“Una sociedad crece y progresa cuando los ancianos plantan árboles sabiendo que nunca se sentarán a su sombra”.
Manifiesto Freespace
El pasado 25 de mayo se inauguró XVI Bienal de Arquitectura de Venecia y permanecerá abierta hasta el 25 de noviembre con las comisarias irlandesas Yvonne Farrell y Shelley McNamara como máximas responsables y que se desarrolla en las sedes de Giardini y Arsenale, así como en otros lugares de Venecia. La Bienal Architettura 2018 se titula FREESPACE, una palabra que describe una generosidad de espíritu y un sentido de humanidad en el centro de la agenda de la arquitectura.
Con el tema de FREESPACE, la Bienal Architettura 2018 presenta para el público ejemplos, propuestas, elementos, construidos o no, de trabajos que ejemplifican las cualidades esenciales de la arquitectura que incluyen la modulación, la riqueza y la materialidad de la superficie; la orquestación y la secuencia del movimiento, revelando el poder y la belleza encarnados de la arquitectura.
Dentro de los distintos pabellones nos encontramos con la propuesta holandesa, Work, Body, Leisure, diseñado por la arquitecta e investigadora gallega Marina Otero Verzier (A Coruña, 1981) y comisariado por Het Nieuwe Instituut, el pabellón plantea cómo los cambios en los valores y condiciones laborales afectan a la configuración espacial y las condiciones de vida y tiene como centro Rotterdam. Dentro la vorágine que tienen esto eventos, hemos tenido la oportunidad de charlar con Marina de diversos temas.
Sin más, preámbulos os dejamos con entrevista.
¿Cómo se definiría Marina Otero desde un punto de vista arquitectónico?
Me defino como arquitecta. Hubo momentos en los que añadía “comisaria”, o “investigadora”. Pero me di cuenta de que no era necesario y, además, que era importante reivindicar la figura del arquitecto como alguien que trabaja en muy diversas escalas y medios, no sólo en la del edificio. Empecé a estudiar arquitectura en 1999 en la ETSAM, luego en TU Delft, más tarde en Columbia University.
En 2008 terminé el doctorado en Madrid. En total llevo casi 20 años estudiando arquitectura y trabajando en estudios, en la obra, en la universidad, en museos y centros de investigación. Considero que pienso y trabajo como arquitecta ya sea en el diseño y construcción de un edificio, de una exposición, un pabellón, de un libro o de un texto. Es una forma de entender e intervenir en el mundo, en sus procesos y sistemas.
Ha trabajado como arquitecta, investigadora y comisaria en diferentes continentes e instituciones, ¿qué experiencia, hasta la fecha, ha sido la que más le he marcado y por qué?
Vivo y trabajo en Holanda, pero antes residí en España, en Estados Unidos, trabajé en Noruega y ahora también en Reino Unido. He aprendido de cada uno de estos lugares, y de las personas que he conocido en ellos. Me han transformado. Aunque, tal vez, la experiencia que más me ha marcado es la estancia en Nueva York. Me trasladé a la ciudad en 2011 para estudiar el Master in Critical, Curatorial and Conceptual Practices in Architecture (CCCP) en GSAPP, Columbia University.
En ese momento, estaba estudiando el doctorado en ETSAM y trabajando en Ensamble Studio, dirigiendo la construcción de la Casa del Lector en Madrid. Pero buscaba un foro académico donde enfrenarme a otras maneras de entender la arquitectura y donde profundizar en el pensamiento crítico y político, algo que echaba de menos en mi formación en España. Tuve mucha suerte, porque en 2011 conseguí una becaria Fulbright, y me fui a Nueva York.
Allí, las clases y conferencias de Felicity Scott, Mabel Wilson, Mark Wigley y Beatriz Colomina, entre otros, marcarían definitivamente lo que sería mi trabajo futuro. También lo hizo la energía de Nueva York y sus habitantes. Es una ciudad dura y cara, que agota y expulsa a muchos. Para los que no somos multimillonarios, cada día es un ejercicio heroico. Pero también puede ser maravillosa. Te obliga a posicionarte, superarte, te imprime entusiasmo, seguridad, arrojo.
