El arquitecto, sentado ante su tablero y empuñando lápiz blando, reflexionaba ante su silencioso cuaderno acerca del proyecto y sus circunstancias. Buscaba una idea desde hacía semanas y hoy el papel en blanco sería por fin grafiado a través de la ‘chispa’ que recorre el camino que va del córtex1 a la redondeada punta del grafito. ¡EUREKA!, exclamó. En este preciso instante abandonaba su nihilismo conceptual y conseguía visualizar, aunque fuera en su cabeza y por un instante, aquello que ya le parecía tan solo una entelequia. Ahora lo importante era conseguir que su idea no desapareciera, plasmarla cuanto antes en su cuaderno sin mancha.
Pero aquello no iba a resultarle tan fácil. Pronto descubrió que el sistema operativo de su propio cerebro no era compatible con el software de su cuaderno, fiel hasta la fecha según él siempre había creído. Actuó con rapidez y resolvió conectarse a Internet para descargar una actualización de su sistema y de paso, desfragmentarse el disco duro. La descarga era lenta. Tan solo unos pocos bits se transferían a su cerebro por segundo. La espera le hizo comprender lo inevitable: el viaje de su idea hacia el papel llegaría demasiado tarde sino se ponía remedio de inmediato a este desafortunado contratiempo. Por si esto fuera poco, el cuaderno contaba con anticuadas conexiones -tipo USB- que retrasarían aún más sus propósitos, así que con paso firme, se dispuso a actualizar el software e instalar un novedoso chip Bluetooth2, rápido y sin cables según había leído. Entusiasmado y ansioso por descubrir el resultado de su próxima inmersión en los océanos de la tecnología, ‘agarró’ el paraguas y la gabardina y navegó un par de manzanas hasta alcanzar las tierras de la tan esperada revolución informática.
De regreso todo estaba preparado, actualizado e instalado. Comenzó la transmisión de datos, él estaba con el corazón en un puño: 10% completado…15% completado…la idea aparecía lentamente en el cuaderno, la tensión era la lógica y habitual en estos y otros momentos de verdadero alumbramiento. La progresión era constante, la compatibilidad total, la velocidad genial, ya nada ni nadie podía detenerle… o eso pensó.
La tormenta que ya casi había olvidado, interrumpió el suministro eléctrico durante unos segundos. A la vuelta el cuaderno estaba de nuevo en blanco y su sistema operativo comenzaba la andadura por los campos de lo insólito. Su obstinación recalcitrante se empeñó en el rescate y puesta a salvo del archivo con su idea, pero fue inútil: quedó inutilizado y se hundió a las profundidades de su memoria caché. Fueron momentos difíciles, pero consiguió resucitar como hiciera el ‘Ave Fénix’ y llevar a buen puerto la ardua tarea de recuperación de la siempre escurridiza copia de seguridad.
Al día siguiente, pasado el temporal, arrancó de nuevo los motores de su potente infraestructura tecnológica y la idea completó su viaje instalándose definitivamente en el cuaderno inmaculado. “La verdad es que no sé cómo haría sin los múltiples recursos que nos brinda hoy la tecnología”, pensó en un ataque de alegría efervescente.
Miguel Ángel Díaz Camacho. Doctor Arquitecto
Madrid. 2004
Notas:
1 Según el profesor de neurología Semir Zeki, los conceptos relacionados con la belleza se forman en los lóbulos frontales del córtex.
2 Tecnología inalámbrica que permite comunicar dos aparatos con un ancho de banda máximo de 1 megabit por segundo (mbps) a una distancia de diez metros.
Publicado originalmente en Formas de Arquitectura y Arte, nº 9, 2004, pág. 48, Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla la Mancha.
El sonido de un trazo | Santiago de Molina
Cada línea piensa. Cada trazo separa el mundo en dos. El sonido de ese
rasgar el universo ha dejado huella incluso en el lenguaje. Un lingüista
competente de seguro sabría relacionar esos sonidos con el origen de
palabras empleadas para significar cuestiones cercanas al dibujo y a la
actividad de la arquitectura. Del sonido Sk, provendría Sk-ezzo, Skema, esquema, escuela. De su semejante Sc… Sc-tio, la latina sectio, y nuestra sección…
Trazar, distinguir, separar y dividir… son pues, las segundas
derivadas de ese movimiento elemental y su sonido.
Todos esos verbos pertenecen a una especial religión que los hombres
profesan inconscientes: la religión de la geometría invisible.
El trazo es un gesto inaugural, casi inepto pero profundamente
humanizador. El trazo es la huella suficiente para reconocer una
inteligencia ligada a ella. Le Corbusier dice que el trazado fundamental
para detectar un signo de humanidad es el de la cruz. Dos trazos a
noventa grados son capaces de ordenar el mundo. Tal vez esa sea la
unidad mínima.
Sin embargo, previa a esa geometría, al lenguaje escrito y al dibujo,
debemos mayor veneración al trazo aun más simple de la línea: lugar de
encuentro primitivo donde se saludan el cuerpo y el signo. Lugar donde
un ser inaugura su conciencia al atribuir significado a un gesto; y al
volver algo significante se vuelve significante él mismo.
http://goo.gl/6VnSwo
la torre Eiffel se diseñó, calculó y ejecutó sin que existieran calculadoras, teléfonos ni ordenadores.