A comienzos de 1923 y por encargo de Walter Gropius, Edmund Lill realizó un reportaje fotográfico de la fábrica de hormas para zapatos Fagus en Alfeld a. d. Leine (Alemania), construida entre 1911 y 1913. Según explica Annemarie Jaeggi en su libro Fagus. Industriekultur zwischen Werkbund und Bauhaus (Jovis Berlin, 1998), se trata de la segunda ocasión en que el arquitecto solicita los servicios del fotógrafo, pues ya había documentado la finalización de la obra durante el año 1912. Ambas series se conservaron en el archivo de Gropius.
Entre todas las imágenes tomadas por Lill una alcanza especial relevancia, convirtiéndose en un símbolo de la arquitectura moderna y del progreso. En ella observamos el interior de uno de los principales edificios del conjunto, el dedicado a central eléctrica. Junto a unos grandes ventanales situados en la esquina del recinto fotografiado, un operario sentado trabaja sobre una mesa mientras la luz procedente del exterior inunda todo el espacio.
¿Por qué está fotografía puede resultar más reveladora que otras, tomadas incluso por el mismo fotógrafo, de las instalaciones de la fábrica? Lill nos está legando aquí un documento que pone de manifiesto los logros funcionales, estéticos y técnicos de la nueva arquitectura industrial, al introducirnos en un interior puro y luminoso, dónde hombre y máquina conviven en un ambiente agradable y racional, muy diferente de las sombrías fábricas de las décadas precedentes.
Incluso, si obviamos el artefacto tecnológico del primer plano, podríamos encontrarnos ante un interior arquetípico de la vivienda del Movimiento Moderno: la creación de un cubo de luz, la ruptura de la caja en su esquina o la independencia de la estructura liberando la fachada nos remiten a los atelieres corbuserianos y a la levedad industrial de las casas de Mies van der Rohe. Sin embargo nos encontramos dentro de una fábrica, en una empresa donde el trabajo pesado y manual ha sido substituido por la ingravidez de la electricidad y la precisión de la máquina. El hombre permanece solo como guía y controlador del proceso, libre de cargas y esfuerzos, como la propia arquitectura, a la que otorga medida y escala. Incluso se permite dar la espalda a los generadores y al fotógrafo: ajeno y sereno, reflexiona y se rodea del paisaje.
La cualidad doméstica de la fábrica moderna puesta en valor por la fotografía de Lill se hace todavía más patente en la actualidad, donde la antigua central eléctrica se ha convertido en el Fagus-Gropius-Café, lugar de encuentro y reposo de los trabajadores y de los numerosos visitantes que tiene el conjunto, especialmente desde su inclusión en el año 2011 en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. En el interior del local, una imagen en blanco y negro de gran formato nos recuerda la maquinaria que antaño ocupó ese espacio, hoy todavía más humano.
Antonio S. Río Vázquez . Doctor arquitecto
A Coruña. Noviembre 2016
Posiblemente, Luis. De hecho ya hay varios artículos sobre el tema, como este de Enrique Dans: https://www.enriquedans.com/2015/01/la-falacia-de-las-open-office.html
Muy interesante la relación con la vivienda del movimiento moderno a partir de las cualidades que transmite la foto.
¿Crees que puede haber una nueva revisión del espacio de trabajo fruto de la carrera por ser el mas innovador en la que llevan sumergidos desde hace años las empresas tecnológicas como Google, Apple o Samsung?