¿Qué diferencias (desde el punto de vista arquitectónico) ha notado en cada uno de los diferentes países e instituciones en las que ha estado?
La principal diferencia, creo, reside en las oportunidades que me han abierto y de las que he disfrutado en otros países, y que son inimaginables en España. En Nueva York, si en una institución creen que tienes un buen proyecto, una buena idea, pues apuestan por ti, independientemente de tu origen, edad o género, o al menos eso es lo que yo he experimentado.
Por desgracia, soy consciente que no todo el mundo tiene la misma suerte, y que yo soy una privilegiada. Por ejemplo, mi tesis de Máster analizaba nuevos paradigmas en instituciones culturales. Al terminar, Columbia University me contrató para dirigir una de ellas: Studio-X, una red global de centros de investigación sobre el futuro de las ciudades con sedes en Amman, Beijing, Estambul, Johannesburgo, Mumbai, Nueva York, Rio de Janeiro y Tokio, y adscritos a la universidad de Columbia.
¿Te imaginas?
Pasé de estudiante a directora de una institución cultural global en menos de un mes. Además, en el tiempo que estuve allí, era posible mandar un e-mail a la decana de una universidad, a la directora de un museo, o a una intelectual de primera línea y que te contestaran al día siguiente, y seguramente tuvieras ocasión de reunirte con ellas. No puedo decir lo mismo de mi experiencia en España.
¿La arquitectura se enfrenta a los mismos problemas que en España?
Cada contexto presenta unos retos particulares y específicos. Aunque también hay muchas cuestiones relevantes que trascienden los bordes territoriales. Ese es el caso de temas relacionados con la migración, con la seguridad, con el acceso a la vivienda, con el cambio climático, así como la necesidad de luchar por mundo no racista, no discriminatorio y no explotador.
Respecto a la disciplina de la arquitectura, es evidente que nos encontramos ante la transformación global y necesaria de la figura del arquitecto. El mundo que nos rodea está cambiando rápidamente, y la arquitectura es una de las lentes a través de las cuales leemos y participamos en él. Entonces, la pregunta es, cómo vamos a evolucionar y responder creativamente al cambio.
¿Cuáles son las nuevas formas de conocimiento, práctica y las responsabilidades que estos desafíos demandan?
Los arquitectos participan en el diseño de edificios, ciudades, territorios, en el desarrollo de políticas, en procedimientos legales, económicos y sociales. Las instituciones culturales, incluidas las universidades y los museos, son actores principales en estos procesos y transformaciones, y tienen la responsabilidad de aportar nuevas nociones ante los desafíos a los que se enfrenta la práctica arquitectónica, generando formas alternativas de abordar los problemas urgentes y las aspiraciones de la sociedad.
¿Cómo y por qué surge la exposición Work, Body, Leisure para Pabellón Holandés en la 16º Muestra Internacional de Arquitectura– La Biennale di Venezia?
Surge como respuesta a la visión optimista, aunque aparentemente apolítica, que propone Freespace. El Pabellón de Holanda titulado WORK, BODY, LEISURE, tiene el objetivo aportar una visión social, económica y políticamente comprometida en torno a la noción de ‘freespace,’ y para ello, propone revisitar la obra del artista Constant Nieuwenhuys.
En su proyecto New Babylon (1956–1974) – un paradigma arquitectónico de espacio libre y el ocio posibilitado por la automatización del trabajo – la sociedad dedica su energía a la creatividad y el juego, y cada sujeto diseña su propio entorno. Los habitantes de New Babylon, liberados de la obligación de ser útiles, gozan de completa disposición de su tiempo. En New Babylon no aplica el concepto de “tiempo libre”; todo el tiempo es, de hecho, juego.
Y, sin embargo, a medida que la obra de Constant evoluciona, su visión optimista sobre las posibilidades y los placeres del trabajo automatizado gradualmente da paso a una perspectiva más conflictiva. La violencia no sería erradicada por el nuevo orden tecnológico. En New Babylon, sus habitantes se mueven sin restricciones. No hay ventanas, habitaciones, muebles o pasillos; y quizás lo más importante, no hay puertas. Esta es, sin embargo, una arquitectura al servicio de un orden hegemónico, fundado en la explotación e invisibilidad de su mano de obra y en la tecnología que lo haría posible: en cuerpos concebidos como robots. La libertad, en muchos casos, se construye a expensas del control y la explotación de “el otro”.
