Las ciudades están hechas de edificios, infraestructuras, calles, plazas, parques, esquinas y rincones que dan sentido al encuentro, a la confrontación y al intercambio. La forma y el significado de sus espacios tienden a ser el resultado de la mezcla de dos procesos distintos y complementarios: o son espacios planificados, regidos por proyectos que prefiguran –con mayor o menor fortuna– la forma y el carácter de la ciudad; o son transformaciones informales que han ido creciendo orgánicamente, donde la planificación trata de domar a posteriori los supuestos desajustes antes creados. Dos procesos que se simultanean y que, en el mejor de los casos, responden a una sabia convivencia de ambos: la ciudad que crece bajo la necesidad emergente de sus contingencias, y la que es capaz de prever y proyectar sus anhelos futuros, así como corregir las perversiones e injusticias generadas por la especulación y falta de planificación.
Estas ciudades –que son todas– se balancean entre la regulación y la emergencia, mientras coinciden en la necesidad de venerar a la Historia y sus protagonistas mediante una monumentalización que tiende a poner orden y establecer jerarquías futuras. La conquista de renovados escenarios éticos y estéticos –sean impuestos o reclamados– forma parte de las estrategias urbanas de ambos modelos, cuyos símbolos cosifican los anhelos comunitarios o imponen ajustes de control en los discursos del poder.
Frente a los distintos procesos que desde abajo están modificando irreversiblemente la vida pública –o quizás como consecuencia de ellos– se observa una aguda revitalización de las retóricas monumentales. Banderas, héroes ensalzados, instalaciones públicas, señalamientos metropolitanos…, toda una imaginería que petrificó los relatos históricos se esparce por el paisaje de la ciudad, vulgarizando en muchos casos su potencia ideológica y simbólica.
Los monumentos esconden cierta apropiación del espacio colectivo, cierto secuestro de la memoria social, aunque también se percibe en ellos la dificultad por acoger las pluralidades sin estereotiparlas, el afán por desterrar cualquier duda o incertidumbre.
Así, hasta la irrupción de los movimientos de vanguardia, la gramática del monumento, desde las edificaciones rituales de la antigüedad hasta la estatuaria urbana del siglo XIX, permaneció prácticamente inalterada, mientras que las formas de la erección –peanas, columnas, obeliscos, arcos de triunfo y cenotafios a la victoria– marcaban el territorio ciudadano, erigiendo verdaderas jerarquías de volumen, de imagen y de significado. El arte contemporáneo heredó el dictum vanguardista con el que trascender los códigos más inmediatos. No obstante, la necesidad de perpetuación de unos hechos pasados o de unos deseos futuros por parte del poder continúa intacta. Sin embargo, ¿quién sustenta un monumento? ¿Quién lo legitima? ¿Cómo emerge? ¿De qué manera arraiga en la comunidad y en el espacio público?
Todas estas preguntas ofrecen respuestas difícilmente unívocas, alimentadas por la consideración de que, en la actualidad, cualquier dialéctica entre nostalgia y futuro ya no expresa ni la voluntad ni el sentir social y que, por tanto, matizan el rendimiento de los monumentos, el éxito o el fracaso de sus inevitables apropiaciones.
Nonument es un proyecto con el que el MACBA invita a 28 artistas de su entorno para que reflexionen sobre cómo se puede incidir hoy, desde las prácticas del arte, en los problemáticos vínculos entre acontecimiento, conmemoración, estética y ciudad. El resultado es un conjunto de propuestas inéditas –específicamente concebidas para esta exposición–, donde se observa de qué modo reinterpretan los lenguajes artísticos la tradición del monumento.
Asimismo, Nonument pretende constituirse como un laboratorio abierto sobre la inminente proliferación de símbolos que colonizan los espacios reales y virtuales de nuestro entorno, una plataforma discursiva que investigue cuáles son las condiciones bajo las que los artistas se incorporan a estos debates urgentes.
Sede: Sala d’exposicions del Convent dels Àngels
Comisarios: Josep Bohigas y Bartomeu Marí
Organización y producción: Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA).
Este proyecto forma parte del programa de Conmemoración del Tricentenario de los hechos de 1714.