(Resumen de un artículo de hace unos años, que me apetece recordar)
Los arquitectos nos vemos a menudo en situaciones muy incómodas:
–Carlos Luis, ¿tú qué opinas del Guggenheim de Bilbao?
–Luisa Fernanda, ¿qué te parece lo de Calatrava en Tenerife?
Ante estas preguntas a bocajarro nunca estamos a la altura. Y es muy triste, siendo arquitectos, no tener una opinión formada sobre las obras de nuestros ilustres compañeros, y balbucear torpemente agachando las orejas sin saber qué decir. Pero es mucho peor cuando sí tenemos una opinión, porque entonces emitimos borborigmos y ladramos: “¡Es una p… m…..!”, o: “¡Es coj…..!”, lo cual nos deja como patanes ignorantes, groseros y maleducados ante quien esperaba que fuéramos capaces de articular un discurso.
Somos arquitectos, es decir, personas con una alta (se supone) formación técnica y humanística, y se nos tiene que notar. El prestigio de nuestra profesión está en juego. Cuando alguien recurre a nuestra opinión o a nuestro juicio, confiado en nuestros conocimientos y en nuestra educada sensibilidad, no podemos responderle con un vergonzante soplido, con la cara colorada de vergüenza y de ignorancia, ni tampoco con un exabrupto.
Nuestra obligación es desplegar un discurso conceptual a la par que florido, y para ello, como auxilio y medicamento de urgencia, os doy una tabla y unas sencillas instrucciones.
La tabla tiene siete columnas, de la A a la G, y veinte filas.
La estructura es muy sencilla. Es una máquina de formar frases con la misma composición:
a).- Un sintagma nominal que consta de artículo, sustantivo, adjetivo y complemento, todo ello actuando como sujeto.
b).- Un sintagma verbal que consta de verbo y complemento directo (formado por sustantivo, adverbio y adjetivo), todo ello actuando como predicado.
El que todas las frases tengan la misma estructura formal permite que cada elemento sea intercambiable por otro de la misma columna, sin otra repercusión que su significado, que, por otra parte, es perfectamente vacío.
Esto permite hablar y hablar sin decir nada.
Hay que usar un procedimiento para sacar al azar un número entre veinte. Puede ser el icosaedro de cartulina cuyo desarrollo adjuntaré en la próxima entrada. Pero puede ser cualquier otro: Veinte papelitos numerados, cartas, etc. O, simplemente, ir diciendo uno mismo los números a voleo.
Cada uno de los números que sacamos nos da una fila, y esto hay que hacerlo siete veces, uno por cada columna. Se obtiene primero un número del uno al veinte para la columna A, otro para la B, y así.
Si, por ejemplo, nos sale la serie numérica 3, 13, 7, 2, 15, 20 y 9, la frase correspondiente será: “La materialidad topológica del ictus expresa una frialdad intensamente metafísica”. ¡Chúpate esa!
Hay que señalar que cada uno puede y debe adaptar la tabla a sus gustos. (Por ejemplo, a mí la palabra ictus, el golpe de la medida musical, me gusta, y por eso lo pongo en la casilla C-7, pero comprendo que a otros no les diga nada).
También me ha parecido interesante la palabra “idea” en el A-7, y además me gusta “ideal” en el B-19, y no quiero quitar ninguna de las dos porque cada una es útil para su juego. Pero si me sale el 7 en el A y el 19 en el B me queda: “La idea ideal…”, lo que, obviamente, cambiaré por otra palabra cualquiera. Para colmo, el G-15 es “idealista”, y también me gusta que esté ahí. Creo que no hay más repeticiones, y ésta no quiero quitarla, pero otros pueden hacerlo.
Y nada más. Creo que está todo claro, y la tabla lista para ser utilizada.
Practicad con ella. Tomad palabras a voleo o hacedlo como os parezca. En unos minutos seréis imbatibles, y hasta podréis escribir artículos incomprensibles (y sin ningún sentido), que es lo que todos andamos buscando.
José Ramón Hernández Correa · Doctor Arquitecto
Toledo · septiembre 2010
Una auto crítica genialmente original.
Discurso automático: justificación teórica (Locura y combinatoria) | José Ramón Hernández Correa
Os pongo aquí el desarrollo del icosaedro, para que lo construyáis y lo tengáis con la tabla.
Ya sé que sois tímidos y no dejáis comentarios en publico, pero en privado he recibido cientos de llamadas celebrando la utilidad de la tablita, pero protestando por su endeblez teórico-lógica.
http://goo.gl/KEtJH0