La propuesta de Constant para una arquitectura y una sociedad alternativas en la que el trabajo humano se vuelve superfluo – como señala el historiador y teórico de la arquitectura Mark Wigley – fue capaz de visualizar un inminente mundo post-laboral. Transcurridos más de treinta años, la arquitectura de la plena automatización está poniéndose en práctica en los centros de producción agrícola holandeses, y en lugares como la nueva terminal de contenedores APM en el puerto de Rotterdam Maasvlakte II.
WORK, BODY, LEISURE, por ello, aborda las configuraciones espaciales, las condiciones de vida y las nociones sobre el cuerpo humano ocasionadas por cambios disruptivos en las éticas y condiciones laborales. Con este proyecto, aspiramos a fomentar nuevas formas de creatividad y responsabilidad en el ámbito de la arquitectura en respuesta a las tecnologías emergentes de automatización.
¿Qué va a encontrarse el público? ¿Cómo debe enfrentarse a la exposición?
Al entrar se encontrarán una retícula completamente naranja, que viste el conjunto del pabellón. Se trata de una habitación formada por muros de taquillas. A veces no somos conscientes de ello, pero cuando nos fijamos, nos damos cuenta de que las taquillas son la arquitectura que mejor representa las relaciones entre trabajo y ocio. Poblando fábricas, instalaciones de almacenamiento, espacios de cotrabajo y vestuarios, la taquilla facilita la reinvención temporal no solo del espacio, sino también de los cuerpos que lo habitan. Es un interfaz entre el yo que trabaja y el que no trabaja, si es que todavía existe alguna distinción entre ambos.
Este espacio geométrico, abstracto, naranja, es también una referencia al territorio holandés, a su horizonte plano, y su precisa división de la tierra diseñada para la máxima eficiencia. Durante siglos, su paisaje físico ha sido meticulosamente moldeado y diseñado por iniciativas que integraban el trabajo de humanos y de máquinas. El énfasis en el trabajo y la disciplina sobre el ocio se manifiesta en el paisaje, en la sociedad y también en la arquitectura, desde la escala del territorio hasta la de la cama.
Hay quien entra en el pabellón y piensa que eso es todo. Pero en una segunda mirada, se entrevé un orden diferente, unos códigos, y unos tiradores, que permiten romper la abstracción de la retícula y abrir a arquitecturas diferentes, a mundos individualizados y cerrados donde se administran identidades y pertenencias. Algunos son archivos con documentos, maquetas, objetos, otros son ventanas y hay también puertas. Todos ellos conducen a campos de pruebas, espacios en los que el futuro del trabajo ha sido y continúa siendo reinventado. Las taquillas trazan un recorrido a través de una serie de arquitecturas en los Países Bajos y más allá en las que los cuerpos se categorizan y transforman: oficinas, parques de juegos, granjas, fábricas y espacios virtuales, ventanas, camas y puertas. Escenarios que parecen familiares, aunque raramente accesibles o aparentemente banales, pero que sin embargo se encuentran en el epicentro de la transformación del trabajo:
#CAMA
Bed-In, por Beatriz Colomina.
#PUERTA
La (s) Puerta (s) de No Retorno: tecnologías de ciertos cuerpos, por Amal Alhaag.
#FÁBRICA
Songs for Hard Working People, de Noam Toran con Florentijn Boddendijk y Remco de Jong.
#GRANJA
Renderlands: Instalación, por Liam Young.
#PUERTO
The Port and the Fall of Icarus, por Hamed Khosravi, Taneha Kuzniecow Bacchin y Filippo LaFleur.
#OFICINA
Paisajes automatizados (Automated Landscapes), por Marten Kuijpers y Victor Muñoz Sanz.
#PATENTE
The Institute of Patent Infringement, por Jane Chew y Matthew Stewart.
#PATIO DE RECREO
Constant’s New Babylon, revisitada por Mark Wigley.
#SIMULACIÓN
Medidas de seguridad (Safety Measures), por Simone C. Niquille.
#SALA DE ESPERA
Shore Leaves, de Giuditta Vendrame, Paolo Patelli y Giulio Squillacciotti.
