El entusiasmo por avanzar y por recorrer nuevos caminos ha hecho que la arquitectura contemporánea haya llegado incluso a denostar los sistemas tradicionales de construcción basados en el ladrillo y en la mano de obra de un albañil.
Superadas las obras de Eladio Dieste que desde el lenguaje racional del movimiento moderno proponían el uso del ladrillo como un elemento que podía aunar la tradición junto con nuevos experimentos formales, la arquitectura de vanguardia ha rechazado el ladrillo, tachándolo de obsoleto y trasnochado.
El departamento de arquitectura de la ETH de Zurich, una de las escuelas de arquitectura más prestigiosas del mundo, tiene un taller específico de arquitectura y fabricación digital dirigido por los profesores Fabio Gramazio y Matthias Kohler. Uno de los objetivos de este taller es la determinación de las estrategias a seguir para la adaptación de técnicas de industrialización robotizadas a la construcción de la arquitectura. De alguna manera se busca trasladar los resultados de precisión y calidad llevados a cabo por los robots de montaje de por ejemplo los coches utilitarios al complejo mundo de la construcción de un edificio.
Su mayor aportación a este campo, por el momento, ha sido ROB, una unidad de fabricación robótica introducida en un container estándar de transporte, de forma que pueda ser desplazada a cualquier lugar del mundo y por lo tanto ser alquilada por cualquier persona que requiera de esta maquinaría de precisión.
Una de sus primeras obras fue una instalación en el espacio público denominada Pike Loop realizada en Manhattan, Nueva York, en el año 2009. Pike Loop es una pieza de 22m de largo, un muro estructural construido con ladrillos, un material de construcción ampliamente presente y de carácter tradicional en Nueva York. Más de siete mil ladrillos se van sumando para tejer un muro construido con una precisión de milímetros, imposible de ejecutar mediante la mano humana. El ladrillo se convierte así en un elemento capaz de construir geometrías que recuerdan a las superficies de chapa de Frank Gehry o las láminas de acero de Richard Serra. Más allá de la capacidad tecnológica del robot ROB, su utilización ha posibilitando la recuperación del ladrillo para la arquitectura de vanguardia y ha abierto nuevas vías de experimentación.
Cuando los arquitectos Bearth & Deplazes recibieron el encargo para realizar un almacén en los Viñedos Gantenbein, decidieron utilizar esta técnica de fabricación para elaborar las fachadas del nuevo edificio.
El diseño inicial proponía un esqueleto simple relleno de ladrillos: los ladrillos actúan como un material como buena inercia térmica, además de como filtros de la luz solar para que la fermentación se produzca tras las celosías.
El método de producción robotizada permitió colocar cada uno de los 20.000 ladrillos de forma precisa de acuerdo con los parámetros matemáticos, el ángulo deseado y los intervalos exactos prescritos.
La fachada esta conformada por 72 elementos prefabricados generados de forma altamente tecnológica por medio del robot. Los elementos del muro se manufacturaron como un proyecto piloto en las áreas de producción de la ETH de Zurich, y fueron transportados uno por uno a la obra.
La imagen de la fachada quiere asemejarse a una enorme cesta llena de uvas. En una visión más cercana, en contraste con el efecto pictórico de la distancia, es la materialidad, la textura del muro la que adquiere el protagonismo frente a la masa de ladrillos. Sorprende la contradicción entre las suaves y redondeadas formas resultantes que realmente se componen de duras y rígidas unidades de ladrillos. La fachada aparece como una forma sólida pero dinámica. Al observar la precisión de la ejecución de la fachada, el diseño se convierte en un manifiesto de su modulación exacta y rígida producida por la más alta tecnología.
Sin embargo, las implicaciones arquitectónicas de esta fachada de ladrillo son más elaboradas y diversas que las de la técnica empleada. Para el ojo humano, las sutiles diferencias entre color e iluminación y el reflejo de los ladrillos crean una apariencia y plasticidad que está constantemente cambiando junto con el movimiento del observador y del sol con el curso de las horas.
Este edificio que en cierto modo podría considerarse aún experimental refleja los esfuerzos que la arquitectura está realizando por reinterpretarse y por cambiar no solo su imagen exterior en busca de la espectacularidad sino sus propios sistemas productivos. Este proceso se basa en la creencia de que una técnica moderna y contemporánea, acorde con la tecnificación de la sociedad actual, generará también una arquitectura de nuestro tiempo, además continuista con la historia de la arquitectura al actualizar el uso del ladrillo, tal vez el primer material de construcción manufacturado producido por el ser humano.
íñigo garcía odiaga. arquitecto
san sebastián. septiembre 2011
Publicado en ZAZPIKA 11.09.2011