Mies van der Rohe tenía la creencia de que el arte de la construcción debía de basarse en los materiales. En el programa docente que envió a Henry T. Heald, decano del Instituto Armour (más tarde se convertiría en el Instituto de Tecnología de Illinois), el 10 de diciembre de 1937, incluía tres categorías, Medios, Fines y Planificación-Creación.
Los estudiantes debían iniciarse en la arquitectura con unos conocimientos de teoría general y una formación profesional, para después profundizar en el estudio de los materiales, es decir, en los medios con los que se construye.
Pero
¿qué significaban los materiales para Mies?
Ante todo una búsqueda de la verdad. Mies atribuía a cada material una condición moral que correspondía con sus propiedades y que estaba corroborada por el uso y la tradición. Según Mies, solamente una utilización de los materiales desde su verdadera esencia podría salvar a la arquitectura de la idolatría del objeto. Lo mismo que un escrito de Cicerón llevó a san Agustín al estudio de la filosofía, los textos de san Agustín conducían a Mies en su búsqueda de la verdad. A la personalidad retraída de Mies le sentaban moralmente bien los preceptos de san Agustín, que propugnan que la verdad no ha de buscarse en el mundo exterior, sino que ésta se alcanza a través de la meditación y de la mirada hacia el interior de uno mismo.
La verdad habita en el hombre interior, escribió san Agustín.
En el discurso inaugural1 que pronunció Mies, en noviembre de 1938, al asumir el cargo de Director de la Sección de Arquitectura del Instituto Armour indicó a los estudiantes que, más allá de los fines y antes que la formalización, está el “disciplinario camino de los materiales”.
“¿Dónde aparece con más claridad la trabazón de una casa o de un edificio, más que en las construcciones de madera de los antiguos?” (…)
“En la construcción en piedra encontramos lo mismo. Qué sentimiento natural habla desde ella. Qué clara comprensión del material, qué seguridad en su utilización, qué sentido de aquello que se puede y se sabe hacer en piedra. ¿Dónde encontramos tal dominio en la estructura? ¿Dónde encontramos más fuerza sana y belleza natural que aquí? Con qué comprensible claridad descansa una viga de cubierta sobre esas viejas paredes de piedra, y con qué sentido cortamos una puerta en esas paredes.” (…)
“El ladrillo es otro maestro de enseñanza. Qué espiritual es ya su formato, pequeño, manejable, bueno para cualquier finalidad. Qué lógica muestra su sistema de proporciones. Qué vitalidad su juego de aparejos. Qué soberanía posee el más sencillo paño de pared. Pero qué disciplina requiere ese material. Así, cada material posee sus propias cualidades, que se deben conocer para poder trabajar con él”.2
Mies consideraba que el aprendizaje de los materiales era un trabajo arduo y largo y su meta era
“conseguir el orden en el caos incurable de nuestros días”.
Ese mismo mes, doce días antes de que pronunciara este discurso, tuvieron lugar los primeros antecedentes del horror.
Mantener el orden frente al caos fue un difícil reto que se impusieron, en aquel momento, las democracias occidentales frente a los totalitarismos.
Un orden racional, reticular y modular que casaba bien con palabras como economía, serie y producción, principios-base del fordismo americano y su producción masiva para una demanda masiva. Sin embargo, América no se sentía a gusto con Mies cuando hablaba con ese sentimiento profundo sobre arquitectura. Al pragmatismo americano se le evaporaban, por la acción del mercado, todos los conceptos morales sobre los que Mies pretendía solidificar su teoría, como los principios inamovibles de la arquitectura y la búsqueda de la verdad a través de los materiales.
En América, a Mies se le entendía mejor cuando hablaba de tecnología.
Con él se consiguió identificar al progreso de la tecnología americana con una arquitectura basada en el rigor constructivo, en la esbeltez y en la transparencia que proporcionan el acero y el vidrio.
“Eso vale también para el acero y el hormigón. Reconocemos que no se consigue nada por el material, sino sólo por el correcto uso del material. Tampoco los nuevos materiales nos aseguran una superioridad. Cada materia vale lo que hacemos con ella”.3
Mies terminó su discurso en el Armour diciendo:
“No hay nada más ligado a la meta y sentido de nuestro trabajo que la profunda palabra de san Agustín: ‘Lo bello es el resplandor de la verdad”.4
Javier Mozas, arquitecto, a+t research group
Vitoria-Gasteiz, junio 2004
Notas.
1 Inaugural Address. 1938. Neumeyer. Artless Word. 316-317. Título original: Antrittsrede als Direktor der Architekturabteilung am Armour Institute of Technology, 20 de noviembre de 1938. W. Blaser: Mies van der Rohe, Lehre und Schule, 1977.
2 Ob. cit. 1.
3 Ob. cit. 1.
4 Ob. cit. 1.
Texto completo publicado originalmente en la revista a+t 23. 2004. pag. 4-9, y en Rashomon. La triple verdad de la arquitectura.