#VENTANA
Arquitectura del trabajo sexual, en colaboración con el Museo de Amsterdam y la Fundación para la robótica responsable.
¿Estamos abocados a que las máquinas nos acaben sustituyendo?
No necesariamente. Que exista cierta tecnología disponible no supone que tengamos que implementarla en las ciudades, o que sea beneficiosa para construir un mundo mejor.
El proyecto que presentamos en la Bienal de Venecia es, de hecho, una llamada a la acción. A pesar de la transformación que está en curso, tanto en el entorno construido como en los cuerpos que lo habitan, y consecuencia de los procesos de automatización, se trata de un ámbito de investigación e innovación que aún carece de una perspectiva espacial crítica. Nuestro objetivo es abrir una discusión sobre este futuro inminente y los regímenes tecnológicos que lo hacen posible y, en última instancia, explorar nuestra agencia y capacidad para aceptarlo o desafiarlo.
¿Qué impresiones ha obtenido del público tras su recorrido por la exposición?
Recibimos impresiones muy entusiastas y positivas de los visitantes. Probablemente la mejor respuesta sea ver como en un contexto como la Bienal, donde la capacidad de atención es tan limitada, la gente pase bastante tiempo dentro del pabellón, se emocione y se interese por sus múltiples capas e interactúen con otras. Personas de todas las edades y procedencias nos dan las gracias al salir del pabellón, por haber aprendido y haberlo pasado bien.
¿Qué más se puede pedir?
Es divertido, además, ver cómo al entrar pasan unos instantes antes de que las visitantes sean conscientes del lugar en el que se encuentran y sus lógicas. Ver las caras de sorpresa cuando comienzan a entender el juego espacial. Mi hermana, por ejemplo, me dijo que si habíamos ido allí a dejar nuestras cosas en las taquillas para luego ir al pabellón.
“Este es el pabellón”, contesté.
Nos reímos mucho. Me pareció el mejor cumplido.
También me emocionaron otras respuestas. Es un honor y una gran responsabilidad ser la comisaria del Pabellón Holandés en la Bienal de Arquitectura de Venecia, sobre todo porque a pesar de trabajar y vivir en los Países Bajos, no nací aquí. Nací en España. En ese contexto, la oportunidad de representar al país en lo que probablemente sea el evento internacional más importante en el campo de la arquitectura tiene una relevancia especial y un significado cultural y político. Esta situación no pasó desapercibida. No voy a ocultar que nos tuvimos que enfrentar algunas inquietudes y críticas iniciales.
Por ello, nos sentimos particularmente felices al ver las respuestas de los visitantes, profesionales, y de los medios tanto holandeses como internacionales. Al escuchar cómo el trabajo presentado por este grupo de personas que incluía ciudadanos holandeses, ciudadanos que llegaron a Holanda como refugiados políticos, trabajadores migrantes y profesionales de otros países, hizo a muchos sentirse orgulloso. Y cómo, en este momento en el que estamos asistiendo a un aumento de la xenofobia en lugares como EE. UU. Y Europa, el proyecto puede contribuir a reclamar la importancia de construir espacios acogedores y diversos.
Además del pabellón que coordina ¿cuál ha sido el que más le ha interesado?
El pabellón de España, comisariado por Atxu Amann, lanzó un mensaje necesario: la importancia de dar el relevo a las nuevas generaciones de arquitectos y, sobre todo, a sus preocupaciones, a los temas que consideran relevantes y que en muchas ocasiones son ignorados por las generaciones que los preceden. Es un pabellón feminista y que aboga por poner la conciencia política en el centro de la arquitectura. Hay que celebrarlo.
Me parecieron particularmente interesantes aquellos pabellones que trataron la idea de Freespace, el tema general de la bienal, de una forma responsable y consciente con los retos contemporáneos y futuros. Es el caso de Bélgica, Chile, Estados Unidos, Israel, o Bahréin. El manifiesto de las comisarias generales tenía cierto carácter apolítico y, en estos momentos, hablar de “freespace” sin hablar de cómo la arquitectura participa en procesos de demarcación nacional, construcción de fronteras, bordes, construcción de diferencia, o sistemas de explotación, es una falta de responsabilidad.
