Algunos arquitectos han dedicado una gran parte de sus vidas a la construcción del techo. Sin duda Miguel Fisac fue uno de ellos. Entiéndase el techo no como la mera cobertura superior de un edificio, no como la simple superficie horizontal que nos acoge. Basta recuperar sencillas expresiones del lenguaje -tengo que buscarme un techo- para comprobar cómo en ocasiones el término incorpora la idea más elemental de la propia arquitectura, aquello sin lo cual rara vez podamos imaginar una casa, resolver una habitación o pensar una cama: el techo como estructura fundacional de la arquitectura.
Tuve la suerte de visitar el Instituto Laboral de Daimiel muy pronto (como estudiante) allá por los años noventa.1 Fue mi primer encuentro con la sección, con la luz, y recuerdo muy bien nuestras cabezas mirando hacia lo alto con frecuencia. Al llegar al auditorio descubrimos un techo ondulado provisto de paneles móviles -abiertos o cerrados de manera alterna- y cuyo fino revestimiento se convertía, como por arte de magia, en ventana, cobertura o pared. Sin duda la influencia nórdica de Asplund -a quién posiblemente yo descubriría más tarde- se apreciaba en la finura de los detalles en madera, en la exquisitez de una luz domesticada en el epicentro de la llanura manchega.2
Algunos arquitectos han dedicado una gran parte de sus vidas a la construcción del techo: sin duda Miguel Fisac fue uno de ellos. No en vano la nave del laboratorio de hidráulica del Centro de Estudios Hidrográficos pueda ser, tal vez, uno de los espacios más emocionantes de la arquitectura española en la segunda mitad del siglo veinte.3 En la ligera vibración de la luz entre sus huesos se filtra el Día como discurre el tiempo entre las ampollas del reloj de arena: en su interior presentimos la bóveda celeste, el transparente curso de las nubes, otros techos más allá de lo oscuro de los días y sus techumbres miserables.
Aquí yace la luz:
¿acaso podríamos sugerir algo más noble?
La arquitectura se la juega en la construcción del techo.
Miguel Ángel Díaz Camacho. Doctor Arquitecto
Madrid. Abril 2016.
Autor de Parráfos de arquitectura. #arquiParrafos
Notas:
1 Miguel Fisac, Instituto Laboral de Daimiel, Ciudad Real, 1951. Viaje de tercer curso 1993-94, Grupo de J.I. Linazasoro, ETSAM (Profesor Fernando Tabuenca).
2 Por suerte para la arquitectura española, Fisac había vuelto de su viaje por los países nórdicos (1949) completamente transformado, en sus propias palabras, libre de la concepción arquitectónica «de orientación italiana que había seguido hasta terminar la construcción de mis primeros proyectos«.
3 Con permiso eso sí del gimnasio Maravillas de Alejandro de la Sota o el pabellón de los Hexágonos de Corrales y Molezún, entre otros grandes techos. Por cierto, Miguel Fisac fue jurado en el concurso para la construcción del Pabellón Español en la Exposición Internacional de Bruselas de 1958, ganado precisamente por Corrales y Molezún. A él le debemos -en parte- la construcción de esta hermosa cobertura hoy «olvidada» en la Casa de Campo.