Quizás hoy día tengamos totalmente asumida la idea de diversidad en todas sus facetas y escalas, como factor de éxito de las ciudades. Sin embargo no era tan evidente hablar de diversidad en 1961, en Estados Unidos y en boca de una mujer. Estamos hablando de Jane Jacobs otra vez.
Según Jacobs, para entender la ciudad, tenemos que manejar adecuadamente la combinatoria de diferentes usos como esencia del fenómeno urbano y huir totalmente de la separación de usos, de la partición de la ciudad en tipologías y programaciones diferenciadas y segregadas. Esto es lo que permite un tejido urbano cuando están pensadas las condiciones para una ciudad diversa.
Para conseguir la diversidad Jacobs establece una serie de premisas generales. Una de ellas es la idea evidente de usos mixtos en la ciudad como ya se ha comentado. El distrito y tantas partes internas del mismo como sea posible, deben de servir a más de un servicio básico, preferiblemente más de dos, dice Jacobs. Esto asegura la presencia de gente de diferentes partes del distrito, e incluso de otros distritos o vecindarios, con propósitos similares, usando conjuntamente los múltiples medios puestos a su alcance. Otra condición para la diversidad es la necesidad de disponer de pequeñas manzanas. La mayoría de las manzanas, blocks en inglés, deben ser pequeñas para que sus calles también lo sean y se multipliquen las oportunidades de girar las esquinas, Jacobs tiene identificadas las esquinas de las manzanas como lugares especialmente vivos de las ciudades. También es necesaria la existencia de edificios antiguos para crear las condiciones de diversidad necesarias en una ciudad. Los edificios antiguos suelen tener rentas más bajas y favorecen la implantación de agentes creativos, artistas, pequeños talleres, etc., y estratos sociales diferentes con lo que se favorece una diversidad de orígenes sociales en el vecindario.
Por último Jacobs se pronuncia por la necesidad de concentración, de densidad, para favorecer la presencia de gente en las calles con todo tipo de propósitos. Evidentemente podemos situar esta idea de densidad como precursora de ideas como sostenibilidad social, medioambiental y económica de una ciudad, y finalmente como condición sine qua non de la noción de ciudad, tal y como se ha ido demostrando y estudiando en estas últimas décadas.
En resumen, Jacobs afirma que
«cuando tratamos con ciudades, estamos tratando con la vida en el sentido más intenso y complejo de la palabra. Como esto es así, existe una limitación estética básica en relación a lo que podemos realmente hacer en la ciudad: una ciudad no puede convertirse en una obra de arte».1
Es especialmente interesante el uso en esta cita por parte de Jacobs de la pareja de palabras clave intensidad y complejidad. Hay una interrelación constante entre ambas palabras en toda la obra de Jacobs, así como en toda la experiencia urbana vivida en ciudades que realmente son densas y por tanto intensas, o intensas y por tanto, con casi total seguridad, densas.
Pero hagamos una par de aclaraciones para saber de que estamos hablando.
La densidad es buena y necesaria, si viene acompañada de un alto grado de compacidad edificada. Es decir, tan importante es la densidad, como el hecho de que se libere suelo a pleine terre como dicen los franceses, es decir, sin estructuras construidas en el subsuelo para que haya también una alta densidad verde, especialmente arbórea. Para que nos entendamos, y gráficamente visualicemos un ejemplo. Una de las ciudades más densas del planeta es Hong-Kong. Esa hiperdensidad e hipercompacidad, no la hace en absoluto merecedora de ser una ciudad amable y gratificante a la hora de vivir. Es más, alguien podrá objetar que Hong-Kong es muy densa, muy compacta pero que no tiene ningún tipo de naturaleza urbana. Pues siento decir que es falso. De hecho el 75% de la superficie de Hong-Kong es un espacio natural protegido.
Entonces,
¿cual es el problema?
Añadiría la regularidad como tercer elemento fundamental para completar la tríada, conjuntamente con la idea de densidad y la de compacidad, como cómplices de la intensidad urbana que se pretende. En Hong-Kong el parque natural está totalmente segregado de la ciudad, de forma que se crean dos ecosistemas irreconciliables. Eso hace que la experiencia urbana sea asfixiante a escala humana, por mucho que a escala urbana y metropolitana haya un buen equilibrio entre lo construido y lo verde.
Pongamos el ejemplo, para contrarrestar el ejemplo anterior, de una ciudad muy densa, compacta y regular. Barcelona, con su grid implacable y una densidad de 15.000 habitantes por kilometro cuadrado, de hecho mayor que la ciudad de Tokio, por ejemplo, esta considerada como una buena ciudad para vivir en términos urbanos. Los vacíos están repartidos en cada manzana, con un número mayor de pequeños parques urbanos en su interior, las aceras son anchas, lo que favorece la plantación de árboles en pleine terre y el caminar fluido y la altura, sin ser excesiva, alrededor de unos 20 metros, si que es muy regular. Exagerando un poco, toda Barcelona es de planta baja más 5 plantas piso, lo que le permite ser muy densa sin ser asfixiante.
De esta manera, la ciudad se convierte en un artefacto capaz de asumir una alta densidad, estructurada desde una potente compacidad y distribuida muy regularmente. Incluso, y creo que no es una provocación, el ensanche de Cerdá, podría asumir sin demasiados problemas un par de niveles más en toda su extensión y acercar la ciudad a una densidad de 20.000 habitantes por kilometro cuadrado sin provocar demasiados problemas colaterales.
Habitar en la densidad urbana no significa por tanto habitar en la planta 50 de edificios en altura o de gran altura. Habitar en la densidad como principio fundamental de un equilibrio medioambiental de base, es decir, procurar agrupar de manera confortable a un máximo de personas en un mínimo de territorio, sigue siendo un reto, una visión y quizás una opción más que deseable, hoy día, me atrevería a decir que simplemente necesaria.
Miquel Lacasta Codorniu. Doctor arquitecto
Barcelona, Octubre 2014
Notas:
1 Jacobs, Jane, The Death and Life of Great American Cities, Modern Library Edition, Random House, 1993, (1961), Nueva York