En nuestro caso, desde el comienzo del proyecto hemos tratado de cuestionar el nacionalismo metodológico asociado a la idea de un pabellón cerrado, algo que consideramos especialmente importante en este momento en el que estamos presenciando un aumento de los movimientos ultranacionalistas. Por esta razón, hemos imaginado estrategias a través de las cuales construir formas de solidaridad y representación más allá de las demarcaciones nacionales. Una de esas iniciativas fue una bonita colaboración con los Pabellones de Bélgica y España, mediante la cual tratamos de imaginar qué sería el Giardini si no fuera un espacio de competición entre países, sino de colaboración y diálogo. Esperamos que se repita y amplíe en ediciones futuras.
Dada su experiencia, ¿cree que las bienales tienen futuro? ¿Qué mejoras deberían plantearse?
Si. Las bienales representan un intento incompleto y, a veces, fallido por reposicionar el papel de la arquitectura en la ciudad contemporánea. Pero, en cualquier caso, es un modelo interesante, un estímulo para la transformación de las instituciones culturales, de las ciudades a través de experimentos colectivos que conduzcan a cambios duraderos.
Mi tesis de doctorado trata sobre la arquitectura de instituciones culturales temporales e itinerantes y sus consecuencias políticas. Las bienales pertenecen a este tipo de modelo institucional. En 2016, hubo 210 bienales en todo el mundo. El número está creciendo y, con él, el aparato de exposición arquitectónica. Estos eventos, en su mayoría, ya no se programan para satisfacer la experiencia cultural, sino que son vistos como catalizadores del cambio económico, social y político. Su legado es tan importante como su programa.
Las bienales se han posicionado como motor de proyectos de investigación a largo plazo sobre cuestiones sociales, como lugares para la experimentación, espacios para la participación ciudadana y campos de prueba para modelos emergentes de agencia política. Este papel surge en gran medida como consecuencia de la crisis financiera global, la recesión económica global, y las protestas antigubernamentales que alcanzaron su punto máximo en 2011. En décadas anteriores, se creía en el efecto transformador de la construcción y creación de museos, y en la relevancia de este tipo de intervenciones arquitectónicas en el espacio urbano, produciendo crecimiento financiero y cultural, atrayendo visitantes internacionales y capital. Es lo que se denominó ‘Efecto Bilbao’.
Los años de recortes presupuestarios, y las dificultades de asumir compromisos a largo plazo ha abierto posibilidades para nuevos modelos adaptados a los desafíos actuales. Las bienales son reflejo de este intento por parte de las instituciones de responder a imaginarios de democratización cultural, posicionándose como agentes sociales y políticos. Estos eventos tienen la capacidad de visualizar e instigar formas alternativas de convivencia, convirtiéndose en un modelo para el futuro de la ciudad. Sin embargo, el potencial de este modelo para desafiar las estructuras sociales y políticas convencionales aún no se ha explorado por completo. Y sin un ángulo crítico o respuestas imaginativas, la proliferación en curso del modelo bienal corre el riesgo de agotamiento.
El caso de Venecia es un poco diferente. Es la más importante y antigua de las bienales de arquitectura. Su modelo, aunque aparentemente exitoso, sigue basado en la representación nacional, y el modelo urbano que propone es sin duda insostenible. Depende de grandes aportaciones de capital procedentes de sponsors, así como de la brutal explotación y museización de la ciudad.
A su juicio, y por su experiencia ¿cómo recibe la sociedad la muestra expuesta en esta bienal?
Creo que se ha recibido con posiciones muy polarizadas. En general hay cierto consenso en que la exposición general no se sostiene como proyecto de comisariado, y sólo como colección de representaciones arquitectónicas, algunas más interesantes que otras. Pero no hay mensaje claro, ni posición sobre la relevancia o el papel de la arquitectura en la sociedad contemporánea.
También hay debate sobre el papel de los pabellones nacionales. Hay quien celebra los proyectos premiados (Suiza y Reino Unido) por su simplicidad conceptual y espacial. También muchos indican que se trata de proyectos espectaculares pero superficiales, que no aportan conocimiento a la disciplina ni a la sociedad.
