será, con toda probabilidad, insegura.
Si la cosa se complica y la dirección facultativa acaba en el juzgado, lo más probable es que el juez le endiñe la responsabilidad, sí o sí, aunque el causante del siniestro haya estando riéndose a carcajadas de nosotros cada vez que le decíamos que las gafas le pueden salvar de ciego, que se atase, que se pusiera el casco o que las botas de seguridad hacen honor a su nombre. Donde estén unas buenas playeras, que se quite todo.
El tema es muy grave y no se puede contar de otra manera. Bueno sí, se puede y de hecho, se cuenta, pero no nos parecía bien entrar en ese juego. Así que mejor ponemos las cartas encima de la mesa y vemos si de verdad se puede seguir jugando con estas reglas, ¿a vosotros qué os parece?
Stepienybarno_Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó, arquitectos
Estella, octubre 2010