El sueño de la «torre de cristal «, cuyo origen se encuentra vinculado a la figura y obra de Mies Van der Rohe desde que en 1919 dibujara el visionario rascacielos de la Friedrichstrasse, iba a tener en su resolución un inconveniente tan prosaico como inesperado.
En 1950, cuando Gordon Bunshaft (SOM) y la Lever House de Charles Luckman se erguían en la Park Avenue de Nueva York, y su nunca antes vista fachada acristalada demandaba una estanqueidad no resuelta hasta entonces, surgió la ineludible necesidad de idear un modo de posibilitar la limpieza exterior.
La eficiente oficina de los SOM dedicó seis meses de esfuerzo continuado para encontrar el modo de resolver el problema en semejante escala. Fue en vano. Tuvieron que recurrir finalmente a los ingenieros de Jaros, Baum & Bolles, encargados de las instalaciones del edificio, en colaboración con la Otis Elevator Company para inventar la solución.
Un ingenioso aparato móvil sobre raíles consiguió suspender en el perímetro exterior una plataforma de limpieza con los operarios dentro.
Es probable que se acertara a bautizarla «góndola» tiempo después por sus esbeltas proporciones y sus suaves movimientos oscilantes.
La prensa y los curiosos transeúntes de la ciudad de aquellos años no dejaron de hacerse eco de semejante espectáculo. Tan sorprendente como único.
Se iniciaba entonces la arquitectura denominada de «skin and bones», un lenguaje de matices y fina dialéctica entre etéreos cerramientos y nuevas soluciones volumétricas y estructurales. Las grandes superficies de vidrio iban a imponerse en todo el mundo occidental como referente cultural y económico.
La solución en aquel tiempo ideada, por sencilla y eficaz, hoy pasa desapercibida. Pero no ha podido ser mejorada.
Algunas máquinas sí cuentan.
Sergio de Miguel, arquitecto
Madrid, mayo 2010