El verdadero antídoto de la vanidad es el tiempo
Todos los que alguna vez nos hemos hinchado ante algún pequeño éxito momentáneo, hemos aprendido que el simple, pero inexorable paso del tiempo, dará a esa supuesta hazaña un lugar adecuado. Recientemente hemos asistido en los medios, a algunos gestos despectivos y altivos de arquitectos con más vanidad que talento.
Nada es, por otro lado, excepcional. En la naturaleza misma del ser humano se esconden los momentos de vanidad, los momentos de humildad, y los instantes de equilibrio. El único reproche posible lo podemos hacer, y por supuesto, nos lo debemos hacer, en el momento en que nos tomamos tan en serio, que decidimos, aunque no queramos admitirlo, dejar de aprender.
Eso en arquitectura es una falta grave.
Aprender significa dejar que nuestras razones se vuelvan por un instante insignificantes. Eso nos da la preciada oportunidad de abrir un espacio a nuevas ideas, nuevos conceptos y nuevos intereses. Y ese cúmulo de novedades puede dar como resultado que ciertas creencias se transformen, se enriquezcan e incluso muten en algo más matizado, más profundo y más complejo.
Por eso, cuando hacemos el seguimiento de personas que en un momento dado de nuestras investigaciones nos aportan nuevas inquietudes, quedamos muy decepcionados cuando entrevemos el engaño entre esos contenidos.
El engaño es un concepto mucho más interesante de lo que parece. Es la construcción paralela de una realidad que en muchas ocasiones se cuela entre nuestras ideas y que por su disfraz podemos no llegar a observar la primera vez.
Esta es la historia de un disfraz, o quizás directamente de un engaño oportunista
Por eso que me parece tan interesante reseguir la idea de complejidad introducida oportunamente en la línea argumental de Charles Jencks, y la de su libro más importante en su carrera como teórico, The new paradigm in Architecture. The language of Post-Modernism.1 De la primera edición a la última, el autor ha ido revisando, ampliando y contextualizando, según su visión del postmodernismo, los nuevos movimientos arquitectónicos que fueron formándose a partir de los años 70 con mayor o menor éxito. Quizás ese re-contextualizar una teoría según donde sopla el viento de lo arquitectónico es lo que ha hecho tan criticable el trabajo de Jencks y por lo que se lo ha tachado de oportunista en tantas ocasiones.
De hecho es en la séptima edición donde Jencks aborda directamente la idea de complejidad en arquitectura en relación a las ciencias de la complejidad, tanto en la introducción, The new Paradigm in Architecture, como en los dos capítulos finales del libro: The new Paradigm I: Complexity Architecture, y The New Paradigm II: Fractal Architecture.
Jencks desarrolla aquí un giro editorial mediante el apoyo estratégico de su discurso en las ciencias de la complejidad. Hay que decir a favor de Jencks que en las ediciones anteriores del libro, ya había detectado el concepto de complejidad, pero en ese caso hilado a través de Robert Venturi y su Complejidad y Contradicción en Arquitectura.
Venturi, Jacobs, Eisenman y la producción intelectual de los 60
El hilo de Venturi le ayudó en su momento para justificar los historicismos de finales de los 70 y principios de los 80 y más tarde para, ejercitando su primera pirueta intelectual, dar cuerpo al formalismo deconstructivista de los 80. Ahora, con el aval de la ciencia, Jencks gana un argumento renovado en sus posibilidades y, al menos en apariencia, coherente con el discurso anterior. Con esto, el autor promueve un nuevo enfoque sobre la arquitectura postmoderna y al vincular la complejidad científica al lenguaje formal y a la representación arquitectónica, hace viable la inserción de todo lo que se refiere a la revolución digital en el ámbito de la arquitectura.2
De nuevo se echa en falta aquí un esfuerzo por trabar la historia a través de la idea de complejidad a partir de Venturi, Jacobs, Eisenman y la producción intelectual de los 60 como origen de un nuevo paradigma en arquitectura, reforzado más tarde por la entrada en escena de las ciencias de la complejidad y la irrupción brutal del ordenador en la esfera cotidiana de la producción arquitectónica.