Para el equipo del pabellón holandés, era fundamental invertir el dinero de los contribuyentes en un proyecto que tuviera relevancia social y cuyo legado se expandiera más allá de los muros de la bienal. Ese es, de hecho, uno de los objetivos de este proyecto a largo plazo: promover conversaciones culturales, así como proyectos arquitectónicos y urbanos que podrían conducir a cambios políticos e institucionales particulares. Por ello hemos tratado de involucrar al mayor número posible de agentes. El proyecto es un esfuerzo colaborativo de una red internacional de instituciones, arquitectos, artistas, diseñadores, historiadores, músicos y teóricos seleccionados por el equipo curatorial y a través de una serie de convocatorias abiertas. Pertenecen a diferentes generaciones, geografías, origen, y campos de trabajo, pero todos ellos comparten un interés en diseñar y reflexionar sobre los procesos y efectos de la robotización y el futuro del trabajo.
La investigación presentada en Venecia tendrá muchas vidas posteriores, tanto en Het Nieuwe Instituut como más allá, en iniciativas que ahora están tomando forma en universidades como TU Delft, en conversaciones con el Arquitecto del Estado, y en colaboraciones con otras instituciones públicas y privadas. Hemos editamos un libro, compuesto una banda sonora en honor a los trabajadores, organizamos eventos públicos e intervenciones en ciudades como Amsterdam, Londres, Rotterdam y Venecia. El proyecto ha sido abrazo por diversos sectores de la profesión y sociedad en general, y tendrá múltiples trayectorias independientes.
¿Qué proyectos futuros le esperan?
Hay mucho por hacer. En el departamento de investigación de Het Nieuwe Instituut trabajamos por dar visibilidad a proyectos de investigación, prácticas e iniciativas, cuyo éxito depende no del número de citas académicas, su adherencia a formatos oficiales o a su rentabilidad, sino de su capacidad para ofrecer espacios alternativos de pensamiento, ser el motor de formas colectivas de conocimiento y de vida diferentes. En el departamento conectamos proyectos de investigación con la colección del Archivo Estatal de Arquitectura Holandesa, con el objetivo de reconocer los vacíos (tanto temáticos como metodológicos) en la historiografía oficial (como los feminismos en la arquitectura, las perspectivas queer, las prácticas espaciales colectivas y radicales, así como el legado arquitectónico de los antiguos territorios coloniales holandeses) y con ello replantear las políticas de adquisición y las nociones de ‘arquitectura nacional’.
Otros proyectos en los que estamos trabajando son “Architectures of Security”, una investigación crítica sobre la seguridad urbana y las consecuencias de la creciente militarización del espacio público; “Architecture of Appropriation”, que mira a la okupación como una práctica espacial y arquitectónica relevante, con el objetivo de reexaminar las nociones de propiedad, y abrir la posibilidad a modelos urbanos y domésticos cuyas lógicas no estén basadas en las políticas de vivienda dominantes, orientadas al beneficio del mercado. También acabamos de lanzar una convocatoria de becas de investigación en torno al tema ‘Burn-Out’. Con ello queremos abordar, por un lado, el creciente número de organismos que, bajo una presión constante y ante demandas de productividad y superación crecientes, llegan al agotamiento. Se queman. Queremos hablar de cómo esta enfermedad es solo uno de los síntomas de la presencia de estructuras de explotación en escalas que van desde el individuo hasta el de las ecologías sociales, institucionales y biológicas. Nos interesan los proyectos que tienen como objetivo remodelar las estructuras existentes como espacios para el bien público y privado y propongan formas de participación y estrategias de colaboración que no dependan de economías y tecnologías explotadoras, extractivas y discriminatorias.
De forma independiente, y junto con el fotógrafo y cineasta Guillem Valle, desarrollo un proyecto sobre el debate en torno a la memoria histórica en España y la presencia de monumentos franquistas. Es importante hablar sobre la relación cambiante entre una sociedad y sus recuerdos a través de la recodificación de sus monumentos. Y de cómo la negociación de una memoria común implica, además del diseño de arquitecturas que la representen, la construcción de una nueva armadura simbólica, cultural, política y jurídica sobre las que sostenerlas.
Agradecer a Marina su tiempo y predisposición con este espacio.