«La arquitectura, la ciudad, característica del movimiento moderno, se ha estructurado mayoritariamente en un explícito reflejo de las jerarquías económicas (producción y consumo) de la sociedad. Lo cual ha ocasionado que en gran parte de esa ciudad, vertebrada a partir de la Revolución Industrial, no haya lugar ni señas de identificación con nada que no corresponda al proyecto colectivo para la cual fue creada. Todos aquellos aspectos que tienen que ver con lo individual tan sólo se entienden si forman parte de la maquinaria y la estructura global. De este modo, la ordenación urbana sigue esquemas espaciales y simbólicos de acuerdo a unas ideas higienistas, utilitarios y ordenados, donde las entidades personales no poseen excesivo interés.» (pág. 100)
(…)
«Cada día resulta más evidente lo difícil que es escapar a la mirada controladora y a las redes de vigilancia, capaces de penetrar hasta el último rincón de la experiencia humana para saciar los deseos voyeristas de los vigilantes del orden. Resulta sorprendente cómo se está instaurando en la existencia cotidiana una «ecología del miedo» que justifica el control de cualquier acto y/o espacio por nimio o pequeño que éste sea.» (pág. 176)
«La ciudad cautiva, control y vigilancia en el espacio urbano» José Miguel G. Cortés
«Su tema era el ojo, el drama de mirar y ser mirado»
«Leviatán«, Paul Auster (refiriéndose al álter ego de Sophie Calle, según explica el narrador).
«Cuando la ciudad cayó en el silencio, el ojo se convirtió en el principal órgano a través del cual las personas adquirían la mayoría de sus informaciones directas acerca de los desconocidos. ¿A qué tipo de información accede un ojo mirando alrededor? En tales condiciones, el ojo puede estar tentado a organizar su información acerca de los desconocidos de manera represiva… Examinando una escena compleja y no familiar, el ojo procura ordenar rápidamente lo que ve usando imágenes que corresponden a categorías simples y generales, extraídas de estereotipos sociales».
«La conciencia del ojo«, Richard Sennett (1991)
«Trazamos el mapa de los paisajes urbanos con lugares donde iré y lugares donde no iré (relatando) nuestras cartografías anuladas, nuestros temores.»
Dora Epstein
«El problema de los desaparecidos puede ser complejo y endemoniado. Puede en parte resolverse con un sistema nacional de vigilancia, que evitará la propagación de todo tipo de delincuencia; pero también impedirá que se pierdan todos aquellos que pretenden hacerlo; éste, quizás, es el precio que haya que pagar.»
Andrew O’Hagan
«Toda la urbanización está rodeada por una alambrada dotada de alarmas eléctricas y de patrullas con perros guardianes. Sólo se podía entrar en la urbanización mediante cita previa, y cámaras de televisión dirigidas por control remoto recorrían las avenidas y los caminos de acceso.»
«Furia feroz» J.G. Ballard, pág. 23
«La fortificación encarna el gueto de la América actual, del mismo modo que las callejuelas traseras, las viviendas repletas de gente y la ausencia de zonas verdes definían los barrios pobres del siglo XIX. A los edificios les crecen garras y espinas, las entradas acumulan placas metálicas, los tejaos están cercaos con vallas y todas las oberturas adicionales se precintan para impedir el paso de la luz y la ventilación. En la primera planta no suele haber ventanas. Al contrario, están tapadas con ladrillos o encajadas entre bloques de vidrio. En las escuelas y autobuses, el plexiglás rayado y empañado desdibuja la vista exterior. La fortificación sigue avanzando y, al avanzar, los guetos pierden su coherencia. Los barrios son sustituidos por miscelánea fortuita de búnkeres aislados, estructuras cada vez más parecidas a cárceles o centrales eléctricas, con el interior efectivamente separado del exterior. En todas las ciudades del país asistimos a la solidificación física de un nuevo orden: paisajes urbanos tan amenazadores, tan alienantes, que no se tolerarían si estuvieran en un lugar donde no viven las comunidades pobres y minorías.»
«The New American Ghetto» Camilo José Vergara, 1995. pág. 82
«- Oiga, ¿me deja usted subir? – pregunta el hombre pelirrojo que lleva el volante.
– ¿Adónde va?
– No sé… bastante lejos.»«Recientemente se ha llegado a la solución mucho más sofisticada de evaporar todo aquello que tradicionalmente se definía como espacio público. la discontinuidad espacial y el desdibujamiento de los límites, junto con la dispersión de los centros de producción industrial y de imágenes, son los rasgos de la sociedad postmoderna. La discontinuidad aparece como una disolución de los límites entre la vida privada y pública, una eliminación que, intencionalmente o no, permite un control social mayor, aunque éste es menos agresivo.»
«Si vivieras aquí» M. Rosler, en VVAA, Modos de hacer, 2001. pág. 179
La propia ciudad desaprovecha las potencialidades de sus ciudadanos por el miedo enfermizo de sus gestores a la ausencia de “su” control. Es la cultura del miedo la que se utiliza para hacer desaparecer el espacio para lo común. Un miedo que crea una “ciudad cautiva” que necesita protegerse de unos conflictos que nacen de su propia desconfianza, de la mutua ignorancia, de los miedos aprendidos sobre un “otro” desconocido. De un miedo a unos perjuicios construidos sobre un imaginario de historias simplificadas.
Una ciudad que quiere olvidar o ignora que es en el espacio público donde se pueden producir los encuentros necesarios para romper todos los tabús adquiridos vive cautiva de sus miedos. A sabiendas que cuantas más barreras crea la ciudad, más atrapada en su propio miedo se encontrará. En el espacio público es donde podemos romper el miedo a conocer al otro. Sólo dando confianza a los ciudadanos encontraremos la ciudad capaz de afrontar cara a cara los problemas. Tenemos que potenciar la capacidad de la ciudad para ser autogestionada desde la colectividad y el respeto mutuo, y no desde el miedo creado por lo desconocido. Para eso es necesario desarrollar espacios para las oportunidades, las experiencias, las casualidades que permitan una mirada, una sonrisa, un “buenos días” que nos haga conocer y desde ahí respetar. Dejar de desconfiar en el ciudadano para darle la oportunidad de serlo.
Marc Chalamanch · Arquitecto
Barcelona. Octubre 2013
José Miguel G. Cortés: «Estoy en contra de que se valore una institución cultural del mismo modo que una fábrica de coches»
http://www.jotdown.es/2016/04/jose-miguel-g-cortes-estoy-en-contra-de-que-se-valore-a-una-institucion-cultural-del-mismo-modo-que-se-valora-una-fabrica-de-coches/