Jencks y el tiempo
Contrariamente, Jencks condena a una mera mención, una injusta, incluso con el mismo, referencia amnésica al hecho que en los 60 alguien ya habló por encima de eso. La obsesión de Jencks por desarrollar un discurso anclado en la contemporaneidad, quizás podríamos hablar de vanidad, y la celebración de lo nuevo, lo aleja de una reflexión más estructurada, cierta y fundamentada, que le obligaría a hablar del pasado, y con ello quedaría patente que él mismo, el propio Jencks, andaba equivocado al dar cobertura a la postmodernidad historicista y no haber sabido ver el camino iniciado por Venturi, Jacobs, Eisenman, etc.
Una demostración del cambio de rumbo de Jencks, es las alteraciones que sufre el título de la 7ª edición. Como indica perspicazmente Grillo:
«El título enfatiza el surgimiento del New Paradigm in Architecture. Y lo que era el título en las ediciones anteriores pasa a figurar como subtítulo. Además ocurre una alteración sutil pero igualmente significativa: el autor cambia ‘The language of Post-Modern Architecture’ por ‘The language of Post-Modernism’, sugiriendo así la ampliación de la influencia del nuevo paradigma más allá de los límites de la arquitectura».3
Durante todo el libro Jencks va argumentando lo que sintetiza en la página 210: la teoría de la complejidad es el más adecuado rótulo para definir el nuevo paradigma, en razón de iluminar bien la noción de cómo el universo evoluciona y salta hacia sistemas más complejos4 Las ciencias de la complejidad sintetizarán el nuevo paradigma no sólo en arquitectura, sino en toda la cultura postmoderna; la fuerza de las nuevas teorías es que critican las totalizaciones y todo lo que representa el reduccionismo de la modernidad.
En toda la argumentación de Jencks subyace una manera de entender la arquitectura basada en la metáfora y a veces parece que en su afán por desmontar el reduccionismo del movimiento moderno, se instala en este otro reduccionismo. La lectura de la arquitectura por su parte queda centrada y limitada a la interpretación semiótica, en la que privilegia su dimensión simbólica, tal como aclara:
«Como lenguaje público del medio ambiente, la arquitectura debe adoptar un simbolismo compartido».5
Jencks y The new Paradigm in Architecture
Unos años más tarde escribe en The new Paradigm in Architecture:
«La gente invariablemente ve un edificio comparándolo con otro, o con un objeto similar; en resumen, como una metáfora. (…) Este jugar de una experiencia a otra es propio de todo pensamiento, en particular del que es creativo. (…) De la metáfora al cliché, del neologismo que se hace signo arquitectónico por el uso continuado, esta es la continua ruta seguida por nuevas y exitosas formas técnicas».6
Es evidente que ayudar en la construcción del relato de la arquitectura es una actividad viva y profundamente abierta, naturalmente mutable. Pero también es cierto que bajo ningún aspecto podemos olvidar la secuencia de los relatos precedentes, ni de las condiciones de partida.
Simplemente hay que dejar despeñar las razones por el acantilado del tiempo.
Miquel Lacasta Codorniu. Doctor arquitecto
Barcelona, Noviembre 2014
Notas:
1 Jencks, Charles, The new paradigm in Architecture. The language of Post-Modernism, Yale University Press, New Haven y Londres, 2002. Anteriormente editado como The Language of Post-Modern Architecture, Rizzoli, NY 1977, revised 1978, Third Ed. 1980, Fourth Ed. 1984, Fifth Ed. 1988, Sixth Ed. 1991, Academy Editions London 1977, 1978, 1980, 1984, 1991.
2 Grillo, Antonio Carlos D., «La Arquitectura y la Naturaleza Compleja: Arquitectura, Ciencia y Mimesis a finales del Siglo XX, UPC Departament de Composició Arquitectònica«, tesis doctoral dirigida por Dra. Marta Llorente, Barcelona 2005, p.17
3 Ibídem, p. 18
4 Op. Cit., Jencks, 2002, p. 210
5 Op. Cit., Jencks, 1995 p. 168
6 Op. Cit., Jencks, 2002, p. 26